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Sin carros no se puede negociar

Un tanque Leopard del Ejército español durante unas maniobras de combate

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La Paz no es para nada el cobarde egoísmo que abdica de los deberes de un pueblo, de su dignidad, su respeto a la palabra dada y su resistencia a la opresión

Romain Rolland

No hay más tanques en castellano que los que contienen líquidos. Hablamos con propiedad de carros de combate, de los Leopard que enviar a Ucrania para dotar a los ucranianos de la potencia de fuego necesaria para romper las líneas rusas y recuperar la iniciativa en un momento clave de un conflicto que, espero no tener que recordarlo, responde a una ilícita violación de fronteras y de la legalidad internacional llevada a cabo de forma unilateral por los rusos.

Los ucranianos están haciendo el trabajo duro de oponerse al macarra que transgrede por sus gónadas toreras el statu quo internacional. No es solo su batalla. Ningún depredador autócrata de la historia se ha contentado con las cesiones que se le iban haciendo. Discutir esto no tiene sentido. Toda la historia previa a las dos guerras mundiales está a su disposición. Europa y sus democracias son un oasis en el mundo que no se ahorrará la tensión antidemocrática del nuevo orden mundial. De momento, el esfuerzo que se nos solicita es de sostén económico y de material militar. Nos ahorran la guerra y las vidas. 

La paz la queremos todos menos Putin, hasta la mayoría de los rusos desea la paz. Todo este asunto de si desear la paz consiste en manifestarlo de viva voz y dejar mientras que los macarras se salgan con la suya, o si desear la paz conlleva un esfuerzo algo mayor y más efectivo, no es un debate nuevo. “Nuestros amigos del pacifismo exasperado no están menos rabiosos que los del frenesí patriótico. La experiencia de estos días me ha sido útil para descubrir la fermentación de odio atroz que puede llegar a inflar las almas de los pacifistas. No llegué a verlo mientras estaba en sus filas”, escribía en 1938 el premio Nobel Romain Rolland, autor del manifiesto pacifista “Más allá de la contienda”. Y lo hacía porque lo que le había movido en 1914 no servía tras los movimientos del nazismo en 1938. 

Europa, siempre recomenzándose. Ahora Alemania ha tomado una decisión respecto a ese envío de carros a Ucrania y España no puede hacer sino cumplir sus compromisos con sus aliados. Yo estoy de acuerdo con el envío de los Leopard pero en caso de no estarlo, tendría que asumir que, cuando se juega en equipo, una vez decidida la postura común no queda sino asumir el rol y la palabra de lealtad dada. España, miembro de pleno derecho del equipo de las democracias occidentales, no puede hacer sino asumir su contribución. Sospecho que los que pretenden que nos deslicemos fuera de nuestras alianzas lo que pretenden es vernos fuera de ese club de democracias. Y luego está la incoherencia. Si aceptamos que la nueva postura adoptada por España frente a sus obligaciones en el Sahara es una mierda, aceptamos el peso de las obligaciones. Las obligaciones, se llaman así porque no siempre gusta cumplirlas. La que nos une al destino de Europa también tiene sus tragos. 

En este caso el trago no es complicado. Sin carros, no hay negociación. Es mas, los defensores a ultranza de la negociación deberían ser los primeros entusiastas de la aportación de este material que permitirá llevar a cabo una contraofensiva a los ucranianos y recuperar terreno. Es el momento. Para sentarse a negociar hay que tener algo que ceder y algo que conseguir. Por ese motivo, y resumiendo, los ucranianos ahora que pueden tienen que intentar contraatacar para poner a los rusos en la posición de negociar. Al final, una negociación tiene que dejar el tablero como estaba, es decir, no otorgando a los rusos el fruto de su violación internacional y dejando a los ucranianos su soberanía y territorio íntegros. Todo lo demás son veleidades de los que creen que ser pacífico es considerar que por mi bien y mi tranquilidad pretendidas -reléase la historia de 1938 y 1939- hay que dejar que atropellen a otros estados europeos que nos pillan lejos. Para negociar hay que llevar bazas a la mesa y las bazas con un agresor como el ruso, sólo pueden consistir en dejarle cierta honra en conservar los territorios que ya se chupó en su día, como Crimea o el Donbás. Así que los carros de combate son necesarios para lograr una situación que permita negociar la vuelta a la situación anterior. 

Los Leopard son mejor opción que los carros norteamericanos porque son ligeros, consumen menos y las posibilidades de entrenamientos y repuestos son mejores y más sencillas. España posee unos 357 de estos carros, de los cuales un centenar proceden de una especie de renting llevado a cabo en 1995 y gran parte de ellos están arrumbados en Casetas (Zaragoza) prácticamente inservibles por falta de mantenimiento avanzado. El resto fueron fabricados por Santa Bárbara bajo licencia alemana. O sea, los tenemos y no suponen un desembolso añadido, ¡si hasta nos los hemos dejado pudrir, por no gastar!.

El gobierno español actual, como cualquier otro de cualquier signo, debe aportar a este esfuerzo europeo por impedir que una potencia transgreda su territorio alegando esotéricas razones de espacio vital (les sonarán Viena y los Sudetes, y el pasillo polaco y Danzing y Noruega y Finlandia y ya luego si eso el Benelux, Francia y lo que toque). Fíjense qué claro lo tienen los países fronterizos y con experiencias anteriores. 

Los carros de combate forman parte de una estrategia necesaria para llegar a la mesa de negociaciones. Sin ellos no hay diplomacia ni diálogo ni nada que no sea la imposición brutal de Rusia de los deseos de su autócrata. Los que temen la “escalada imprevisible” no se dan cuenta de lo previsible que es permanecer de miranda mientras los rusos devoran a Ucrania, sin hacer nada. Algunos son jóvenes y olvidan que la Guerra Fría mantuvo los dedos fuera de los botones rojos durante décadas para evitar la destrucción mutua. Putin vivió esa época y sabe. No crean que pulsará tan fácilmente.

Puede que sea pacifismo mal entendido o puede que sea sencillamente que defender la democracia liberal no les parezca tan importante. A mí y a la mayoría de los europeos sí nos lo parece. Hace frío fuera del oasis. Hacía frío cuando España era un país paria que mendigaba formar parte de esa Europa a la que pertenecía de hecho. 

El Gobierno de España, este o cualquier otro, no hace sino lo que debe. 

Sin carros, no habrá negociación posible. 

*Cursó el Master de Seguridad y Defensa del Instituto Gutiérrez Mellado y es Premio Periodismo de Defensa. Fue colaboradora de la Revista Española de Defensa

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