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Carta abierta a Teresa Ribera

La ministra Teresa Ribera.

Ruth Toledano

Es la tercera carta que escribo desde aquí a un ministro del Gobierno de Pedro Sánchez. En este caso, eres una ministra: de Transición Ecológica. Las otras dos las publiqué con todo el dolor de mi corazón. Esta la publico con el corazón contento. Es una carta para pedirte que sigas así. No te conozco personalmente, ni pertenezco a tu partido, el PSOE, con el que soy muy crítica, pero me representas, Teresa Ribera. No solo porque esté de acuerdo contigo en asuntos esenciales, de los que emana una visión profunda de la vida y un compromiso, sino porque te atreves a defenderlos. Por tu libertad. Porque lo haces además en un entorno político donde la mayoría, en tu posición, no se atreve. Y lo haces sin despeinarte, sin nerviosismo frente a los tuyos ni enfrentamientos con los adversarios. Expresas lo que piensas con la tranquila naturalidad de la que dota la verdad. Para quien dé un brinco asustado con palabras así: que la violencia no es buena es una verdad.

La tauromaquia y la caza implican, por definición, matar animales. Y matar es violencia. Por eso has dicho: “Me gustan los animales vivos, y no soy partidaria de los toros ni de la caza. (…) siempre me ha resultado llamativo que haya gente que disfrute con ver morir o sufrir a los animales. La verdad es que no lo entiendo. Creo que eso está cambiando rápidamente, y que los patrones culturales y valores sociales lo hacen a ese ritmo. Por tanto, sin interferir con lo que no me toca, simpatizo con ese planteamiento”.

A quienes abominamos de la barbarie que supone la tortura de toros en los ruedos y festejos populares, o -peor porque son cachorros- la salvajada de las becerradas, no nos queda sino agradecerte la interferencia, así sea solo moral, que suponen esas palabras. A quienes abominamos de los que siembran el terror disparando en cerros y laderas, en bosques y montañas, y convierten el monte en el campo de batalla de su enferma afición por la muerte, nos alivia que haya alguien en el poder que señale y verbalice la obviedad: que los disparos producen herida y mutilación, miedo y dolor, muerte, orfandad. Son contrarios a la vida. Y, como escribió Manuel Rivas en un texto bello y terrible, memorable, “esos disparos, los de la caza, siempre te alcanzan”.

Llama la atención, como tú misma has expresado en Twitter, que tus declaraciones de paz, empatía, respeto y compasión por el resto de los individuos con los que compartimos nuestro planeta, tan maltratado por los sapiens, hayan sido recibidas con escándalo. Es el mundo al revés. Un revés que en realidad responde a una visión miserable de la existencia, de la convivencia y de la acción colectiva: una sociedad, una cultura y unas políticas de la agresión, la destrucción y la corrupción, en vez de una sociedad, una cultura y unas políticas inspiradas y orientadas al bien común. En realidad, Teresa, no llama tanto la atención que los escopeteros se te hayan echado encima, qué se puede esperar de quien dispara a una cierva. Lo que llama realmente la atención es que tú sigas conservando, pese al cargo, tu dignidad y tu libertad. Debería preocuparnos sobremanera que esa integridad y esa coherencia no sean el sello personal de todas las personas que llegan a ocupar espacios de responsabilidad desde el poder político.

No creo, sin embargo, que ese sentido incorruptible de la justicia y la verdad hayan surgido en ti por generación espontánea. He tenido noticia de que tu madre es experta en el krausismo español y en la Institución Libre de Enseñanza, y tu padre un académico de Medicina que impulsó la geriatría en España. Esa información encaja con tu defensa de la naturaleza, de los otros animales, de la solidaridad y del cuidado. Me ha estimulado que ese sea tu bagaje familiar, pues demuestra que la mejor semilla pedagógica aún sigue sembrándose y prendiendo en nuestra sociedad. Pero también me ha entristecido. Porque si tuviera que achacar a algo la mayoría de nuestros males lo haría al crimen que nuestra historia cometió con la mejor experiencia educativa que hemos tenido: el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. Lejos de fomentar esa formación progresista y secular, y de haberla hecho progresar a su vez con los tiempos, la educación fue secuestrada por el fascismo español y entregada a la iglesia. El error ha sido no haberla rescatado cuando ha sido posible.

Y en ese error seguimos: en el de un Estado que tolera a los violentos y a los medios que dan eco a sus disparos y espacio a sus espadas. Que tú no colabores con esa violencia de Estado, Teresa, nos da cierta esperanza. A ver si los tuyos se contagian de ti y entienden que en un partido que se llama socialista los valores están por encima de sus muy discutibles cálculos electoralistas. Es parte de tu tarea y puede ser tu legado. Muchas personas te apoyamos personalmente. Seguro que muchas otras apoyarían en las urnas una transición como la que representas: ecológica y moral.

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