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Sobre la ceguera socialista

Pedro Sánchez junto al candidato socialista a la presidencia de la Xunta, José Ramón Gómez Besteiro.

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Ya Saramago alertó en su magistral Ensayo sobre la ceguera de la responsabilidad de tener ojos cuando otros los pierden. “La ceguera no es lo que te impide ver, es lo que te impide comprender”, escribió en un texto que deberían repasar estos días en el PSOE. Y en Sumar. Y en Podemos. La izquierda está ciega y no parece que comprenda el alcance ni los motivos de su hundimiento en Galicia. 

Que Yolanda Díaz era una estrella fugaz cuya luz tenía más que ver con la protección y el mimo de los medios que con su consistencia es algo que ya nadie pone en cuestión en la izquierda. Que Podemos cavó su propia tumba cuando decidió entrar en el Gobierno para hacer oposición y, además, laminar a todo el que osaba entonar la mínima crítica también estaba escrito. Y que el PSOE no tenía mucho que hacer en Galicia, a nadie ha pillado por sorpresa, aunque en el partido acariciaron la idea de que el crecimiento del BNG les permitiera entrar en la Xunta para hacer de muleta del nacionalismo gallego.  

Lo que no estaba en el guion era ni el hundimiento del socialismo gallego con el peor resultado de su historia ni la contundencia con la que el PP ha ganado las elecciones el pasado domingo. Aun así no se ha escuchado en el PSOE, ni en Sumar, ni en Podemos un gramo de autocrítica, más allá de lugares comunes y frases hechas. Lo suyo ha sido un fracaso estrepitoso que en el caso del PSOE tratan de camuflar en la clave gallega, en una complicada situación territorial o en la ausencia de solidez en los liderazgos regionales. Pedro Sánchez, por supuesto, ha sido ajeno al desastre porque nadie ha dicho una palabra sobre el pulso que echó a Feijóo y ha perdido, sobre si es necesario o no analizar a fondo las cesiones al independentismo o sobre si es éste el motivo que se ha llevado ya por delante el poder institucional del partido en prácticamente todas las Autonomías, excepto en Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. 

No hay peor ciego que el que no quiere ver y en este momento el PSOE prefiere ponerse una venda en los ojos para no aceptar que ya en mayo de 2023 perdió casi todo lo que podía perder: hasta 15 capitales de provincia de las 22 en las que gobernaba y los gobiernos autonómicos de Extremadura, Aragón, Valencia, Balears, La Rioja y Canarias. Un desastre que entonces se soslayó con la escasa diferencia de votos que obtuvo el PP respecto al PSOE y, después, con la mayoría insuficiente del PP en las elecciones generales que hizo imposible la investidura de Feijóo. 

Pues aun así, tras el nefasto resultado del 18F, la portavoz de la Ejecutiva Federal, Esther Peña, sostiene que la marca no es residual en ningún territorio; que el 14% de los votos no es el 6% y el 4% que tiene el PP en Euskadi y en Catalunya, respectivamente, y que en Galicia gana el PSOE en generales y municipales mientras que las autonómicas son siempre un terreno favorable a la derecha. Tal cual. 

Peña, y no la vicesecretaria general o el secretario de Organización que hubiera sido lo aconsejable después de semejante hecatombe, fue la encargada de comparecer ante los medios este lunes para hacer el análisis de los resultados, si bien en la reunión a puerta cerrada de la dirección tampoco se escucharon argumentos ni intervenciones muy distintas  Nadie se atrevió a plantear un debate a fondo sobre si la estrambótica tramitación de la amnistía y las continuas cesiones a Puigdemont han tenido algo que ver con los resultados porque la consigna es que el voto socialista ha ido al BNG, que también apoya el olvido penal. Pobre argumento. Pontón es la marca regional por excelencia en Galicia, ha hecho una campaña en clave estrictamente  local y es muy probable que allá el electorado hasta desconozca que su partido está a favor de la polémica ley. Ha fagocitado al PSOE, a Sumar y a Podemos, que son las tres marcas que han formado parte del Gobierno de Sánchez desde que llegó a La Moncloa. Por algo será. 

El PP está fuerte. Es incuestionable. Ha mantenido en Galicia prácticamente intacto el porcentaje de voto de hace cuatro años, pese a los errores de Feijóo durante la campaña y con un candidato que pasó desapercibido para propios y extraños. Esto, además, en un escenario de mayor participación es una muestra aun mayor de fortaleza. Y esto, pese a que es cierto que el PSOE tiene un problema generalizado con los liderazgos territoriales, que ha fallado también la izquierda alternativa y que el candidato socialista no ha cubierto las expectativas no es sólo achacable al marco regional, por mucho esfuerzo que hagan por aminorar los daños, cerrar filas o aislar el resultado de la estrategia nacional.

Hasta que lleguen las elecciones catalanas de 2025, que es la fecha en la que Sánchez espera el beneplácito social a su política de reencuentro si Salvador Illa se impone en las urnas, el presidente del Gobierno tendrá que decidir si sucumbir a nuevas cesiones del independentismo para una amnistía a la medida de Puigdemont o plantarse ante sus socios y dejar que decaiga la ley para el olvido penal. No olviden que el presidente presume de que sabe hacer de la necesidad virtud. Y en su partido este lunes decían que no está claro que el acuerdo con Junts vaya a llegar. Veremos. Pero las europeas, que serán la tercera cita electoral de este año tras las vascas que se celebrarán en abril no pintan mucho mejor para el socialismo español.

Como en la obra de Saramago, se trata de saber si han aprendido con lo que han vivido y van a cambiar.  O no.

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