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Chalados y estafadores

Desarrollan en EE.UU. una vacuna efectiva contra diferentes cepas de malaria

Jose A. Pérez Ledo

La semana pasada varios de mis contactos movieron un video de Cuarto Milenio, el misterioso programa de Cuatro. En él un tipo con aspecto de padre de familia responsable denunciaba que, si te viola un ET, no hay ley que te proteja. Lo decía el hombre con una cierta indignación, como si fuese un asunto de lo más acuciante. Como si España le estuviese fallando a los miles de ciudadanos violados por extraterrestres.

Vi el video tres veces, una detrás de otra. Trataba de detectar alguna leve sonrisa, un titubeo, un asomo de ironía. No lo encontré. El hombre aquel parecía creerse realmente lo que estaba diciendo.

Por cuestiones profesionales, en los últimos años he tenido contacto con personas que dicen curar enfermedades a través de la imposición de manos, otras que aseguran hablar con los muertos y unas cuantas que se ganan la vida leyendo el futuro en las cartas o en los posos de café. Y, mientras me contaban cómo hacían lo que hacían, cómo descubrieron su don y cómo aprendieron a manejarlo, yo siempre me preguntaba lo mismo. ¿Es un chalado o un estafador?

En algunas ocasiones, la respuesta era obvia. Una tarotista que pasaba consulta en su salón me confesó que, en realidad, ella era “algo así como una psicóloga”. Que, de hecho, prohibía que sus clientas, mujeres mayores casi todas, la visitaran más de una vez por semana. “Si no haces eso”, me dijo, “se dejan la pensión aquí”.

En otros casos, la respuesta era más complicada. En cierta ocasión charlé con un médium profesional. Le visité en el local de su empresa, una PYME especializada en contactar con el más allá de diversas maneras. Hablamos de vidas pasadas y de muertos (“no les gusta que les llamen así”, me dijo). Era un tipo reposado, muy amable y seguro de sí mismo. Nada en él parecía falso. O era un extraordinario estafador o un auténtico chalado.

Eso mismo me pasa con Josep Pàmies. Es un agricultor de Balaguer, Lleida, que ha alcanzado una cierta fama en el mundo de la medicina alternativa. Entre otras cosas, Pàmies sostiene que el consumo de una planta llamada kalanchoe funciona contra el cáncer tan bien como la quimioterapia, si no mejor. Por supuesto, Pàmies tiene un negocio de plantas. Y por supuesto, vende kalanchoe.

En su tienda online, el usuario puede teclear la enfermedad que padece y la web le recomienda una serie de productos. Para la depresión, por ejemplo, aconseja la compra de manzanilla (8 euros), melisa (6 euros) o hiperico (6 euros). Para la leucemia, artemisa (8 euros), leuvita (8 euros) y graviola (14,95 euros).

Pero Pàmies no solo es célebre entre los adalides de lo natural. También lo es entre los divulgadores científicos. Tal hazaña es fruto de sus declaraciones, que navegan siempre entre lo exótico y el delito de salud pública. Pàmies sostiene que el ébola se cura con cloro, pone en duda la influencia antropogénica del cambio climático y sostiene que las vacunas no son la solución, “sino el problema”.

Pàmies tenía planificada una ponencia en el Paraninfo de la Universidade da Coruña para el próximo 4 de marzo. Alguien alertó a la universidad y esta ha decidido suspender la charla. Me pregunto si Pàmies lo achacará al lobby científico-farmacéutico o a un grupo de consumidores concienciados con sus derechos. En otras palabras: me pregunto si Pàmies es un chalado o un magnífico estafador.

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