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Cierre de filas

Javier Gallego

El ejército nacional cierra filas. Lo llamo ejército porque no se puede llamar de otra manera a este sistema en el que se mueven todos a una, como regimientos y batallones, a la orden de ya de sus generales, los mandamases que empiezan a ser mandamenos y por eso han movilizado a sus tropas para salvar el Régimen de las hordas subversivas, de los rojos y las checas y las repúblicas y los jipis con coleta.

Y les llamo nacionales porque han salido a defender con uñas y Falanges los principios del Movimiento, la nación, la monarquía y la bandera, esa España de charanga y pandereta, Una, Pequeña y Cateta, en la que el rey va a los toros y le gritan vivas y oles y hay desfiles militares con El Abdicado y El Preparado rodeados de las fuerzas vivas y vestidos de supergenerales, con sus galones, sus medallitas y su fajín de las grandes ocasiones, para que no se nos olvide quién manda aquí.

De pronto este país es en blanco y negro y parece un capítulo de Cuéntame o quizá es que nunca ha dejado de serlo, llevaba solo un disfraz de moderno pero se ha quitado la careta en cuanto ha terminado el carnaval y nos hemos puesto serios. Y la tele ha perdido el color y la prensa de papel parece toda ABC y censuran el humor y en la radio dan el parte y en el Hola un reportaje de la Familia Real y sus pajes, todos tan guapos, todos tan altos, todos tan rubios, cómo no vas a quererles, cómo nos va a adorarles, cómo no vas a desear que sean tus reyes y reinen por los siglos de los siglos, amén.

Bajad la cabeza, agachaos, juntad las manitas y rezadles a estos santos de la democracia y la Transición, rezad para que el Niño Dios les guíe en su épica tarea de conducir al pueblo hacia su salvación. De rodillas, súbditos, pedidle al Señor que llene sus almas de sabiduría y tesón porque los van a necesitar para hacer ellos solitos, sin ayuda de nadie, todo por la patria pero sin el pueblo, la gloriosa Segunda Transición. Y los ángeles y los arcángeles que escriben en los periódicos con pluma de oro y hablan en las tertulias con piquito de ruiseñor, cantan ya sus hazañas bélicas, sus logros inmortales, sus proezas infinitas. Ay, señor, dales fuerza para tan grande labor.

No dejes, Señor, que sus enemigos les acaben. No dejes que hable el pueblo hable, no dejes que hablen de revolución estos salvajes, no les escuches, Dios Mío, que no saben lo que dicen ni lo que hacen. Gracias te damos porque aún somos los dueños y señores de los micrófonos y los papeles, de los bancos y los desahucios, de las empresas y los cuarteles, de la vida y de la muerte, y no dejes que sea de otra forma si no quieres que el pueblo llano sea soberano y se rebele y traiga el caos a este reino católico, apostólico y romano.

Ay, señor, señor. El ejército nacional cierra filas. Ningún síntoma mayor de la caída del régimen que este repliegue de tropas que se cierran como una garra para defenderse del ataque de la plebe y golpean con saña a quien les hiere y silencian a quien se mofa. Pero cómo no mofarse si es tan estridente y visible su maniobra de propaganda y agitación que hasta ruboriza de puro evidente. Aún no se han dado cuenta estos señores tan importantes de que ya no pueden controlar la opinión y la calle como hacían cuando no teníamos nada más que su versión. Ni después del 15M o de Podemos se han dado cuenta, señor.

Sí, señora, estamos asistiendo en directo al derrumbamiento de un régimen que produce el lógico estruendo de toda destrucción. Tratan inútilmente de detener el desplome pero el espectáculo es tan esperpéntico como el de un hombre que intentase evitar con su cuerpo una pared que se cae. El muro se rompe. No lo pueden contener ni con todos sus ejércitos que ya oyen una voz que les grita en el barullo: ¡Rompan filas!

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