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Consejos a un joven periodista

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Jose A. Pérez Ledo

Si bien la profesión periodística es muy hermosa, no es menos cierto que difícilmente da para pagar el alquiler, no digamos ya para cenar fuera. Existe, sin embargo, un modelo informativo capaz de reportar enormes beneficios. En este somero manual, ofrecemos unos consejos para ganar dinero de forma legal con el ejercicio del periodismo.

Se necesita, para empezar, una sociedad hambrienta de estímulos emocionales. Aunque todas lo están en mayor o menor medida, es preferible que el público al que nos dirigimos tenga las necesidades básicas cubiertas. Como ya nos enseñó el psicólogo Abaham Maslow, nadie compra la edición coleccionista de El Padrino si lleva dos días sin comer.

Superado este trámite, es necesario buscar un hecho noticiable. No sirve cualquiera, desde luego. Hay que encontrar uno que permita ser narrado de forma secuenciada, a la manera de los antiguos folletines. Cada conexión en directo debe ser concebida como un capítulo del relato que, si bien nos acerca a la conclusión, mantiene al espectador en un estado de tensión constante.

Como es lógico, nos interesa que estas historias se alarguen en el tiempo tanto como sea posible. Si, por ejemplo, dos niños se pierden en el bosque en dos provincias distintas, elegiremos siempre aquel que se haya perdido en el bosque más grande y frondoso, ya que las labores de búsqueda se prologarán previsiblemente algo más.

Es capital, eso sí, que nuestro relato contenga giros de trama capaces de mantener el interés y las expectativas del espectador hasta el final. La realidad no siempre nos ofrece este tipo de recursos, y es ahí donde entra el oficio del periodista. El joven profesional nunca debe contentarse con lo que pasa a su alrededor, sino que debe preguntarse ¿qué podría pasar?, ¿qué le gustaría al público que pasase?, ¿cómo puedo hacer que pase?

Nadie sabe por qué unas historias hechizan al público y otras no, pero sí sabemos que ciertos elementos contribuyen a su éxito. Uno de ellos, quizás el más importante, es la incertidumbre. El espectador debe permanecer en vilo durante todo el desarrollo de la noticia. Para ello se recomienda el uso de expresiones como “el país contiene el aliento” o “todas las miradas están puestas aquí”, y subrayar con frecuencia la enorme presencia mediática, “incluso medios internacionales”, aunque sea un podcast de Andorra.

También es deseable que nuestro relato deje entrever algún aspecto ambiguo o turbio que lleve al público a conjeturar fantasías, de manera que se generen narrativas paralelas en las redes sociales (el llamado “componente transmedia”). De no tener nuestra historia aspectos de esta índole, el periodista puede inventarlos.

Todo esto, sin embargo, será un esfuerzo baldío si no contamos con el apoyo de las grandes marcas. La publicidad es la base de nuestro negocio y a ella nos debemos. Un periodista nunca debe olvidar que su trabajo es construir el relleno que va entre Iberia y Coca-Cola, entre Nissan y Orange. La misión última del informador es atraer la mayor cantidad de público para, en pleno pico de tensión, arrojarlos inopinadamente a los brazos de los anunciantes.

En este sentido, todos aquellos que aspiren a dedicarse a esta rama del periodismo deben recordar siempre cuatro palabras, las más importantes de nuestro hermoso y antiguo oficio:

“Volvemos en dos minutos”.

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