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La culpa es del boomer

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá.

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Qué gran potencia mundial sería España si no tuviera que cargar con la pesada mochila de los baby boomers. Piénsenlo. No existe problema o asunto público que no acabe resultando culpa suya antes o después. Y no hay solución que no pase por hacérselo pagar de una manera o de otra.

Empecemos por el desempleo y la precariedad. Si no existieran los boomers, nuestros jóvenes disfrutarían hoy de trabajos indefinidos y bien pagados. Todo el mundo sabe que la elevada tasa de paro y precariedad y los salarios de miseria que soportan los hijos son culpa de los privilegios que disfrutan los padres gracias a sus insolidarios contratos indefinidos, llenos de rígidos privilegios y onerosos pluses. Nada tiene que ver la voracidad de unas empresas decididas a mejorar sus márgenes de beneficio reemplazando trabajadores estables y decentemente pagados por trabajadores mal pagados y fácilmente sustituibles. Este mercado laboral dual lo han creado los boomers, egoístas incapaces de dejar paso a sus propios hijos. Nada tiene que ver, tampoco, que los únicos salarios que han crecido en España en la última década sean las remuneraciones de los mismos que dirigen esas empresas que han disparado la precariedad; o que la tasa de desempleo juvenil siempre se haya situado entre las más altas de Europa, incluso cuando los boomers eran jóvenes y buscaban su primer trabajo.

Sigamos con la vivienda. Si resulta imposible acceder a una casa hoy en día en el centro de las grandes ciudades se debe, precisamente, a que muchos de esos mismos boomers disfrutan ahora de sus rentas en sus terceras o cuartas residencias, sitas en idílicas urbanizaciones, mientras alquilan a los turistas los pisos que pudieron comprar como inversión durante los ochenta y los noventa, décadas en que las casas estaban de saldo y las hipotecas se regalaban en los bancos, como todo el mundo recuerda. Nada tiene que ver, por supuesto, que la banca, sus inmobiliarias y los fondos de inversión sean los primeros propietarios de viviendas del país y los mayores caseros.

¿Quién vació la España vaciada? Los boomers y sus padres emigrando en masa a las capitales, cegados por la quimera del oro, dejando atrás aquella vida plácida, segura y llena de bienestar en aquella España llena, tan añorada ahora por sus hijos y nietos mientras plantean dilemas esperpénticos entre tener techo solar o tener casa y tener wifi o tener hijos. 

Si hoy pagamos la luz más cara de nuestra historia se debe a que los ciudadanos en general, especialmente los boomers porque son más, están muy mal acostumbrados y ponen la lavadora o planchan a las horas de los señoritos. Una vez más, nada tiene que ver que la oferta de energía se halle en manos de un oligopolio que pacta los precios o que carezcamos de un sistema público de control que impida que hagan literalmente lo que quieran con las facturas. 

Y así llegamos a las pensiones, el pecado capital de los boomers, por ser muchos, vivir más, jubilarse y además pretender cobrar una pensión. Según las previsiones de la UE (The Ageing Report 2012), cuando acabemos de retirarnos los del 'Baby Boom', en 2052, España gastará un 14% de su PIB. Es lo mismo que dedican hoy Italia o Alemania. Pero para España supondrá una catástrofe que no podemos permitirnos, únicamente porque ya nos parece un exceso abonar hoy una pensión media de apenas 1031 euros y dedicar un 12% del PIB. 

Según las previsiones más terroríficas, basadas en la idea de que todo decrece menos las jubilaciones, los pensionistas supondrán un tercio de la población y superarán a los cotizantes. Pero la sostenibilidad del sistema de pensiones no solo depende de cuántos trabajan. Depende aún más de cuánto se produce. La pregunta correcta es cuánto habrá crecido la productividad hasta 2052 y, sobre todo, quién se habrá quedado con los beneficios de ese crecimiento y cuánto habrá contribuido a través de impuestos, que será como financiaremos buena parte de esas pagas. Dada nuestra larga tradición fiscal, casi seguro serán los mismos que ahora ni están en el sistema público de pensiones ni contribuyen a él. Pero no se apuren, seguro que también eso es culpa de los boomers que, ya lo dice el ministro Escrivá, somos una generación ancha; lo aguantamos todo. 

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