Desactivando a Rajoy
El éxito de la estrategia marianista depende críticamente de que la política española se mantenga polarizada entre investir a Mariano Rajoy o terceras elecciones. Todos los movimientos del aspirante se basan sobre la misma certeza que ya los inspiró en diciembre: no hay alternativa ni la va a haber. Mientras esa variable se mantenga inalterada queda poco que hacer, salvo dar ruedas de prensa, quejarse de la presión, dirimir disputas domésticas y meterse en berenjenales por bocazas.
Sólo existe una manera de detener la secuencia inexorable que ha arrancado esta semana con el definitivo triunfo del amor entre el PP y Ciudadanos y que, tras la investidura fallida, conducirá al aspirante o a ser investido pasadas las convocatorias gallega y vasca o a competir en unas terceras elecciones donde saca varios cuerpos de ventaja a sus rivales en una carrera donde todo indica que la derecha acudirá a votar más y mejor y la izquierda se dividirá entre el cainismo, la desorientación y el cansancio. Únicamente la irrupción de una alternativa creíble puede desactivar a Rajoy y activar un desenlace diferente.
Aunque todos parezcan convencidos que el problema lo sufre Rajoy y tienen al presidente en funciones donde querían, lo cierto es que el problema lo tienen todos los demás. Albert Rivera no puede permitirse acudir a unos comicios que supondrían su ruina, los nacionalistas no pueden permitirse instalarse en la irrelevancia y el combate por acabar segundo ya es historia. La izquierda necesita un plan B y lo necesita urgentemente. Si creen que la legislatura va a resultar corta e inestable se equivocan otra vez. Existe programa de gobierno y dispondrán de mayoría suficiente para sacarlo adelante.
En la primera vuelta de la investidura los líderes del PSOE y Podemos pueden escoger entre competir por ver quién le arrea más duro a Rajoy o esforzarse por mostrar que es posible una alternativa. Respecto a la primera opción ya sabemos que el candidato es inmune y sabemos también cómo suele acabar: con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dándose de bofetadas mientras se tienden la mano.
La segunda opción, en cambio, si representa una amenaza para los planes de Rajoy. La izquierda debería aprovechar la sesión de investidura para evidenciar que pueden entenderse y conformar una alternativa sólida y solvente. Algo imposible sino se construye sobre una base de confianza y lealtad. Para ello todos deberían empezar por pasar página, olvidar la larga y absurda lista de agravios y rencillas, bajar a la vida real y a la España real y empezar de nuevo, como en la imbatible canción de John Lennon.