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Día uno, día dos, día tres, día cuatro

Lucía Lijtmaer

UNO. Corre un vídeo por las redes sociales de un tipo al que le dieron veinticinco mil dólares para hacer un tráiler sobre una película y, en vez de eso, previa aceptación de la productora, se fue a Filipinas para llenar unos camiones de comida y dárselos a los afectados por el tifón. Debería no parecerme mal, pienso, mientras veo los camiones llenos de comida, debería ver más allá del salvador yanqui aterrizando con el iPad en medio del desastre. Debería no pensar si lo hubiera hecho o no de haberse negado la compañía que le encargó esa campaña de publicidad que ahora conocemos muchos y sobre la que yo ahora escribo aquí. Sé que es problema mío.

DOS. La canción más aterradora que conozco es La felicidad cantada por Palito Ortega. Creo que es porque la canción dice “la gente en las calles parece más buena / todo es diferente gracias al amor”. O igual es su cara, con ese pelo, esos dientes, no sé. O quizás es que la cantaba para los militares y componía jingles para la dictadura, pero igual no hace falta hablar de eso otra vez, no, no hace falta. “Siempre habláis de muertos en la prensa; todo, cosas feas”. Ya, la gente tiene razón. Qué pocas ganas, qué mal cuerpo, lo digo en serio. También es problema mío.

TRES. Leo en The Economist que la gente bebe más que nunca, y que lo del beber con las comidas en España ha pasado al beber por beber. No hacía falta recurrir a la prensa extranjera: es de sentido común, influye en la manera de vertebrar el ocio sin que sea un gasto excesivo. Además, se bebe más, pero alcohol más barato. Pareciera socialmente aceptable beber de día y –menos en el trabajo– en cualquier situación. En cañas, vermuts y cubatas no recorta nadie, casi se ha convertido en algo parecido a hacer turismo de interior.

CUATRO. Dentro de poco se anuncian los nominados a los Oscars y dicen que van a nominar a Cate Blanchett, y ojalá vaya y se ponga un vestido majo, a mí me gusta mucho Cate Blanchett porque tiene algo de dama clásica, altiva, y pienso eso y después leo sobre las noticias del año que apenas salieron en prensa y resulta que en Guantánamo 106 de los 166 presos hicieron una huelga de hambre indefinida y muchos fueron alimentados forzosamente por sonda. La huelga terminó, prácticamente sin reconocimiento de las autoridades ni de la prensa, y pienso en eso y luego en el vestido de Cate Blanchett. No creo que Cate Blanchett diga nada de eso si gana un Oscar. Qué tontería, por qué iba a decirlo.

Si todo esto es una tontería, si todo esto es percepción mía, y mi problema, por qué demonios tengo la sensación de que me han arrebatado mi derecho a la frivolidad, a la celebración, y sólo pesa la conciencia, todo el rato, todo el tiempo, uno, dos, tres y cuatro.

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