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Los disfraces del racismo

Racismo Halloween.

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Acaba de pasar la resaca de Halloween y del puente de todos Los Santos. Estos días he visto cómo por las redes ha vuelto el tema de los disfraces racistas. Este tipo de publicaciones vuelve cíclicamente en carnavales y halloweens: “Mi cultura no es un disfraz”. También en navidades y otras festividades nacionales en las que se practica el blackfacing (personas blancas que se disfrazan de negras, pintándose la cara, además de otras cuestiones). También vuelve la misma retahíla de respuestas a estos posts: que cómo va a ser racista si es humor, que cómo va a ser racista si es apreciación cultural, o mi respuesta favorita: “Sois la generación de cristal, ahora no se va a poder hacer nada”. Todo respondido en su mayoría por personas no racializadas (chequead los comentarios de los enlaces).

La primera vez que tomé contacto con disfraces problemáticos fue antes de mi deconstrucción antirracista; vi un vídeo en el que explicaban por qué disfrazarse de Baltasar haciendo blackfacing era racista. Recuerdo que sentí sorpresa y le pregunté a mi compañera de trabajo que qué le parecía:

-No tía, si es una cabalgata para niños, no creo que sea racista, es un poco exagerado ese vídeo.

-Supongo… -contesté yo, pero algo se quedó en mi cabeza, como un ruidito molesto.

Si queremos ver por qué los disfraces son racistas y problemáticos, hay mucho contenido divulgativo como esta charla Ted de Lucía Mbomio o este reel de Afrocolectiva. Pero, a pesar de las infinidades de argumentos expuestos en estos posts, en lugar de reflexionar, la respuesta muchas veces es: NO. Y ya.

¿A qué viene esa defensa flagrante y esa resistencia a siquiera admitir que los disfraces son racistas? ¿La comunidad racializada se está quejando de más? ¿Es la ilusión de los niños todo lo que cuenta en la cabalgata de Reyes? ¿Vale todo si es con humor y una festividad? Ya lo decía mi profesor de filosofía: “El infierno está plagado de buenas intenciones”.

Si miramos fuera de la racialitud, paralelamente este Halloween en EEUU, tras el éxito de la serie del asesino Jeffrey Dahmer, muchos medios y celebrities estuvieron instando a la población a no disfrazarse de él. Familiares directos de las víctimas del carnicero de Milwaukee lo estaban viviendo con suma violencia, tanto el éxito de la serie como ahora los disfraces. ¿No veis sumamente violento disfrazarse de La Manada? ¿De Miguel Carcaño y Marta del Castillo? ¿De Asunta Basterra y sus padres? Sucesos nacionales recientes tan violentos que dejaron traumatizada a nuestra nación (o al menos a mí). Me sentiría sumamente ofendida y violentada si lo viera en una fiesta, ni el humor ni la celebración serviría para enmascarar este mal gusto. Un disfraz puede ser ofensivo, puede ser violento.

Reflexionando, creo que lo que se está tratando aquí no son los disfraces en sí mismos. Mientras la comunidad racializada quiere menos racismo, la comunidad privilegiada quiere seguir ejerciendo sus privilegios, pero ojo, ejercer privilegios y opresión pero sin que sea privilegio ni opresión, que las actitudes y comportamientos señalados como ofensivos o racistas, mágicamente, no lo sean, no duelan ni sean violentos (¿porque eso les haría racistas?, y claro, no lo son). Deconstruidos con 0 unidades de esfuerzo (¿o simplemente ceguera?).

-Oye, los disfraces que tenéis son racistas porque reproducen estereotipos, te los pones desde la burla, desvinculas el significado original y lo distorsionas, y todo esto es muy violento para la minoría a la que pertenezco.

-No, no interfieras en mi libertad. Quiero disfrazarme de lo que quiera, cuando quiera y como quiera, y como no es racista, no te puedes ofender, además soy aliado deconstruido en la lucha y tengo un amigo negro.

Amiga, como dice el sabio refranero español: teta y sopa, no caben en la boca. 

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