No te enfades, Mariano
Padres Atención. Niños, id con cuidado. Si os encontráis con otro niño con gafas y barba llamado Mariano Rajoy aproximaos con precaución y jamás solos, siempre con la supervisión de un adulto. Está muy enfadado y no quiere darse la mano, ni jugar al Veo Veo, ni lal escondite inglés, ni al Scattergoris aunque le aceptéis PP como animal de compañía.
El presidente en funciones anda tan enrabietado que ya no le gusta tanto estar de interino. Ahora mismo está dispuesto a presentarse a la investidura a la cual renunció por dos veces, pensando que los demás niños tampoco iban a querer jugar con Pedro Sánchez y al final le nombrarían delegado de la clase porque siempre ha sacado las mejores notas en los exámenes.
Pero los otros niños sí querían jugar. Así que el plan ha fallado y el niño se cabrea, lo típico. Pasa en las mejores familias, como cuando tu cuñado se emborracha en una boda y empieza a largar lo que de verdad piensa de su nueva familia.
Mariano Rajoy quiso escenificar que el problema es el líder socialista, que si no fuera por Pedro Sánchez y su circunstancia hace semanas que tendríamos un gobierno popular con el apoyo o la abstención socialista, la bendición de los mercados y el descanso de los editorialistas de la capital. Pero la escenografía se le ha quedado en la gamberrada de un niño malcriado o, peor aún, en el gesto despectivo del señorito que sólo demuestra respeto ante los de su condición mientras a los demás sólo les enseña los botones de su chaqueta.
A Mariano Rajoy le está perdiendo lo mismo que condujo a la derrota y el olvido a muchos de sus adversarios y él siempre supo aprovechar a su favor: la soberbia y el menosprecio hacia un rival a quién considera inferior por naturaleza simplemente porque todo el mundo lo dice, y si todo el mundo lo dice será porque es verdad.
Ni se le ha pasado por la cabeza que Pedro Sánchez pueda llegar a presidente y constatar que cada día está más cerca le exaspera de tal manera que le lleva a cometer errores de manual. Cuando la realidad no te gusta, cabrearte con ella no lo arregla y exhibir tu cabreo en público solo vuelve más débil. El Mariano Rajoy de antes solía saber esas cosas. Venían en su Código Mariano. Así empezó Esperanza Aguirre y mira como ha terminado.