“España va bien”, según Rajoy (remake siniestro serie B)
Hace un par de días, en el debate a cuatro que vimos en televisión, Rajoy dijo que no haría más recortes sociales porque, básicamente, ya los había hecho todos. Gracias. En una carta dirigida a Juncker, sin embargo, se comprometía a hacer lo que tuviera que hacer para cumplir con el objetivo del déficit; esto es, a pagar entre 8.000 y 10.000 millones de euros que, supuestamente, y según él, iba a sacar de un incremento del empleo (un empleo que, gracias a su reforma laboral, es hoy temporal y precario en más de un 90% de los casos). Puestos a fabular, se diría, para qué cortarse.
En un momento triunfalista sin igual, Rajoy siguió con su siniestro remake serie B y llegó a recordarnos, incluso, que España va bien, que es el país de la UE que más crece, obviando descaradamente que ese crecimiento, según el INE, no se traduce ni se ha traducido en mejores condiciones de vida para las mayorías. Es más, obviando que la desigualdad sigue aumentando, y que la población que ya tenía menos recursos al comenzar la crisis es la que más se ha empobrecido en los últimos años. No dijo “fin de la cita” pero estaba claro que hasta ahí podía leer.
El problema es que a Rajoy se le pasaron demasiados datos en el debate y no había forma de seguirle el hilo. Se le pasó, por ejemplo, que España es en este momento el país más desigual de la OCDE (14 veces más que Grecia); que es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre rentas altas y bajas (después de Estonia); y que el 29,2% de su población está en riesgo de exclusión (casi 13 millones y medio de personas). En España la pobreza infantil se ha incrementado de un 32,6% a un 35,8%, y más de 7 millones de hogares tienen problemas para pagar la electricidad y el gas. ¿Sabrá Rajoy que hay más de 7.000 muertes prematuras provocadas por la pobreza energética?
No debe saberlo, no, porque su gobierno rechazó la propuesta de prohibir los cortes de luz a las personas que no podían hacer frente al recibo, y lleva años permitiendo un sistema de subasta energética que ha engrosado de forma millonaria las arcas de las eléctricas españolas, y de los grandes especuladores financieros como Goldman Sachs o Morgan Standley. No debe saber tampoco que una buena parte del sector patriota de las grandes empresas no paga el impuesto de sociedades en España, y eso que el PP, “español, español, español”... tiene muchos amigos allí colocados. 17 de las 35 empresas del IBEX35, no pagan impuestos en España, fíjense... y 34 de esas mismas empresas tienen filiales en paraísos fiscales. De hecho, mientras la inversión hacia la Unión Europea cayó en un 15% en 2015, la inversión en paraísos fiscales creció un 2.000%. Ya ven... ¡algunos sí que han vivido por encima de nuestras posibilidades!
Por suerte, a estas alturas, con los papeles de Panamá y los de la Castellana, tenemos más claro que nunca que ni uno solo de los millones de parados de este país o de los nueve millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza (el 21,6% de la población española) se han beneficiado de la evasión fiscal que ha alentado el Gobierno del Partido Popular (88.000 millones de euros anuales), como no se han beneficiado tampoco de las SICAV, ni de las llamadas ETVE (Empresa de Tenencia de Valores Extranjeros). El propio ministro Montoro reconocía (sin dar nombres) que muchos de los implicados en los Papeles de Panamá se habían acogido antes a la amnistía fiscal o a la “regularización extraordinaria”, si se prefiere, y que también lo hicieron los de los Papeles de la Castellana, mostrando una inusitada sagacidad… Es para sentirse orgulloso, sí señor…porque al menos los tenían localizados, y eso que aquí tenemos solo un inspector de hacienda por cada 2.000 personas, mientras en Alemania o Francia, la proporción es de uno por cada 800 o 900. Deben trabajar sin descanso… Lamentablemente, como el origen del dinero amnistiado nunca se ha rastreado, lo que se ha hecho sobre todo ha sido reintegrar dinero negro al circuito legal, pero tranquilamente y sin ningún desasosiego.
De modo que gracias a esta política social propia de psicópatas, en España se recaudan 90.000 millones de euros menos que en Europa y esto se traduce, por supuesto, en menos gasto público (43% frente al 46% de la zona euro), menos servicios sociales, y menos inversión pública (18.400 millones menos en sanidad y educación desde el 2009). Debe ser por eso por lo que, desde el 2007, los españoles destinan un 37,2% más a gasto en educación, y mientras el gasto público en salud per cápita se ha reducido en 250 euros por año, la ciudadanía española ha pagado entre 800 y 1.000 euros más al año en impuestos.
En todo caso, está claro que algunos no tienen de qué preocuparse porque el chollo no se les va a acabar. Rajoy le escribió a Juncker para prometerle que, si le votan, se seguirá portando bien. Que si le votan, se dedicará otra vez a recortar los derechos de los ciudadanos en beneficio de los acreedores; que se ocupará de privatizar el espacio público, si es preciso, a fin de pagar la deuda; que utilizará nuestros recursos públicos para salvar los intereses privados de unos pocos. Que blindará al gran capital frente a la democracia y la justicia social. Que hará sus deberes con Europa, faltaría más.
Desde luego, no es extraño que esta Europa sufra una crisis galopante, y que haya dudas fundadas sobre sus credenciales democráticas. Su política de fronteras, y la lamentable gestión que ha hecho de la llamada “crisis de los refugiados” o de la crisis económica, su desbarajuste institucional, su estatalidad jerarquizada, sus ciudadanos de tercera clase, sus mercados bestializados, sus recortes austericidas, su xenofobia, su racismo… todo suma. Pero también es verdad que nada de esto sucedería, ni esta Europa existiría, si no existieran gobiernos estatales como los del Partido Popular.
El desplome del Estado social y la profundización de la desigualdad que hemos sufrido en estos años ha sido el resultado de una política europea que se ha articulado gracias a la complicidad de este tipo de gobiernos. Gobiernos que han apoyado al capital especulativo en perjuicio de los trabajadores, que han reducido al máximo nuestros niveles de bienestar, y que han reprimido a golpe de sanciones cualquier forma de reacción de la ciudadanía. Gobiernos que esquilman a la población, que socializan los costes de su despilfarro, y que solo hablan de democracia para convencer a los ciudadanos de que han de pagar la deuda que ellos contrajeron en su nombre y en beneficio propio.
Y ahora viene Rajoy a pedirnos el voto para continuar la fiesta turbocapitalista del IBEX35, y nos dice con caraplasma que en España todo va bien, pero lo cierto es que en España los datos son demoledores, y que somos muchos los que ya queremos dar esta fiesta por terminada; muchos los que, con todo el cariño, y sin acritud, lo que queremos es que el Sr. Rajoy se vaya de una vez a su registro de Santa Pola y vuelva solo para saludar.