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El exfutbolista Unzué tira de la manta

Juan Carlos Unzué, en una visita al vestuario del Sevilla F.C.

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Andábamos todos con la app de las elecciones gallegas aún instalada en el móvil, las radios disparando ondas, las crónicas diseccionando si fue la amnistía, si fue un plebiscito o si se acabó el amor cuando, sin aviso ni preparación, un exfutbolista que padece ELA, Juan Carlos Unzué, ha tirado de la manta. Debajo de ella estábamos calentitos y ocupados en analizar fibras de lana, votos y metros cuadrados de urna cuando Unzué se ha plantado en una especie de hemiciclo paralelo del Congreso, enmoquetado, con sillones de piel y micrófonos –la sala constitucional del Congreso, que se usa para recepciones y grandes reuniones– y se ha preguntado por qué habría cinco diputados en esa gran sala, cuando ellos, un numeroso grupo de enfermos de ELA, con problemas evidentes de movilidad, habían hecho el esfuerzo de “venir a vuestra casa”.

No deja de ser irónico que estuvieran allí sobre todo porque la ley que iba a mejorar su vida y ayudarles con los enormes gastos que genera esta enfermedad degenerativa –según una estimación de la Universidad Complutense, una media de 34.000 euros al año– no se haya aprobado aún y que tuvieran que ir a decirlo a Madrid, gastando más dinero aún en cuidadores, vuelos o taxis adaptados para encontrar en tan noble mesa tan exigua representación parlamentaria. El eco del puñetazo moral hizo taparse los ojos a los siete padres de la Constitución que presiden la sala.

Unzué ha pedido dos cosas en una alocución que ha dado la vuelta a España y ha hecho que las miradas, que estaban puestas en el noroeste, se reenfocaran hacia adentro, a la intimidad donde anida ese nosotros que somos todos y cada uno. Son dos cosas que se necesitan la una a la otra, para sacar del atolladero diario de lavarse, comer, desplazarse o ir al baño a los casi 5.000 pacientes que conviven con la ELA en España: “Voluntad y empatía”. La empatía como conector para sentir con el otro, no para compadecerse sino para entenderlo y ponerse en su lugar, que no es el nuestro por un capricho del destino. La ausencia atronadora hoy de los 'policymakers' en la sala hace presagiar que hay que cultivarla. Y la voluntad, como gatillo imprescindible para convertir esa empatía en algo que valga la pena para los enfermos que vieron en 2022 cómo se iniciaba un trámite parlamentario por unanimidad en el Congreso y quedaron colgados en verano del 23. La euforia y emoción que suscitan los temas en los que hay consenso –como el gran aplauso durante la desaparición del término disminuido de la Constitución– dio paso a la decepción por el olvido del que había sido un logro esperanzador. Unzué, portavoz de la asociación conELA, ha conseguido este martes sacarnos de la ensoñación y la resaca del recuento de escaños. Todo es importante, todo tiene su urgencia, pero hay cuestiones de justicia urgente. El propio exjugador, que hizo un canto a la vida y las causas justas en un inolvidable programa con Jordi Évole, ha criticado que a veces se les arrincone en la eutanasia. Para poder morirse, inevitablemente primero hay que vivir. Y vivir no es durar, es vivir con la máxima dignidad. Gracias por quitarnos la manta y hacernos sentir una punzada de vergüenza y de frío.

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