Esto con los feminismos no pasaría
“Débil”, escribió este viernes, en redes sociales, el ministro más ultra que tiene el Gobierno de Netanyahu para referirse a Irán tras el ataque que ha sufrido este estado en una de sus provincias estratégicas. “Respuesta severa y dolorosa”, avecinaba un representante iraní, unos días antes, que iba a ser la respuesta de su Gobierno al ataque israelí del 1 de abril a su consulado en Damasco, antes de lanzar cientos de drones y misiles sobre Israel. Irán había prometido venganza por aquella agresión y procedió en consecuencia porque “Israel debía ser castigado” en palabras de su líder Jamenei. Israel dijo que “Irán tenía que pagar un precio” por este ataque, y ahora le toca apretar el gatillo o pulsar el botón al Estado iraní. Y así desde hace más de cuatro décadas, la enemistad entre ambos estados viene de lejos y causando muchos muchos muertos en Siria, Líbano, Irak, Yemen..
Desprecio, venganza, amenazas, castigo, represalias, agresiones… el lenguaje de la violencia patriarcal en su máxima expresión. Eso representan los Estados de Irán e Israel con sus actos, sus declaraciones y sus políticas de muerte. Representan la crueldad y alardean de la espiral de odio que agitan con su fundamentalismo político y religioso impregnados de importantes intereses económicos. Gobiernos que controlan el poder político, religioso y económico. Gobiernos que imponen regímenes de terror, represión, persecución y muerte a quienes consideran seres inferiores sean las mujeres para el régimen iraní o la población gazatí para el Gobierno israelí.
Japón, China, la UE, Estados Unidos, Reino Unido, Egipto, Turquía, Argelia… piden a ambos países “contención”, “calma”, “diálogo”, “moderación”. No desean que haya una escalada bélica. Irán, a diferencia de Gaza, es un actor estatal y una potencia nuclear e Israel, a diferencia de las mujeres iranís que son perseguidas y los condenados a muerte que las defienden, es un aliado clave para Occidente. El miedo a una escalada no tiene que ver tanto con la pérdida de vidas humanas, puesto que, por lo pronto, más de 30.000 gazatis han sido asesinadas por Israel y casi un millar de personas en la persecución a quienes rechazan el uso del velo en Irán. Es la desestabilización de una zona geopolíticamente clave para la economía de todos estos países lo que preocupa al reconocer que la paz que necesitan para sus negocios está en manos de líderes políticos de masculinidad frágil, fácilmente ofendibles y que utilizan la violencia machista, racista y supremacista, política y religiosa, como mecanismo de control y obtención de respeto.
Las guerras, todas las guerras y conflictos armados, son la representación desmedida y violenta de ese orden patriarcal que son las ideologías anti derechos humanos. No en vano la violencia sexual contra las mujeres y las infancias y adolescencias forman parte de ese botín de guerra y también son parte de la estrategia de destrucción del enemigo. Con los feminismos esas guerras no sucederían. Nótese que digo con los feminismos en plural porque soy consciente de que hay facciones dentro del movimiento feminista que atacan la dignidad de algunas personas (por ejemplo, las personas trans) deshumanizándolas de forma muy similar a como hacen los señores de la guerra contra quienes quieren borrar de la faz de “su tierra”.
Irán e Israel encarnan en este momento todo lo que los feminismos detestamos. La imposición violenta de las normas de unas sociedades patriarcales que solo piensan en clave de venganza, operaciones militares, arrestos, agresiones sexuales, represiones de las protestas, vetos, asesinatos de mujeres y niños, ocupación de tierras, torturas, hambrunas, crueldad, humillación, impedir el acceso a la educación, a la atención sanitaria, a la ayuda humanitaria, el reclutamiento forzado de los más jóvenes… Todo ello en medio de la impunidad que les garantizan sus aliados en esa cohesión patriarcal que les une. Países que, ahora piden contención asustados porque saben que en la lógica patriarcal cada golpe se devuelve con otro golpe más fuerte que haga daño y genere sometimiento, porque lo que está en juego entre Irán e Israel es la imagen de fuerza y de debilidad. En definitiva, la propia masculinidad de sus gobernantes como si se tratase de la identidad de toda la nación.
Dice Swati Parashar, en su texto sobre Generizar las guerras y sus cuerpos, que “una lectura de la guerra con perspectiva de género altera estas narraciones, desmiente los mitos bélicos e impide perpetuar la idea que la guerra es un resultado natural de los conflictos de la sociedad”. No puedo estar más de acuerdo. Por eso, una vez más acudamos a los feminismos para analizar lo que está pasando, porque solo así serán las personas las que ocupen el lugar central en lugar de los tiranos que las gobiernan. Podemos centrarnos en humanizar lo que está pasando y enfatizar la defensa de los derechos humanos para reforzar las democracias, en vez de militarizarnos y creer que con más armas se defiende mejor la paz cuando la verdad es que con más arma lo único que se defiende es la guerra.
66