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El funambulista Sánchez

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.
1 de noviembre de 2023 22:09 h

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Hay cosas que solo pueden salirle bien a Pedro Sánchez. Para unos es baraka, para otros es colmillo político y también los hay que lo atribuyen a una falta de escrúpulos. Por lo que sea, tal vez por una mezcla de todo eso, si el presidente del Gobierno logra al final repetir en el cargo será porque a astuto no le gana nadie. Esa habilidad explica que el PSOE pueda fotografiarse un día con Carles Puigdemont y rehabilitarlo como interlocutor político y solo unas horas después erigirse como el mejor garante de la continuidad de la monarquía española. El mensaje a propios y adversarios es que España no se rompe por más que se repita en editoriales y tertulias cada dos por tres.

Sabemos qué ha hecho el PP para resolver el problema con Catalunya. O nada o empeorarlo. Y lo que ha logrado el PSOE. Rebajar la tensión y ahora, forzado por la aritmética, explorar una vía de resultado incierto pero que, de consumarse, tiene un primer efecto nada desdeñable: conseguir que todo el independentismo con representación en el Congreso, es decir, no solo ERC, abandone el enfrentamiento permanente (y hasta ahora estéril). Ya no hay “mandato del 1-O”, no se exige el referéndum como condición para avenirse a negociar y no se promete la independencia para pasado mañana. Son renuncias que Junts ha asumido. Las mismas que este partido le afeaba a ERC la pasada legislatura pese a que tanto entonces como ahora es política, la practiquen los republicanos o Puigdemont.

El trágala para muchos votantes socialistas no es pequeño porque tampoco lo es el volantazo de Sánchez. Es lógico que los haya que se pregunten si era necesario fotografiarse frente a una imagen del 1-O en la que aparece una urna en primer plano o pasar de llamar prófugo a Puigdemont a referirse a él como president en un comunicado del PSOE (más allá de que ese es el trato protocolario que se aplica a todos los que han ocupado tal cargo en la Generalitat). 

En la explicación más clara que el líder socialista ha dado, el pasado sábado ante el Comité Federal, acertó al reconocer que hace “de la necesidad virtud” y que se necesitan los votos de Junts para evitar un gobierno del PP con Vox. Frenar la llegada de Feijóo a La Moncloa con Abascal de vicepresidente es acicate suficiente para que el pacto con Puigdemont sea aceptado incluso por los menos entusiastas. 

Si el presidente del Gobierno cree de verdad que el posible acuerdo, que la militancia socialista está votando sin saber qué se vota, es el paso adelante que necesitan Catalunya y el resto de España para avanzar en “la concordia”, si la amnistía se ha diseñado pensando en el bien común o si lo hace solo para sobrevivir es algo que solo él sabe. Probablemente quería convencerse de que Puigdemont era una “anécdota” cuando lo dijo en campaña y tal vez ahora quiera pensar que tampoco está tan mal que el expresident se avenga a dialogar y abandone (aunque sea por la vía de los hechos y no de las palabras) aventuras unilaterales. 

Además, al menos el PSOE se ha esforzado en pacificar Catalunya y no solo porque vuelva a ser su mejor granero electoral. La propuesta del PP, por iniciativa propia y para no perder comba con Vox, es incendiar la calle. O intentarlo. Aunque como bien sabe Alberto Núñez Feijóo y si no ya se encargan de recordárselo los empresarios y lobis cada vez que viene a Catalunya, si algún día quiere ser presidente del Gobierno más vale que empiece a mirar a Junts como una opción para futuras alianzas. 

Sánchez puede estar desbrozándole el camino al devolver el partido de Puigdemont al tablero y, como el propio Feijóo reconocía hace unos días en Barcelona (ahora solo falta que se atreva a decirlo en Madrid), Junts es más afín en políticas económicas y otras con el PP que con el PSOE y por supuesto, mucho más que con Sumar o Bildu. 

El tiempo dirá si Sánchez tiene razón cuando ante los cuadros de su partido defendió que su apuesta permitirá “el reencuentro total en Catalunya”. Sonó un poco pretencioso. Veremos cómo acaba pero con que las cosas no empeoren ya habrá valido la pena. 

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