Un gobierno con más de siete vidas

Para quienes ya auguran una vida muy corta al nuevo gobierno, les traigo una mala noticia (o buena, según la parroquia): tenemos gobierno para largo. Legislatura completa, y diría que hasta segunda legislatura. Ya sé que es temerario hacer pronósticos en este tiempo loco, y vaticinar cualquier cosa horas después de la investidura parece una muestra de optimismo ingenuo (o pesimismo, según la parroquia). Pero ni soy ingenuo, ni confundo la realidad y el deseo: es que este gobierno trae de fábrica unas cuantas vidas extra, las que suman entre sus dos cabezas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dos gatos de siete vidas que ya han consumido varias pero aún tienen de sobra.
No sorprende que, pese a tanto enfrentamiento y distancia, Sánchez e Iglesias hayan terminado por entenderse y hoy se abracen fuerte: tienen mucho en común. Llegaron a la política estatal al mismo tiempo, a mediados de 2014 (parece que llevan toda la vida ahí, pero no hace ni seis años); y en sus cortísimas biografías políticas acumulan cicatrices que a otros les cuestan medio siglo. Yo me los imagino, en la intimidad, como aquella mítica escena de Tiburón en que los protagonistas competían por ver quién tenía más cicatrices: “Mira, Pablo, esta es de cuando el Comité Federal me apuñaló”. “Eso no es nada, Pedro, este mordisco me lo dio Errejón, que era como mi hermano; y este pellizco es de Carmena”. “Espera, que aquí tengo un arañazo infectado de Susana, y esta señal es de un editorial de El País…”
¿Cuántas veces hemos dado por muertos a Pedro y Pablo, y cuántas veces han resucitado? Al hoy presidente del Gobierno lo vimos hundir electoralmente a su partido hasta mínimos históricos, ser defenestrado por los suyos, perder dos investiduras, fracasar en la repetición electoral… Y por las mismas, nos asombró al resistir al sorpasso, recuperar la secretaría general, alcanzar la presidencia en una moción de censura imprevista, y este martes ganar por fin una investidura.
En cuanto a Iglesias, lleva cinco años sobreviviendo a divisiones internas, abandonos de gente muy próxima, decepciones electorales, encuestas adversas, aparte de sucias campañas mediáticas que se habrían llevado por delante a cualquier otro con la mitad de munición. Hace unos meses, muchos lo dábamos por muerto políticamente: su tiempo había pasado, haría mejor en retirarse y no ser un lastre para su partido, Errejón le iba a comer media tostada, el fallido gobierno de coalición era su último cartucho, estaba desgastado, su capital político consumido y su carisma apagado… Y ahí lo tienen, a punto de prometer el cargo de vicepresidente del Gobierno.
En un tiempo-trituradora como el que vivimos, cuando el vendaval político de los últimos años se ha llevado por delante a la mayor parte de la generación anterior y a no pocos de los recién llegados, hay que reconocer y hasta admirar la capacidad de supervivencia de quienes ahora se disponen a gobernar juntos. Si al gobierno le añades a Alberto Garzón, que también sabe algo de resistir en la adversidad, entre todos aportan vidas extra como para una larga temporada.
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