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Grecia, el corazón herido de una Europa muerta

Más de mil refugiados esperan a ser alojados en un buque en la isla griega de Kos

Rosa María Artal

Están en la calle, a la intemperie, sin recursos ni apenas atención. Son hombres, mujeres y niños llegados a las costas griegas huyendo de sus países en conflicto –Siria sobre todo-. El ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, se desgañita pidiendo ayuda. No menos de 125.000 personas se encuentran en esas condiciones: muy precarias. Grecia, la puerta grande de Europa, no deja de verlos llegar. Hasta un 750% más que el año pasado, según cifras del ACNUR. Los que consiguen la meta. En este verano de muerte los naufragios han segado la vida de muchos que se arriesgaron a intentarlo.

El anfitrión está desbordado. Recibe a refugiados con las arcas y las despensas vacías. Porque Grecia también ha sufrido un golpe mortal este agosto. La tragedia se consumó. Ante la indiferencia general, Alemania ejecutó su venganza con la aquiescencia del resto de los mandatarios de la UE y castigó con dureza inaudita la osadía del nuevo gobierno griego de convocar un referéndum.

Se acabó la democracia en Grecia –dado que se limitan a cumplir órdenes– pero también la que formalmente existía en Europa. No tiene explicación racional alguna convertir a Grecia en un protectorado por consultar a los ciudadanos afectados. La UE no es un colegio donde el matón impone su ley, debería ser un club de socios. Lo seguro es que está lleno de personas dentro. El ministro de finanzas, Varoufakis se fue, y Tsipras firmó su derrota y rendición. Es increíble que siga al mando del gobierno, después de haber defraudado de tal forma a los griegos a los que consultó. Dijeron OXI, no, en modo alguno acataron lo impuesto como se están obligando a hacer. Y si no hay otro remedio que acatar -como dicen- se dimite.

Las noticias que llegan de Grecia nos hablan de que no son libres ni de comprar aspirinas, hasta que no devuelvan el rescate. Con intereses, por supuesto. Pero llega el dinero, y lo primero es pagar a la UE, y después a los bancos, siempre los bancos. Y no queda apenas nada para la gente. La UE, o quienes mandan en ella, se dispone además al proceso habitual: recortar pensiones y vender o malvender cuanto quede de valor en infraestruras y servicios. Y hasta su territorio: han puesto a la venta islas. Lo que representa una medida medieval a los vencidos en la cruzada. Y mientras Alemania “ahorra” 100.000 millones de euros con la crisis griega. El FMI se ha desmarcado. Dice que la deuda es impagable y que tampoco este rescate funcionará. No para Grecia, no para los griegos, sí para los bancos y “mercados” y quienes dirigen sus asuntos en la UE.

Así está el corazón de Europa. Con los parias del continente, sojuzgados, recibiendo sin medios, sin casa, cama y comida, a los expulsados del Orden desordenado impuesto. Abofeteando con su injusticia y su dolor a quien tenga un gramo de conciencia. Todo esta condena es para que la empresa Europa S.A. funcione. Solo para quien manda en ella. Si las personas descuadran sus balances, se les tacha.

Cuesta creer que se esté consintiendo esta macabra historia. Y aquí al lado nuestro. Que miremos para otro lado, que sigamos disfrutando del verano como si fuera normal lo que no lo es en absoluto. Se afana Rajoy en dejar el trabajo hecho para la convocatoria electoral: el Estado del Bienestar en los huesos, las pensiones a punto de caramelo como denuncia hasta el PSOE, y desde luego la soga de la Deuda Pública con 300.000 millones más de como la tomó, en récord histórico hasta sobrepasar el billón de euros. Será impagable. Habrá que hacer recortes. Más. Vender. Más. Acallar. Más. Morir al palo.

Con Grecia han sembrado la idea de que no hay otra solución que tragar este cúmulo de arbitrariedades. Que Alemania decide y ordena por mandato divino. Y que siempre será así, cada vez peor. Cada vez comiendo más vidas y futuro del Monopoly que se juegan con nosotros como fichas. “Deutschland, Deutschland über alles” (Alemania, Alemania, por encima de todos).

Víctimas de distintos orígenes laten, con muchos jirones, en el corazón de Europa. Pero ese corazón está vivo en cada uno de los que se echan al mar para salir adelante o al trabajo para cambiar los designios de la que quieren profecía autocumplida. Un corazón que palpita en la Europa muerta de los carroñeros y sus súbditos silentes.

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