Hartos de campaña y hambrientos de democracia
Le está ocurriendo a mucha gente. A mí sí, estoy agotada ya de la campaña electoral que empezó hace unas horas. En la izquierda se habla de las elecciones menos ilusionantes en mucho tiempo y sin embargo son decisivas al máximo: al punto de que pueden cambiar radicalmente el rumbo de un país.
La corte mediática que acompaña al candidato coyuntural del PP da vergüenza ajena. Y es clave decisiva en este momento. Dice el presidente de un partido que ha metido en las instituciones a la ultraderecha oficial y sus censuras democráticas que pide “un gobierno en solitario sin intermediarios que cobren una comisión”. ¡Ahí queda eso!, sus socios de Vox en las locales han pedido derechos de las mujeres, del colectivo LGTB, de la Memoria Histórica, del cuidado del Medio Ambiente... y el PP se los ha dado sin rechistar. Y eso era solo el aperitivo como han demostrado al presentar completo su programa electoral este viernes
A veces, Feijóo parece estar probando el aguante del personal cuya inteligencia insulta. Como con la lista más votada que solo rige si es la del PP. Descubre Feijóo a estas alturas de su vida el mecanismo electoral: que le den la confianza ¡“a alguien que pueda liderar España y si no lo hace bien que se la retiren a los cuatro años”! No me diga usted. Y además “que le dejen gobernar para todos y no para unos pocos en contra de la mayoría”. Esto ya es el colmo: el partido que gestiona solo en beneficio de los ricos allí donde puede y sobre todo para ellos mismos, para ese clan sin escrúpulos que forman. Es lo que han demostrado sin pausa y sin resquicio durante años.
La nota de color -azul intenso; negro, según se mire- la ha puesto el programa presentado por Vox. Fortalecido por sus pactos con el PP, se lanzan con él a un salto atrás de más de medio siglo, que pretende derogar todos los avances desarrollados en ese tiempo. Vox propone suprimir las autonomías, derogar la ley del aborto, la eutanasia y todas las leyes de género y LGTBI. Veto parental, centros de educación diferenciada e incluir “en los currículos contenidos sobre la historia de España”, “con especial atención a las gestas y hazañas de nuestros héroes nacionales y símbolos de la nación, especialmente la bandera, el himno y la corona”. Su España soñada, la que nunca existió.
Realmente es de no creer encontrarnos en esta situación. Que un gobierno que sí ha sacado adelante el país en circunstancias realmente adversas (las zancadillas del PP incluidas) tenga que defenderse, dicen. Pero ya saben los milagros que opera la prensa sucia y cómo, lejos de remediarse, ha empeorado. En ese punto hay poco que hacer salvo apelar a los votantes que conserven algún grado de cordura siquiera en lugar recóndito de su cerebro para que reflexionen si de verdad quieren que se baje el salario mínimo y las pensiones, se aumente la edad de jubilación a los 70 o 72 años como piden los empresarios, que además entran en campaña para pedir “un cambio de rumbo” con sus candidatos interpuestos.
Las cifras económicas de España funcionan. Miente Feijóo cuando las cuestiona. Los datos de organismos como Eurostat, Banco de España, OCDE e INE reflejan la realidad. Es cierto que la inflación disparada por la guerra nos ha azotado. Y que somos un país que parece tener becados a los bancos y a las eléctricas. Pero si un solo ser sobre la tierra piensa que el PP actuaría con más rigor sobre estas empresas es que no sabe donde vive. Todo lo contrario. La excepción ibérica lograda por el gobierno progresista español en este punto algo, mucho, allanó.
Un sainete chirriante y macabro de dos semanas que no es una verdadera campaña electoral por las trabas y condicionantes que la asolan, una degeneración más de lo que se venía gestando, que se inicia además con un único debate en una empresa privada de comunicación marcadamente afín al PP y con al menos uno de sus dos entrevistadores (siendo generosos) que se deja cada noche que se sienta ante la cámara la objetividad debajo de la suela de sus zapatos. Te pones a pensar en todo este emplasto espantoso y, sí, parece que te brotan sapos y culebras.
De otro lado, sufro ya un profundo hartazgo de sonrisas, espectáculo y frivolidades. Y no me apeo de mi respeto a la lealtad que debe formar parte fundamental de cualquier persona que se dedique a la política.
Si hay que ponerse una pinza en la nariz para votar, lo haré por quienes más hayan trabajado por los ciudadanos y menos me hayan molestado sus incoherencias y traiciones.
Ninguna novedad, sabemos qué van a decir todos, y las mentiras que colarán los farsantes habituales. Las pagaremos la sociedad en su conjunto.
No me hagan mucho caso, de cualquier modo, tengo preocupaciones más serias que la de si hará mucho calor el 23 de julio y ni siquiera me planteo disfrutar de unas “merecidas vacaciones”. Sé que no podemos perder lo que tanto costó ganar en democracia, en derechos, en Estado del Bienestar, en sanidad que cuide de todos, educación que forme ciudadanos íntegros, cultura amplia, diversa y creativa que nos enriquezca, en fronteras abiertas al mundo. Y en decencia, limpieza, verdad. Y todo eso y más está en peligro. Muy en peligro, drásticamente acosado.
Casi al mismo tiempo que comenzaba la campaña me llegó por WhatsApp este poema de Marina Gil que difundió Spanish Revolution hace tiempo. Y lo escuché y lo reenvié. Y me llegaron respuestas. Les voy a dejar con una porque me siento plenamente identificada y con seguridad es el sentir de muchos viejos demócratas que se dejaron la piel por la libertad.
“Estoy llorando porque ese abuelo puedo ser yo y estoy llorando en mi interior porque me faltan fuerzas para salir a pelear y detener a los fascistas, adoradores de crematorios con rojos dentro, que es ahí donde nos quieren meter. Un abuelo que llora en su interior a diario el perder de nuevo aquella guerra, que no pone la tele por miedo a ver a los nietos de aquellos carniceros deseando para este país de nuevo el subdesarrollo al que nos llevaron. Es lo que hay y este pueblo está donde quieren que estemos los que mandan en la sombra y seiscientos sinvergüenzas más. Apelo al No Avanzarán, No pasarán. El pueblo de ciudadanos libres tiene que responder a los cabestros incultos de dos patas, este país así no lo quiero para mis nietos. Escribe, escribe mañana y todos los días avisando de lo que les viene a los nuestros. Yo haré lo que pueda, nos llegó la hora (de nuevo) de romper los muros de las conciencias de los dormidos”.
Y así estamos. Otra vez. Y es lo que, segun sienten muchos, se decide el 23J.
57