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Solo hay una manera “legítima” de entender y respetar la fiesta

Desfile de la compañía mixta Jaizkibel en el alarde de Hondarribia.

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Hay temas, problemas, conflictos y debates muy locales o muy personales que, sin embargo, tienen una dimensión universal. Así ocurren las cosas, así se generan avances –o retrocesos– sociales y así se van “descubriendo” nuevos derechos y profundizando en los anteriores.

No es la primera vez que escribo sobre lo que ocurre –sí, sí, sigue ocurriendo– en los Alardes de Irun y Hondarribia, en Gipuzkoa, y también en otros muchos lugares. Pero hacía ya unos años que no lo hacía y, dado que las cosas no avanzan sino demasiado lentamente, creo oportuno recordarlo. Máxime cuando el marco social y político no admite ya, al menos formalmente, de ninguna manera, ningún hecho o actitud discriminatorios ni sobre las mujeres ni sobre ninguna persona perteneciente a ningún grupo humano de cualquier característica. Marco que, aunque aún tiene que recorrer mucho camino para normalizar la igualdad de las personas en libertades y en dignidad, se ha ido afirmando y consolidando con mucho esfuerzo, sacrificio, lágrimas y mucha generosidad de muchas.

Pues bien, pese a ello, siguen produciéndose hechos extraordinariamente graves en muchos terrenos, siendo innecesario citarlos todos, porque todas conocemos alguno. Afortunadamente, algunos de estos hechos acceden a los medios de comunicación y son adecuadamente abordados en el debate social desde el marco de la igualdad. A este debate trato de contribuir con esta columna.

Unos de estos gravísimos hechos suceden cada 30 de junio en Irun y cada 8 de septiembre en Hondarribia, en la celebración de sus tradicionales desfiles de armas –Alardes– en recuerdo de determinados acontecimientos históricos ocurridos en 1522 y 1638 respectivamente. Desde aquellas fechas, estos Alardes se habían celebrado con la participación exclusiva de hombres en todos los papeles, excepción hecha de la cantinera de cada compañía. 

Pero todo tiene un límite y hay hechos que revientan las costuras de la igualdad. De modo que, desde hace ya años, unos treinta, muchas mujeres –y también hombres– han querido tomar parte en estos Alardes en pie de igualdad, sin que ello haya sido posible de manera normalizada. Y sin que ello haya permitido tampoco una vida normalizada en ambas localidades y en los entornos de las personas que han luchado por una fiesta en igualdad, ya que, aunque parezca increíble, desde entonces las vidas de estas personas y de las que se han ido incorporando a este movimiento cambiaron, sufriendo una respuesta extremadamente dura que les ha afectado a ellas y a sus entornos más cercanos.

Y ha de resaltarse también que la cuestión se ha abordado asimismo en los Tribunales y en las instituciones de representación política concernidas – léase Ayuntamientos, Diputación Foral de Gipuzkoa, Parlamento y Gobierno Vasco–, así como en instituciones de defensa de derechos como Emakunde –Instituto Vasco de la Mujer– y Ararteko –Defensor del Pueblo–.

La respuesta judicial fue, en mi opinión, muy tibia, en el sentido de haber admitido la celebración de actos o Alardes “privados” que, por ello, y al no ser exclusivos ni públicos en sentido legal estricto, no generaban discriminación, si bien también han recordado con rotundidad que, de acuerdo con las previsiones constitucionales y legales, corresponde a los poderes públicos –con expresa cita de los Ayuntamientos– promover la igualdad real y efectiva y remover los obstáculos que la dificultan. 

Así, con base en esta doctrina, hoy todavía, “coexisten” en Irun y Hondarribia dos desfiles –con fórmulas jurídicas diversas y sin entrar ahora en detalles, pues las cosas no suceden de manera exactamente idéntica en ambas localidades–: uno “tradicional”, en el que las mujeres solo pueden tomar parte como cantineras y, por tanto, discriminatorio, sin duda alguna, y otro en el que mujeres y hombres participan en igualdad y libertad. 

Y esta “coexistencia” se plasma en la ya demasiado asentada frase de que “hay dos maneras de entender la fiesta”. Frase tramposa, mendaz y que trata conscientemente de ocultar y disfrazar la realidad, ya que, por muy privado que sea un acto o un espacio determinado, no está a salvo de la obligación de respetar el principio de igualdad y el derecho a la no discriminación, máxime cuando los referidos Alardes son actos festivos – los actos festivos anuales más relevantes en estos dos casos– en la vía pública, contraviniendo así la Ley de Igualdad de Euskadi y otras normas, que prohíben expresamente la organización y realización de actividades culturales en espacios públicos en las que no se permita o se obstaculice la participación de las mujeres en condiciones de igualdad con los hombres.

Sin embargo, la legalidad constitucional y ordinaria no ha logrado aún imponerse en estas fiestas. Y lo más grave es que aún no se ha logrado la definitiva implicación de todos los poderes públicos por una fiesta igualitaria. 

Aunque este año, y esto ha de valorarse positivamente, ha habido algunos avances, tras años de estancamiento e, incluso, retrocesos. Y es que, en Irun, por primera vez en la historia, el que desde 2003 es alcalde, José Antonio Santano –del PSE-EE– , ha recibido al Alarde mixto, después de años en los que solamente recibía al tradicional, al discriminatorio. Y lo mismo ha ocurrido en Hondarribia, en que el nuevo alcalde, Igor Enparan, ha hecho lo propio. Lo realmente grave, desde la valoración política, es que ninguno de los alcaldes anteriores –PNV en Hondarribia– lo haya hecho o que en Irun la posición del alcalde del PSE-EE haya sido la que relato.

Y también ha de destacarse que, pese a que el diputado general de Gipuzkoa, de Bildu, Martin Garitano, recibió a los Alardes igualitarios en los años de su mandato, entre 2011 y 2014, el regreso del PNV al gobierno de la Diputación en el año 2015 –en coalición con el PSE-EE– ha supuesto un retorno al desprecio institucional al Alarde mixto, un claro retroceso de la actuación política institucional, pues no ha sido sino hasta este año de 2023 que se ha producido un cambio de actitud y que la diputada general, Eider Mendoza, ha recibido a la Compañía mixta Jaizkibel en Hondarribia, el pasado viernes 8 de septiembre. 

Pero no se crean que aquí acaba todo. Lo cierto es que esas recepciones a los desfiles mixtos se han sumado a las que se han hecho a los desfiles discriminatorios, de manera que no ha habido real distinción institucional entre ambos. O sea, que, para determinadas instituciones, discriminar o no discriminar en la fiesta es irrelevante y ambas posiciones merecen el mismo tratamiento institucional porque, como he dicho, “hay dos maneras distintas de entender la fiesta y ambas han de ser respetadas”.

No ha sido, afortunadamente, la actitud de todas las representaciones políticas. Si mi información es correcta –espero que sí, pues bebe de fuentes públicas ordinarias–, tanto los grupos políticos municipales de EH Bildu y Elkarrekin Podemos-IU han recibido a la compañía mixta e igualitaria, pero no al Alarde discriminatorio. Tal como lo han hecho igualmente la Directora de Emakunde y el propio Ararteko. Y, al contrario, la representación del PNV y el PSE-EE en el Ayuntamiento de Hondarribia no han acudido a recibir a la Compañía Jaizkibel, pero sí lo han hecho con el Alarde discriminatorio.

Alguien tiene mucho que explicar. Notablemente el PNV y el PSE-EE. Porque no es admisible una apuesta institucional por normalizar una especie de tercera vía para mantener la coexistencia de estos dos desfiles y mundos paralelos. Cierto que hay avances en cuanto que cada vez son menores los ataques –incluso físicos– al desfile mixto, pero ello no es sino la necesaria expresión de un derecho a la igualdad y a la seguridad. 

Ahora bien, esta manifestación de equidistancia es injusta y errónea, pues no es igual discriminar que exigir igualdad ni son las que comento dos visiones válidas de entender una fiesta, ya que no lo es desde el punto de vista de los derechos humanos el papel reservado a las mujeres en una de estas dos concepciones.

No hay varias maneras “legítimas” de entender una fiesta desde el marco de la igualdad. Esto no es asumible en términos democráticos y jurídicos. Así, la reivindicación de muchas mujeres y hombres de Irun y Hondarribia sobre su presencia igual en el Alarde –en un único Alarde del pueblo, un Alarde igualitario– interpela directamente a las instituciones y a la ciudadanía, en clave de legitimidad democrática. 

Hacen falta muchos más pasos y mucho más decididos por parte de todas las instituciones, sin complejos, para que la igualdad sea real y efectiva. ¡A por ello!

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