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Los hechos son testarudos

Irene Montero saluda a Pedro Sánchez durante el debate de los Presupuestos Generales de 2019.

Javier Pérez Royo

Por muchas vueltas que se le dé a los resultados electorales de diciembre de 2015, julio de 2016 y abril de 2019, el cuadro resultante para la gobernabilidad del país no cambia. Hay un empate entre el bloque constituido por las dos derechas en 2015 y 2016, o las tres en 2019, y el constituido por las dos izquierdas en esas tres convocatorias electorales.

Hay diferencia en la composición interna de cada uno de los bloques. En el de las derechas, en 2015 y 2016 hay prácticamente dos partidos, el primero de los cuales, el PP, dobla en número de votos al segundo, Cs, y lo triplica o casi quintuplica en número de escaños. Vox tiene una presencia testimonial en votos y nula en escaños. En 2015 suman 10.774.046 votos y 163 escaños (123+40). En 2016 suman 11.076.735 votos y 169 escaños (137+32). En 2019, el número de votos de las tres derechas sigue siendo el mismo, 11.169.796, pero el número de escaños se reduce a 147 (66+57+24).

En el bloque de las izquierdas hay un equilibrio inicial en votos y escaños entre PSOE y Podemos, que suman en 2015 y 2016 11.643.131 y 10.474.443 votos, y 161 (90 +71) y 162 (85+77) escaños. Dicho equilibrio se desvía a favor del PSOE en 2019. De los 11.213.684 votos que obtienen las izquierdas, al PSOE le corresponden 7.480.755; y a Unidas Podemos 3.732.929. En escaños el PSOE triplica a Unidas Podemos, 123 a 42.

En las relaciones entre los dos bloques apenas hay diferencia en los resultados de las tres consultas. Ni las derechas ni las izquierdas tienen mayoría de investidura y, por tanto, de gobierno. El concurso del nacionalismo catalán y vasco resulta imprescindible. Nacionalismo que ha visto incrementar significativamente su presencia en el sistema político español en 2019 respecto a 2015 y 2016. El nacionalismo catalán ha pasado de 17 escaños (9 ERC+8 DL o JuntsxCat en 2015 y 2016) a 22 en 2019. Y el nacionalismo vasco de 8 (6 PNV y 2 Bildu) en 2015 y 7 (5+2) en 2016, a 10 (6+4) en 2019.

Justamente por eso, porque el concurso del nacionalismo catalán es imprescindible desde 2015 hasta hoy, el PP solo puede conseguir la investidura con la abstención del PSOE. Por eso hubo que repetir elecciones tras el resultado del 20 de diciembre de 2015 y por eso únicamente con las abstención del PSOE pudo Mariano Rajoy ser investido presidente del Gobierno en 2016.

Por la misma razón, el PSOE no necesita la abstención del PP para la investidura de su candidato a presidente del Gobierno. Los puentes del nacionalismo catalán con las derechas están rotos. Con las izquierdas, no. La mayoría que hizo posible la moción de censura en el Congreso de los Diputados con la composición que tenía tras las elecciones de julio de 2016, existe en el Congreso de los Diputados con las elecciones de 2019. Algo mayor.

No hay nada que permita pensar que este cuadro que han arrojado las tres últimas elecciones generales pueda ser sustancialmente distinto en unas nuevas elecciones. Puede que se vuelva a producir un reajuste en el interior de cada uno de los bloques, pero no parece posible que se pueda volver a la época en que el PSOE y el PP podían alternarse en solitario en la dirección del Estado. Para que ello fuera posible, sería necesaria la concentración casi total del voto de derecha o de izquierda en un solo partido, como ocurrió hasta 2011. Nada indica que la sociedad española avance en esa dirección.

Para la izquierda en general y para el PSOE en particular es difícil pensar en una composición del Congreso de los Diputados más favorable para formar Gobierno que la resultante de las elecciones de abril de 2019. Para la derecha ocurre lo contrario. No se entiende que, desde la izquierda, se esté dispuesto a correr el riesgo de convocar unas elecciones, en las que prácticamente no tiene nada que ganar, pero en la que sí tiene la posibilidad de perder bastante.

Porque, aunque no es probable que las tres derechas puedan alcanzar una mayoría de investidura, que, para ellas, es mayoría absoluta, ya que no pueden contar con las abstención del nacionalismo catalán, bastaría con que las tres derechas superaran en escaños a las dos izquierdas para que la posibilidad de formar Gobierno por estas últimas no solamente se complicara de manera extraordinaria, sino que se convirtiera en algo imposible. De facto, aunque no de iure. Y la posibilidad de que las tres derechas sumen más escaños que las dos izquierdas no es, en absoluto, descartable.

Ni PSOE ni Unidas Podemos pueden ganar nada con la repetición de elecciones. Es posible que el PSOE gane algo respecto a Unidas Podemos, pero ambos juntos no ganarían nada frente a las tres derechas. Lo comido por lo servido, como vulgarmente se dice. Y eso, dejando de lado, que es mucho dejar, el coste que la repetición de elecciones tendría para el sistema político español y del que la sociedad española responsabilizaría a la izquierda, que, pudiendo formar Gobierno, no lo hizo.

¿Hay alguien que lo pueda entender?

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