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La investidura fantasma

Imagen de archivo del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la rueda de prensa ofrecida el martes en el Congreso.

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Lo más pavero del intento de investidura de Núñez Feijóo es que nos estamos tirando los días hasta la última semana de septiembre hablando de las condiciones que le ponen o le dejan de poner sus hipotéticos socios a Pedro Sánchez. Una vez más, la política española al frente de la innovación política mundial creando un modelo de investidura donde el candidato dedica su tiempo a pronunciarse sobre la investidura de otro, no sobre la suya.

A estas alturas de sus rondas de contactos en busca de esos cuatro votos que no se le ocurre dónde encontrar, sabemos más de lo que opina el candidato popular sobre lo que puede o no puede que pacte el candidato socialista, que de cuál es su plan de gobierno o qué ofrece o deja de ofrecer a sus hipotéticas parejas de investidura. Más que un candidato, parece un tertuliano de televisión en televisión, opinando sobre lo malo que es el sanchismo y lo crueles que son los demás niños por no querer jugar a presidentes.

Lo que ya era sabido de UPN, una reunión con Coalición Canaria para firmar un acuerdo que nadie da por seguro que aguante hasta el día de la votación a poco que los socialistas se empeñen, tener una reunión con Pedro Sánchez y pedir otra para asegurarse, porque se ha quedado con la duda de si le ha entendido bien y no es no y haber agotado todos los niveles y todos los formatos posibles de reunión con Vox es el balance de la intensa ronda de contactos que nos prometió Feijóo. Hay presidentes de comunidades de vecinos que han ejecutado rondas de contactos más intensas y trabajadas para hacerse con el mando en la escalera.

Lo peor de todo reside en que ya no le queda mucho más con quien reunirse. Ha agotado sus opciones en una semana y aún le quedan dos de travesía. Entre aquellos con los que no está dispuesto a reunirse, aquellos con los que podría estar dispuesto a reunirse, pero los suyos no le dejan o se enervan si lo hace, y aquellos que no están dispuestos a reunirse con Feijóo porque no les interesa nada de lo que pueda decirles, no le queda nadie.

El ganador de las elecciones no tiene quien le escriba y no tiene con quien hablar. No se va a hacer largo. Se va a hacer eterno. Por culpa de esta exigencia de tener que inventarse titulares imaginativos, contactos improbables y reuniones imposibles para llenar dos semanas de noticias y mantener la impresión de seguir en la carrera por la presidencia para no caerse o que no le empujen, nadie está en condiciones de asegurar siquiera que la investidura no acabe en una fenomenal rebelión a bordo del Partido Popular.

Lo sabemos todo sobre lo que no puede hacer el candidato Feijóo y sabemos nada sobre lo que podría hacer el presidente Feijóo. Su investidura se parece cada vez más trágicamente a uno de esos barcos fantasma que vagan por el mar sin tripulación, sin rumbo, empujados por los vientos o las mareas, pero sin hundirse mientras el tiempo y la corrosión marina se los van comiendo poco a poco hasta el inevitable naufragio final.

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