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Una izquierda separada, sin puñaladas

Izquierdas.

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No hay nada que más tema la derecha que la palabra “Frente Popular”, no solo por la reminiscencia histórica republicana que inició el camino al Golpe de Estado por la incapacidad de la derecha para asumir una derrota democrática, sino porque no hay estrategia que más tema la reacción que un frente común de izquierdas remando en la misma dirección. No es casualidad que la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos haya sufrido un ataque tan furibundo, porque significa la unión de las corrientes de la izquierda que siempre quieren divididas. El siglo XX está lleno de ejemplos de intentos de aislar a los comunistas de la socialdemocracia para su llegada al poder. Temen a los comunistas, sí, pero mucho más la palabra unión. 

Esa es la teoría estratégica del historiador marxista Eric Hobsbawn y a la que más próximo me he sentido siempre: “A veces resulta bueno recordar lo que más teme el enemigo”. Puede que sea solo un reducto de construcción cultural romantizada anclada en las querencias marxistas, o quizá un influjo que embauca por el convencimiento de la máxima sindical de que los y las trabajadoras, cuando actúan juntos, con los brazos entrelazados, doblan la mano al empresario, mientras que su atomización provoca la dispersión de objetivos y la derrota. 

En Los Lunes al Sol, la película de Fernando León de Aranoa sobre los conflictos laborales de los astilleros en Naval Gijón, hay una escena en un bar en la que Santa, uno de los trabajadores, explica a los antiguos compañeros la importancia de estar unidos a la hora de enfrentar una negociación con la patronal. Todos juntos, unidos, eventuales y fijos. Encerrados, haciendo piña y negándose a un despido de 80 compañeros. El descreído, que siempre los hay, le contesta que no consiguieron nada estando unidos porque al final la empresa ganó, y Santa responde: “Conseguimos estar juntos, eso a mí no se me ha olvidado”. 

Porque es posible que las historias de unión, solidaridad y compromiso acaben en derrota. Casi siempre se pierde. La historia de la izquierda está labrada con la cara contra el barro y la posibilidad de vencer es siempre fruto de una lucha compartida. Claro que se puede perder, siempre se puede perder, pero si algo ha enseñado la historia de la lucha de las de abajo es que solo se puede vencer en comunión. Unidas se puede perder, sin unirse se pierde seguro. Lo sentencia Santa: “Si no estamos juntos nos joden, pero eso no es de ahora. De siempre”. 

De la coalición conjunta de Unidas Podemos y Más Madrid podía haber salido una derrota, era lo más probable, antes y ahora. Pero hubieran tejido una alianza que trascendía el proceso electoral y que es urgente conformar en el depauperado espacio de la izquierda. Un imaginario de hermandad y conciencia colectiva, de comunidad, de construir lo común ignorando las diferencias por un objetivo mayor. No ha podido ser, han elegido otro camino, pero que no estropeen lo poco que se mantiene y aúnen esfuerzos sin caer en viejas rencillas y errores del pasado. 

Han decidido acudir a las elecciones del 4 de mayo cada uno por su lado atendiendo a argumentos electorales y de conformación del potencial votante de cada formación. Creen que por separado pueden dirigirse cada uno a un electorado y asumir un papel diferenciado que les permita construir una mayoría alternativa conjunta que acabe con 26 años de gobierno ultraliberal y destructor de los servicios públicos. Es una decisión respetable y que puede ser exitosa una vez asegurado superar el 5% de los votos por cada formación para conseguir representación. Puede ser una estrategia acertada, lo veremos. Si la derrota se consuma no habrá construido nada porque operar como una máquina electoral mata y desmoviliza sin los triunfos. Pero aún hay un riesgo mayor: la competencia entre ellos.

No han querido ser compañeros pero al menos que no sean competidores. El peligro de ir por separado con las heridas y las guerras personales que existen entre Unidas Podemos y Más Madrid conlleva un riesgo que ha empezado a asomar nada más comenzar el debate. Conseguir un diputado más que sus antiguos compañeros es un bocado muy apetecible. A la izquierda del PSOE pueden elegir entre la torpeza de competir entre ellos para lograr una victoria pírrica que engrandezca algún ego o ser inteligentes y realizar una suma que les una frente a un objetivo común y superior que beneficie a quienes consideran la política como una herramienta para mejorar sus vidas. Han elegido pelear por separado, que guarden las puñaladas para el adversario. 

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