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Los que juegan contra los demás

Aglomeración en una celebración espontánea de la fiesta de San Juan en Ciutadella | EFE

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Nuestro diccionario, el diccionario de la Real Academia Española, la RAE, es mucho más que un repertorio de palabras explicadas: por eso suelo acudir a él a por ayuda más que a por significados. Este apunte es un ejemplo.

Me disponía a describir lo atribulado que me siento al comprobar que no estamos aprendiendo nada de lo que nos está pasando. Pero no encontraba la manera de entrarle al teclado. Hasta que he abierto el diccionario.

En la octava acepción de la palabra hombre (página 788 de la vigésima primera edición) tras definirla en su primera voz como “Ser animado racional, varón o mujer” , el mucho más que un diccionario de la RAE indica: “En algunos juegos de naipes, persona que dice que entra y juega contra los demás.” Fabuloso. Era lo que buscaba.

Porque la respuesta a mi tribulación está en que hay por ahí demasiados hombres, varones y mujeres, que siempre entran a jugar contra el resto.

Gente a la que le da igual que sigamos en mitad de la crisis sanitaria más grave de nuestra historia reciente: con más de un cuarto de millón de infectados y 28.368 fallecidos (a 2 de julio) por la COVID-19 en España.

Esa acertadísima octava definición de la palabra hombre que nos brinda el diccionario de la RAE incluye la actitud de quienes siempre juegan contra los demás. Y contra lo demás, me atrevería a añadir yo.

Mi desánimo no crece tan solo al ver como las mascarillas y los guantes se están convirtiendo en los residuos más frecuentes entre la basuraleza. Sino por otros comportamientos incívicos e irracionales que me demuestran lo poco que tardan algunos en recuperar los malos hábitos.

Una tristeza que se transforma en rabia cuando observo el desdén que sienten esos hombres de la octava acepción hacia los otros (que somos el resto) y hacia el entorno que les rodea, olvidándose de esta severa advertencia y condenándonos a todos a la siguiente, probablemente más severa.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la epidemia provocada por el COVID-19 constituye la mayor crisis mundial de las últimas décadas. Se han perdido más de medio millón de vidas en todo el mundo y la economía sufre la peor recesión desde los años treinta.

Desde este organismo se realizaba el mes pasado un llamamiento para que “las sociedades se protejan y tomen nota de lo aprendido para recuperarse lo antes posible”. Tomar nota de lo aprendido: esa debería ser la base de la tan cacareada nueva normalidad a la que deberíamos estar alumbrando. “No podemos actuar de nuevo como lo hacíamos antes” insiste la ONU, recordándonos que “la protección de la vida, los medios de sustento y el medio ambiente depende del apoyo de todos”.

Con el retorno a la actividad muchos vuelven a exhibir su desprecio al medio ambiente y la naturaleza. Vuelve el hombre que juega contra los demás y el campo se colma otra vez de basuraleza, el aire empieza de nuevo a enturbiarse, el ruido se generaliza, la contaminación lumínica nos tapa otra vez el cielo, las aguas menguan y pierden la transparencia súbitamente recuperada, la biodiversidad se contrae…

En su “Manifiesto a favor de una recuperación saludable de la COVID-19”, la OMS insiste en situar como primera recomendación la de proteger y preservar la naturaleza: esa naturaleza que algunos vuelven a asediar y acosar como hacían antes de la crisis. Y es que ellos son, como dice la RAE, de los que “entran y juegan contra los demás”.

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