Lo que le espera a Feijóo
En los partidos no hay peor fuego que el amigo. Sabiendo eso, los asesinatos pueden ser rápidos, con un disparo limpio, o convertirse en una tortura que ríase usted de los métodos de Kim Jong-un. La humillación a la que el PP ha sometido a Pablo Casado en estos últimos días representa la peor cara de la política. Era difícil más crueldad y los aplausos recibidos este miércoles en el Congreso, escondiendo los puñales ante las cámaras, fueron un ejercicio de hipocresía que incomodó incluso a algunas bancadas del resto de grupos. Eso no le exime de todos los errores que ha cometido y que han sido muchos. Casado es capaz de decir lo mismo y lo contrario en función del interlocutor, ya sea cuando habla de la relación con Vox o sobre el conflicto catalán. La falta de pericia ha hecho el resto.
La herencia que deja no será fácil de gestionar, por más que Teodoro García Egea presuma de que ha dejado un partido más reforzado que el que ellos se encontraron. Alberto Núñez Feijóo quiere entrar bajo palio a la todavía sede de Génova y más unanimidad de la que puede conseguir ahora (pese a lo mal que le cae a Cayetana Álvarez de Toledo) será imposible. Los retos que le esperan, si finalmente acaba dando el paso, tienen poco que ver con la comodidad con la que gobierna la Xunta, en una comunidad en la que el bipartidismo y un ecosistema mediático más que favorable le permiten ser la envidia de la mayoría de presidentes autonómicos, y no solo del PP.
La relación con Vox. El partido de Abascal no tiene ni un solo cargo electo en Galicia. Es algo que a Feijóo le gusta recordar. Ni un diputado en la Cámara autonómica ni un solo concejal en ninguno de los 313 ayuntamientos. Es de suponer que como en el resto de territorios la extrema derecha existe, pero a diferencia de lo que pasa en otras comunidades allí sigue integrada en las filas del PP. Ha defendido en alguna ocasión que Vox no tiene cabida en ese territorio. “En Galicia sabe todo el electorado que nosotros somos un partido constitucionalista de principio a fin”, declaró en 2018.
En el PP hay quien, como Cayetana Álvarez de Toledo, considera que Feijóo no es el mejor nombre para frenar a Vox a nivel nacional porque su perfil a quien más votos puede restar es al PSOE. En su libro Políticamente indeseable define al gallego como un “barón blando”. Sus relaciones no son buenas porque Feijóo fue uno de los que le dijo a Casado que no nombrase a Álvarez de Toledo portavoz parlamentaria y que presionó para destituirla antes de su caída. Ahora la cuestión, más allá de rencillas acumuladas, es si el gallego está dispuesto a renegar de la extrema derecha, algo que significaría un volantazo e iría en sentido contrario a lo que han hecho la mayoría de barones, desde Madrid a Murcia.
Convivir con Ayuso. Uno de los interrogantes es cómo sería la cohabitación entre Isabel Díaz Ayuso (que considera que no pasa nada por pactar con Vox, y cuyo ascendente entre una parte del partido y del electorado es incontestable) y la estrategia de Feijóo. Más allá de que firmen una paz que les conviene a ambos para controlar el próximo congreso del partido, después deberán convivir. Y sus estilos, a priori, son distintos. Además, el contrato del hermano de Ayuso y la comisión que percibió (la justicia decidirá si existió algún ilícito penal) no ha hecho más que iniciar su recorrido en la Fiscalía Anticorrupción.
Modelo de oposición. El presidente gallego, que se define como centrorreformista y galleguista y combina siempre sus apelaciones a “la unidad de la nación española” con la defensa del estado de las autonomías, tiene una concepción de España que no empieza en el kilómetro cero de la Puerta del Sol. Eso no solo le puede traer problemas con Ayuso sino también con una parte del poder instalado en Madrid. ¿Una concepción de España más parecida a la que pueda tener el PSOE y alejada de la de Vox podría facilitar acuerdos con el Gobierno de Sánchez? El rechazo a renovar el Consejo General del Poder Judicial o las acusaciones infundadas sobre el reparto de los fondos Next Generation son dos ejemplos de los errores que ha cometido Casado y está por ver si el que le suceda está dispuesto a enmendar. Los que le conocen explican que Feijóo puede ser también muy camaleónico y adaptar el discurso a la conveniencia que considere sin ruborizarse.
Su experiencia como líder de la oposición en Galicia distó mucho de esa imagen de dirigente centrado que le gusta cultivar en algunos cenáculos madrileños. La suya fue una guerra sin cuartel con gravísimas acusaciones nunca probadas a los dirigentes del bipartito y la campaña que le llevó al poder fue de las más sucias que se recuerdan. Así que será interesante ver si la moderación que se le presupone se corresponde o no con las acciones que se esperan de un partido de Estado.
La presión de los medios. Feijóo vive en un mundo casi perfecto a ojos de cualquier político. Tiene a la mayor parte de los medios de comunicación privados comiendo de su mano, con una televisión pública tan controlada que la oposición ironiza afirmando que sale más en TVG que Franco en el No-Do. Nada más llegar al poder colocó como jefa de informativos en la televisión autonómica a una periodista que había hecho de interventora del PP en algunas elecciones. En Madrid, como se ha comprobado en la bronca entre Ayuso y Casado, quien tiene más apoyos en los medios de la derecha es Ayuso, y algunos editorialistas y uno de sus referentes, Federico Jiménez Losantos, han afilado los cuchillos que lleva clavados Casado. Por si acaso, ya ha empezado a cuidar esas relaciones. La entrevista del pasado viernes, donde lanzó duras advertencias al moribundo líder del PP, ante Jiménez Losantos, estaba patrocinada por el Xacobeo.
Si Feijóo da el paso de irse a Madrid y abandona la Xunta, no tendrá la chequera que tan buen rédito le da en Galicia y los mismos que ahora le regalan los oídos no tendrán piedad si contradice sus intereses. Algo ya ha podido intuir cada vez que ha defendido la cooficialidad del gallego como mérito en el acceso a la administración pública. Lleva desde marzo de 2009 gobernando con mayoría absoluta. Son 13 años seguidos sin que allí prácticamente nadie le lleve la contraria. Eso en la ‘trituradora’ de Madrid no sucede dos días seguidos la misma semana.
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