¿Qué le pasa a Podemos?
¿Va a dejar Unidas Podemos el Gobierno? No parece. ¿Van a ser aprobados estos Presupuestos? Todo indica que sí. ¿Van a provocar los independentistas catalanes una nueva crisis? No hay indicio alguno de ello. ¿Tiene alguna posibilidad la derecha de cambiar la actual dinámica política? Ninguna, mientras no ocurra algo muy gordo e imprevisto. A la luz de las respuestas a esas preguntas cabe concluir que la situación es bastante más estable de lo que lo ha sido en los últimos cinco o seis años. Lo único que altera, y gravemente, el panorama es la pandemia. Pero a estas alturas tampoco eso va a afectar a la citada estabilidad.
¿Por qué tanto ruido entonces? Porque, más allá de que algunos asuntos sí merecen salir a la palestra, más de uno de los actores de la escena política quieren llamar la atención aun sabiendo que sus gestos no van a cambiar nada sustancial. Porque, a medida que se consolida la estabilidad, el PSOE y Pedro Sánchez aparecen como protagonistas prácticamente indiscutibles de la situación y eso se hace difícil de soportar para algunos.
Si, además, se confirma que las vacunas contra la COVID serán operativas dentro de pocos meses y, como consecuencia de ello, desaparecerá el mayor obstáculo que se opone a la recuperación de la economía, ese protagonismo tenderá a afianzarse.
En lugar de abrirse a un entendimiento puntual con el Gobierno tendente a consolidar esa recuperación y a mejorar su imagen de partido responsable cara al futuro, algo que ocurre con cierta frecuencia entre sus homólogos europeos, el PP ha optado de nuevo por la caña sin contemplaciones a Sánchez. En el partido de Casado deben pensar que la batalla con Vox exige esa actitud y que Ciudadanos no va a ser rival entre los votantes de centro por mucho que se empeñe Inés Arrimadas. Quién sabe si un día no tendrán que arrepentirse. ¿Era imposible para la derecha llegar a algunos acuerdos con el Gobierno en la ley Celáa?
También Unidas Podemos está inquieto. La enmienda a los Presupuestos en materia de desahucios que ha presentado junto con Esquerra y Bildu es una iniciativa no muy comprensible para un partido que está en el Gobierno y que acaba de acordar con los socialistas la propuesta de Presupuestos que con ellos han presentado en el Parlamento. ¿Por qué no impusieron el contenido de esa enmienda en el marco de esas negociaciones? ¿Por qué no saltaron antes de ir al Congreso si los socialistas se negaban a aceptarlo?
Es posible que la formulación de la política frente a los desahucios que figura en los Presupuestos sea insuficiente para atajar ese grave problema. Que en el texto hayan primado en exceso los intereses de los propietarios, sean grandes o pequeños. Pero si Unidas Podemos está convencido de ello podía perfectamente haber presionado a los socialistas para que el Gobierno presentara una enmienda que mejorara la propuesta en lo que a los desahucios se refiere. Ese tipo de iniciativas ex post se han producido con frecuencia en el pasado como consecuencia de distintas negociaciones llevadas a cabo tras la presentación de los presupuestos. Lo que no tiene precedentes es el acuerdo con Bildu y Esquerra.
La petición de dimisión del ministro del Interior que ha hecho la organización canaria de Unidas Podemos no tiene mayor relevancia habida cuenta que la dirección central del partido la ha rechazado y criticado. Aunque quien quiera ver pelos en el huevo dirá que esa iniciativa no habla de una buena coordinación interna en la formación de Pablo Iglesias, ya aquejada de un serio problema en Andalucía y de fuertes tensiones con sus confluencias.
Lo que es más significativo es que, en mitad de una seria confrontación con Marruecos en materia de inmigración, Pablo Iglesias haya pedido públicamente a Sánchez que garantice que en el antiguo Sáhara Occidental se va a celebrar el referéndum que hace décadas aprobó la ONU y que España apoyó entonces, sin que haya modificado su postura.
Porque ese asunto puede estar en el origen de la inesperada ola de migrantes marroquís que en las últimas semanas ha llegado a las costas canarias, provocando un caos que no parece que las autoridades están gestionando todo lo bien que haría falta.
En efecto, el nuevo levantamiento de la población saharaui en demanda de la independencia de Marruecos ha puesto muy nervioso al gobierno de Rabat. Porque éste solo tiene en sus manos una respuesta violenta para parar la agitación. Y existe el riesgo de que, si ésta se produce, la idea del referéndum, a la que Marruecos se opone por todos los medios, vuelva a la primera línea de la escena.
La clave para Rabat es disuadir a España de cualquier veleidad de apoyar esa iniciativa. Y la oleada de inmigrantes que ha llegado a Canarias, por sorpresa, sin preaviso y sin que aparezcan motivos claros de por qué se ha producido, podría ser perfectamente un movimiento táctico para advertir a España de lo que podría pasar si Sánchez opta por el camino de la confrontación. Eso, sin mencionar la importancia que Marruecos tiene para la política exterior y comercial española.
El asunto es tan serio que no se entiende por qué Pablo Iglesias ha expresado su posición en público y no se ha limitado a presionar internamente a Pedro Sánchez para hacer valer su planteamiento y debatir dentro del Gobierno los pros y los contras, que son muchos, de esa posición.
No se pueden hacer juicios de intenciones. Simplemente decir que la postura del líder de Podemos es, como poco, rara.
83