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¿Menos municipios? Más poder local

La fusión entre Don Benito y Villanueva de la Serena daría lugar a la tercera ciudad más grande de Extremadura

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El anuncio hecho hace un par de semanas por los alcaldes de dos municipios de Badajoz sobre el inicio de un proceso de fusión, si los vecinos respectivos lo refrendaban en referéndum, se convirtió en noticia. Lo contrario, es decir, la segregación de núcleos vecinos para crear nuevos municipios había sido la tónica hasta ahora. Si en 1980 teníamos 8.022 municipios registrados, ahora son ya 8.131. En 40 años solo se han fusionado cuatro municipios gallegos, dos en Pontevedra y dos en A Coruña.

La fragmentación municipal es muy notable. Mas del 60% del total de municipios españoles tienen menos de 1.000 habitantes, y son casi el 17% que no pasan de los cien vecinos. Si bien este es el cuadro general, si miramos lo que ocurre en cada Comunidad Autónoma, las diferencias son notables. En el reciente estudio del profesor Abel Albet se pone de relieve que comunidades como Castilla y León o Canarias, con una población total muy similar, tienen un mapa municipal absolutamente dispar. En el caso de Castilla y León se contabilizan más de 2.200 municipios, mientras que en Canarias solo hay 88. En el caso de País Vasco o Galicia, que tienen asimismo una población similar a la comunidad castellano-leonesa, tienen 251 y 313 municipios respectivamente.

La fragmentación del mapa municipal no es por tanto homogénea en todo el país, aunque en líneas generales existe un consenso muy generalizado de que, en aras de una mayor eficiencia y capacidad de prestación de servicios, los municipios deberían de tener un tamaño poblacional mayor. Las reformas en muchos países europeos antes de los años 80, fueron por esa línea, y ello permitió que los procesos de descentralización de servicios básicos, como sanidad o educación, tuvieran una escala adecuada, mejorando desde la proximidad la calidad y adaptación de esas políticas públicas claves en el bienestar ciudadano.

A pesar de todo lo mencionado, si solo se tiene en cuenta la lógica técnica que busca la optimización de los servicios a partir de una escala determinada, y desde esa perspectiva se aborda el problema, el fracaso está asegurado. Entiendo que debe existir una combinación, nada fácil de conseguir, entre espacio (considerado como natural por sus habitantes), identidad (sentimiento de pertenencia que te hace de ese lugar y no de otro) y escala (tamaño y número de habitantes idóneo para cada servicio). No se trata por tanto de ir “a piñón fijo”, diseñando mapas de lo que sería una distribución técnicamente adecuada de población y municipios. De hecho, podemos recordar distintos episodios de fracaso estrepitoso cuando, con toda la buena voluntad, se quiso hacer algo similar a lo expuesto.

El tema, no por tener una larga trayectoria histórica, es menos urgente. El proceso de despoblamiento en distintas zonas del país es constantemente noticia. En el Informe España 2050 se constata que las previsiones apuntan a un reforzamiento de la urbanización en todo el país, y un agravamiento de la pérdida de población en más de la mitad de las comunidades autónomas. El envejecimiento de la población es generalizado, pero afecta mucho más a los pequeños núcleos, y es precisamente en este sentido que hay un peor acceso a servicios. En infraestructuras y oportunidades de todo tipo se hace más evidente. O se aborda el tema de la escala de servicios y se determina responsabilidades y poder con relación a esa escala o la cosa irá a peor. Pero, si se hace sin atender al sentido de pertenencia y consideraciones espaciales, la guerra de campanarios esta servida.

En Francia el número de municipios es escandalosamente mayor que en España. Para una población de más de 67 millones de habitantes, presenta un mapa municipal enormemente fragmentado, con casi 35.500 municipios, de los cuales hay 6.000 con menos de 100 habitantes. La lógica en el caso de Francia es claramente política, ya que los municipios disponen en general de muy pocas competencias y responsabilidades, que de hecho tiene y tutela el Departamento y su Prefecto, y en cambio la carrera política de los alcaldes constituye toda una tradición al permitirse la acumulación de cargos y de responsabilidades en las distintas esferas institucionales. De esta manera, los alcaldes han tenido y tienen un poder en Francia muy superior al que podríamos imaginar si atendemos a su población y a sus poderes.

Desde el 2013, con la nueva ley de las administraciones locales (LRSAL), se quiso poner coto a nuevas segregaciones (sin demasiado éxito) y se legisló en la línea de incentivar las fusiones. Pero lo cierto es que no se han explicitado que sepamos esos recursos, ni hay plan alguno en marcha para favorecer que voluntariamente algunos municipios emprendan ese camino, como han hecho de manera prudente pero firme los ayuntamientos de Don Benito y de Villanueva de la Serena antes mencionados. Cualquier iniciativa que quiera obligar a que se fusionen municipios va a encontrarse con una más que probable oposición por parte de quienes los representan y con la incomprensión de los vecinos temerosos de perder sus orígenes. En la comarca de la Garrotxa (Girona), hace ya más de 50 años, siete municipios de la Vall d’en Bas decidieron unirse en un solo municipio, convirtiéndose en el segundo municipio de la comarca y consiguiendo así acceder a servicios que nunca hubieran conseguido desde la fragmentación. Pero lo hicieron con tino. Manteniendo sus siete fiestas mayores y sus misas los domingos. Combinando escala y poder, con espacio e identidad.

Al final, lo que es importante es saber para qué queremos municipios más fuertes y potentes. Lo que está en juego es asegurar una mejor y mayor capacidad de respuesta a los problemas sociales que crecen en enjundia y en complejidad. La diversidad de situaciones vitales, familiares, laborales, de origen y culturales, obligan a no solo una mayor capacidad de servicio, sino sobre todo a una mejor afinación entre necesidades y respuestas. La proximidad es un valor indudable para ello, ya que permite acercar diagnóstico y tratamiento, trabajar más transversalmente y facilitar la acción comunitaria y la ayuda mutua. Necesitamos municipios más fuertes, más capaces y cercanos. No hace falta quizás suprimir municipios, pero si conectarlos, reforzarlos y mejorar su capacidad de respuesta. Más poder local. 

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