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Es que yo soy un niño

Ruth Toledano

En el portal de información LGTB dosmanzanas.com puede verse el testimonio de Eva en un episodio de Madres, serie documental emitida por Canal Sur, la televisión autonómica andaluza. Eva es la madre de un niño transexual de siete años y la frase que da título a este artículo es lo que le dijo su hija Sofía cuando solo tenía seis e insistía en que le llamaran David. “Pocas veces un testimonio en primera persona ayuda a comprender de forma sencilla una realidad compleja, como es la de la transexualidad, que si muy poco a poco gana visibilidad entre los adultos, sigue siendo un tabú social cuando de niños pequeños hablamos”. Así, tan claramente, resume dosmanzanas.com el impacto que producen las palabras y la actitud de Eva ante una circunstancia que la vida le ha puesto, inesperadamente, en el camino. En el documental de Canal Sur, Eva parece, a primera vista, una mujer común, lo que cualquiera calificaría como una mujer normal. Solo prestándole atención se advierten de inmediato su determinación, su valentía, su inteligencia, su sensibilidad, su generosidad y su infinito amor por un hijo que nació con el cuerpo de una niña deseada a la que pusieron por nombre Sofía. Su hijo David.

En tres colegios de Málaga, dos concertados religiosos y uno público, hay tres niños transexuales, de seis, ocho y nueve años. Los padres pidieron que fuera respetada su identidad de género, lo que supone que sean llamados por el nombre del género con el que se identifican, que puedan vestir de acuerdo a ello y que puedan elegir el aseo que utilizan. Aunque los tres centros se mostraron renuentes a atender estas peticiones, dos de ellos recapacitaron y acabaron por aceptarlas, asumiendo la integración de las niñas y los niños transexuales. Pero en el tercero, el colegio concertado San Patricio, perteneciente a la Fundación Diocesana de Enseñanza Santa María de la Victoria, que depende del Obispado de Málaga, un grupo de cien padres ha hecho público un escrito dirigido a la Consejería de Educación de Málaga exigiendo que paralice “inmediatamente” la aplicación de las pautas que la Junta de Andalucía ha fijado para que en el colegio sea respetada la identidad de género de la niña transexual que forma parte de su alumnado. La Consejería ha anunciado que no va a dar marcha atrás y ha informado a la Fiscalía Superior de Andalucía de que el centro se niega a acatar sus directrices.

Los padres y madres firmantes consideran “arbitrarias” las medidas indicadas (¿arbitrarias para la niña transexual?), se quejan de que solo se ha oído a la familia de la niña transexual pero no al resto de los padres (¿es que el resto tiene que ser consultado?, ¿acerca de qué?) y alertan sobre “los posibles efectos que esta decisión puede provocar en el normal desarrollo social y psicológico del resto de los alumnos del centro” (¿no incluyen la integración de la diferencia y el respeto por los demás en el desarrollo “normal” de sus hijos?). Amenazan, incluso, con “emprender acciones legales contra los responsables de la Administración en caso de que la obligatoriedad de esta medida provoque cualquier tipo de problema en el desarrollo de los alumnos o en la normal convivencia del centro, en defensa de los derechos legítimos de nuestros hijos” (¿la convivencia “normal” es la que no incluye transexuales?, ¿si el hijo o la hija es transexual no tiene también derechos legítimos?).

Lo que los cien padres no mencionan es que el verdadero problema de la transexualidad es la discriminación social, al igual que la homofobia es el verdadero problema de la homosexualidad. Es la discriminación, que se manifiesta en incomprensión de los adultos y en las consiguientes burlas de los menores, la que conduce a la depresión y al suicidio a un índice de niños y adolescentes transexuales mucho mayor que el de quienes no lo son, como alerta un estudio realizado por el Children´s Hospital de Boston y publicado por la revista Pediatrics, del que dosmanzanas.com se hizo también eco hace algo más de un año. Si las estadísticas muestran datos escalofriantes (hasta un 41% de las personas transexuales en Estados Unidos han intentado suicidarse) y los psiquiatras resaltan la angustia que producen en los adolescentes unos cambios hormonales que transforman su cuerpo pero que no se corresponden con su identidad de género, una sociedad y una cultura que se quieran modernas, evolucionadas, mejores, debieran reflexionar de una vez por todas al respecto.

¿Qué impulsa, pues, a esos padres y madres malagueños a negarse a aceptar en las aulas a una niña transexual e incluso a firmar un escrito en contra de las medidas necesarias para su integración? Por un lado, la influencia de una moral religiosa cerrada, obsoleta, discriminatoria, represora; por otro, el miedo a la diferencia, que a su vez es consecuencia directa de la falta de información. Que los padres firmantes hayan acusado a los de la niña transexual de querer “feminizarla” solo denota una supina ignorancia de lo que en los anales de la Asociación Psiquiátrica Americana se definió como disforia de género, término ya cuestionado por estar asociado a trastornos mentales. Lo cierto es que la llamada disforia de género no es más que la no coincidencia entre el sexo biológico y el género que, en función de ese sexo, se asigna al nacer. No es más ni es menos, dadas las enormes dificultades que el fanatismo religioso heteronormativo y la cobarde intolerancia del entorno suponen para las personas cuyos cromosomas no coinciden con su identidad, las personas transexuales.

Los cien padres que han firmado contra la integración de la niña transexual malagueña repiten varias veces la palabra “normal”. Si vieran el documental de Canal Sur, comprobarían que, para normal, Eva: se comporta con su hijo con el amor, la responsabilidad y el cuidado que debe profesar cualquier madre. También las madres de niños y niñas transexuales. También las madres de niños y niñas no transexuales, cuya máxima expresión de cuidado y amor, debiera ser, sencillamente, la de procurarles una educación en el amor y el cuidado de los demás, y no en su injusta y cruel discriminación.

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