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No son moderados

Alfonso Fernández Mañueco, María Guardiola, Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno, cuando Guardiola accedió a la presidencia del PP extremeño.
20 de junio de 2023 22:37 h

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Esta historia ya la he visto. En las últimas elecciones andaluzas, Juanma Moreno Bonilla sacó una impresionante mayoría absoluta, de explicación relativamente sencilla: era un mejor candidato del PSOE que el propio candidato del PSOE, Juan Espadas, y su Partido Popular era un PP relativamente simpático capaz de aprovechar y fagocitar las redes clientelares implantadas en su día por el PSOE. Juanma no parecía un reaccionario; en todo caso, no era más socioliberal o derechista que el PSOE, desde luego no menos rociero, y Bendodo sacaba pecho de haber votado en el Ayuntamiento de Málaga en 2012, aunque luego cambiara el sentido de su voto en otra votación —dentro de la Diputación—, a favor del matrimonio igualitario (o, más bien, en contra del recurso que su propio partido había interpuesto). El PP andaluz, o particularmente el PP malagueño, era un PP más “moderno”, insistente en la regeneración, moderado.

O, al menos, en apariencia. Porque el Partido Popular de Moreno Bonilla había sido el primero en pactar su investidura con Vox, allá por 2019, y sin sus doce votos era imposible su mayoría de 59 diputados frente a los 50 de la oposición. ¿Qué decía el acuerdo de investidura de 2019? Creación de una Consejería de Familia para sustituir Igualdad, lucha contra la inmigración, Ley de Concordia para sustituir la de memoria histórica y apoyo por ley de la tauromaquia. Entre lo firmado y lo cumplido hubo un mundo entero de separación, pero es sorprendente que los dos Juanmas sean el mismo: el que firma al lado de Ortega Smith y el que se presenta como un demócrata modero casi ecologista, el que critica que llamen rancio a su partido por la reivindicación excluyente de la familia tradicional y el que transmite una entelequia de modernidad y progreso.

María Guardiola daba ayer una rueda de prensa en la que afirmaba no estar dispuesta a pactar con quienes niegan la violencia de género y machista, deshumanizan inmigrantes o tiran a la papelera la bandera LGTBI. Oiga, ¡menos mal! Ella no porta consigo el pecado ancestral de los pactos de los populares en otros territorios, cierto es, y ojalá tener una derecha que se pareciera un poco más a la de María Guardiola. Pero que no nos engañen. No son moderados: no lo fueron pactando en 140 municipios con Vox, incluso en aquellos en los que no hacían falta esos pactos para lograr la alcaldía, por ser primera fuerza o contar el PP con ediles suficientes. No fueron moderados con el pacto de la Comunitat Valenciana, aceptando la violencia intrafamiliar, igual que no fue moderado Feijóo al referirse al maltrato del candidato de Vox a las generales por València como “un divorcio complicado”. No son moderados al nombrar como vicepresident de la Comunitat Valenciana a un filofascista que duda, y es fácil consultarlo, si llamar a su nuevo caballo Caudillo o Duce. Pero toda su estrategia pasa por aparentar serlo.

No son moderados. No lo es Feijóo desde Génova ni Juanma en San Telmo: no es moderado el negacionismo climático por los hechos que se practica con la extracción y regadíos de Doñana, exactamente de la misma manera en que no hay nada de moderado en el negacionismo climático de palabrería exacerbada que toman por costumbre los portavoces de Vox; no hay moderación en el abrazo entre Feijóo y Ayuso cuando ella grita que el Gobierno es ilegítimo, tal y como no hay moderación en que las Nuevas Generaciones del Partido Popular lleven una camiseta con el lema “¡Que te vote Txapote!”, para repulsa de Consuelo Ordóñez. ¿O era moderado Almeida diciendo que serán fascistas, pero saben gobernar? ¿O fue moderado el recurso del Partido Popular al matrimonio igualitario? ¿Era moderado el recurso contra la ley del aborto, ley que ahora defiende Guardiola? ¿Y la supresión gozosa del impuesto de sucesiones para beneficio exclusivo de los más privilegiados?

En Andalucía, el gran beneficiado del miedo a Vox fue ese mismo Partido Popular. La polarización generada por la figura de Macarena Olona y la campaña personalista de Juanma convencieron al electorado de que el rey estaba vestido y sus firmas pasadas se olvidaron. La excepción de Guardiola no puede servir para generar la misma ilusión de moderación a nivel estatal. Con o sin Vox, y por más que Vox nos violente, escandalice, provoque reacciones airadas en Twitter, hemos de ser conscientes: en el Partido Popular no son moderados y no van a serlo. Su idea de la moderación es Amelia Valcárcel apoyándoles por la reforma de la Ley del sólo sí es sí: la misma Amelia Valcárcel que llamaba a Carla Antonelli “varón de sesenta años que se viste como lo que cree que son las mujeres”. ¿Y su programa de ajustes y recortes? ¿Y la corrupción a espuertas con la que se caracterizaron sus gobiernos? ¿Y su desprecio? Si ya hemos visto que su disfraz de su campaña es un disfraz, que tengamos el siguiente consuelo: el de no repetir nuestros errores. Guardiola es una candidata a presidenta perteneciente al Partido Popular que escoge no ser investida porque no desea —ahora— los votos de Vox. Los alcaldes del PP que fueron investidos por Vox, en cambio, son 140. Que cada cual eche cuentas.

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