Oh, padre, yo no conocía el rosario
Este fue el año del rosario negro, de cuentas negras y brillantes como el asfalto. De aprender a decir oh, padre, he pecado. Oh, padre, yo no conocía el rosario color asfalto, oh, padre, he sido mala. Aprendimos las que no tuvimos educación confesional, cómo se imparte la justicia. Arrodíllate un poco más, así te quiero ver, dijo él, así te quiero, arrodillada y suplicando.
Fue el año del castigo, de inventar nuevas maneras de morir. Hubo muchas. Si tienes un momento, te cuento algunas.
Para empezar, fue el año de la muerte por intoxicación, y no de ostras. Quién pensará en las ostras ahora, quizás las niñas de las perlas que se librarán del castigo de abrirse de piernas en un lugar que no deseaban, no lo sabemos, no sabemos nada, tú, sigue en el suelo, que aún no he acabado y tienes mucho que aprender aún.
Fue el año de la muerte en la espera. Qué lento pasa todo cuando sabes que su obligación era curarte y de repente dejó de serlo. Pero es que nadie te había avisado que era por pecar, oh, padre, he pecado, sí, vas aprendiendo, vuelve a tu sitio, siéntelo, nota el asfalto.
Fue el año de tirarse por el balcón, de pegarse un tiro, de morir de hambre. A nadie le gustó, claro. El drama. El maldito drama. Pero ya sabes cómo son las cosas, es lo que pasa, a nadie le gusta tomar decisiones pero alguien tenía que hacerlo. Primero jauja y después llanto y siempre viene el castigo, qué esperabais, joder, qué esperabais.
Fue el año de morir en el agua, pobrecitos todos, qué pena, pobrecitos, pero si te metes dónde no te llaman, llega la ola, no sabías, acaso no sabías cómo son las cosas, dónde vivís, la gente muere de frío y de hambre y de sueño, y así son las cosas, a nadie le gusta, así son las cosas, son sucias y manchan, de nuevo, qué esperabais.
Fue el año de morir gritando por las patadas en el suelo, ah, querida, no te contaron que, si te rebajas al nivel del asfalto, acabarás comiendo grava, no te lo contaron. Fue el año de sacarse los ojos, de romperse los dientes, de arrancarse los cuernos, precisamente esos cuernos, son esos los que te volvían pecadora, son esos los que te volvían mala, son esos que ahora vuelven.
Oh, padre, he pecado, arrodíllate y suplica.