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Olvido de las putas tristes

Dos mujeres en un prostíbulo de Ocaña (Toledo), durante una operación policial

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Nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle, y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata

Gabriel García Márquez

No esperen que venga con la milonga del desafuero diplomático. No.

No quieran que me entretenga en las explicaciones sin transparencia o en la preguntas como eslogan. No.

No faltan distracciones. No.

Pero en mi cita con ustedes sólo puedo dolerme del olvido miserable de las putas tristes, de las que amontonan sus miedos y sus ruinas en bares de carretera sórdidos como el neón. Siempre pierden los mismos, siempre pierden las mujeres. A veces a manos de intereses de poder y a veces, incluso, a manos de otras mujeres. Ha pasado como un meteorito sin llama, la pretensión socialista de tramitar la largamente prometida ley contra el proxenetismo. ¿Quién puede estar con los chulos de puta? Cuestión de la tramoya que nos atenaza como sociedad: de un PSOE que plantea la iniciativa en el Congreso porque quiere un toque feminista antes de las elecciones europeas, de un PP que está absolutamente de acuerdo con lo planteado pero que como ve que se juega un tiempo no está dispuesto a darle a su adversario ni un respiro; de una IU que en mi opinión ha perdido el norte de la lucha feminista en la que durante décadas estuvieron. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Las putas tristes lloran solas en sus cubículos y la soledad que le quisieron hacer sentir al PSOE en el Congreso, por razones que en nada las afectaban, las volvió a arrumbar. 

¡Para una vez que un argumento electoralista iba a beneficiar a alguien! No se trataba siquiera de aprobar un texto sino de admitirlo a trámite parlamentario, en el que se pueden introducir reformas. Que dos mujeres de izquierdas -Gala Pin de Sumar y Pilar Vallugera de ERC- retorcieran argumentos e intenciones para oponerse a la persecución del proxeneta, del chulo, del explotador de mujeres sólo me deja la sensación de entender por qué tantas votantes les han abandonado. Las mujeres no solo facturan sino que votan. A la catalana incluso la embargó el hastío: “es la quinta vez que se debate pese a comprobarse que rompe absolutamente la mayoría de investidura”. Pasmoso. Nunca pensé llegar a oír a mujeres despreocuparse así de la suerte de otras mujeres. Hace tres lustros a una feminista no se le hubiera ocurrido ni en sueños oponerse a medidas de lucha contra la trata y explotación de otras mujeres. Era una vindicación tan básica, tan básica, la de que la dignidad de todas las mujeres, de todas, debía ser protegida que resulta no sólo duro sino hasta grotesco oír que una mujer que se dice feminista y de izquierdas no quiera impedir que los proxenetas se lucren y se amparen en el “alquiler” de habitaciones de sus “pupilas”.

Ese en concreto es uno de los fines que busca la reimplantación de la tercería locativa. Ustedes se habrán preguntado decenas de veces por qué los burdeles de carretera son tan visibles y por qué si cuando las liberan escuchamos las condiciones terribles de habitabilidad, palizas, drogas y miedo; por qué, insisto, no se hacen varias razias y se cierran y se libera a estas mujeres esclavas. Una de las razones es el juego perverso por el que las mafias y los proxenetas se hace pasar por “hoteleros”, “caseros” que se limitan a alquilar a las chicas habitaciones y cobrarles por ellas y por la comida, sin que ellos medien en nada de lo que sucede, aunque les tengan escondidos los pasaportes o atemorizadas con el vudú o les cobren el importe completo de sus “servicios”. La tercería locativa permitiría perseguirles por “alquilar a las chicas habitaciones”. Adiós. Proxenetas imputados y mujeres liberadas. ¡Claro que falta un programa económico de reinserción! Pero algún paso ha de darse el primero. Para mayor coña fueron muchas mujeres de las que subieron al atril, por Podemos, PNV, Bildu, Junts, ERC, Sumar, Vox y el PP a decir que el castigo a los proxenetas conduciría a las prostitutas a la clandestinidad y las precarizaría más. No doy crédito. ¿Es que no están ya las tratadas en la clandestinidad horrible de la falta de libertad? Secuestradas. Amenazadas. Apalizadas. ¿De qué hablan señoras y señores? Aún recuerdo el día en que Irene Montero me explicaba en su despacho ministerial su intención de reponer la tercería locativa. ¿Se oyen, mujeres? ¿Se oyen gentes de la izquierda? No, esto no es una histórica división del feminismo, porque la historia no tiene 15 años, la historia del feminismo está intrínsecamente ligada al deseo de liberar a las mujeres de una compraventa ignominiosa. 

Lo de Sumar, abducido por los Comuns, es de traca. ¡Cómo recuerdo a aquellas feministas de Izquierda Unida! Claro que en esos tres lustros hasta expulsaron al Partido Feminista histórico de su coalición. Criticaron otros que no se acompañara de medidas sociales ¡pues tramiten y enmienden! No, el parque de atracciones de los hombres es demasiado sugerente hasta para los que no lo utilizan, por si algún día se tercia. Tener carne a su disposición por unos billetes, carne que no desea sino que tolera porque necesita o porque ha sido tan destruida psicológicamente que ya no sabe ni lo que hace, es algo que no molesta. Por eso lo de las putas es tan transversal. Lo mismo se les planta uno del PNV que uno de Podemos. 

Lo de la derecha tampoco tiene otro nombre que oportunismo. Importó más impedir al PSOE por primera vez en seis años tramitar una norma que convicciones sobre la dignidad humana a la que cualquier democristiano ha llegado hace siglos. No darle ni agua a Sánchez se llevó por delante las posibilidades de intentar dejar de ser el burdel de Europa, de sacar de sucios agujeros a tantas mujeres secuestradas y tratadas. 

Les digo con vergüenza que todos volvieron a poner sus putos cálculos electorales por encima de la indignidad de la trata de seres humanos que se produce en este nuestro país tan democrático y tan progresista y tan humanitario. 

Estamos acostumbradas. Las mujeres siempre pierden. Las putas tristes también. 

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