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Operación Feijóo

Alberto Núñez Feijóo, tras presidir una reunión de la Junta Directiva del PP de Galicia

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El PP triunfa en las encuestas. Alberto Núñez Feijóo puede nominarse El Deseado, a juzgar por el apoteósico éxito que ha cosechado en tiempo récord. Extremadamente récord. No había más que echar a Pablo Casado por denunciar las comisiones que cobró el hermano de Ayuso en la Comunidad de Madrid… mientras morían en ella cientos de personas. Y ya tenemos al nuevo presidente del PP favorito en las encuestas para gobernar España. Con Vox, claro, no hay otra. Y con Ayuso, que viene a ser lo mismo.

Hace ya mucho tiempo que la demoscopia mutó su función y ya, más que reflejar la voluntad de los votantes, actúa como creadora de estados de opinión que promueven la orientación del voto. Tras unos cuantos sondeos, con sus portadas “periodísticas” de promoción, la tendencia se ha creado y hasta medios serios publican lo que ya es el fruto de ese trabajo.

De cualquier forma, siempre les recuerdo el caso Albert Rivera, el político al que más amó la demoscopia hasta que dejo Cs en 10 diputados. Llegaron a incluir a su partido en un triple empate en cabeza con PP y PSOE y tres semanas después las elecciones le dejaron en un 13%, del 22% que le habían adjudicado. Puede que esa destrucción de la credibilidad de los sondeos comenzara entonces, pero les da igual: hacen su efecto en los objetivos previstos. A Casado también le calentaron los oídos hasta el punto que llegó a creérselo y habló de “sorpasso”. Esto es de diciembre, el puntapié no tardó ni dos meses en llegar.

Ese ascenso meteórico de Feijóo en las encuestas es todavía más increíble de tan excesivo y veloz. Se da justo cuando el alcalde Almeida (hasta fue portavoz del PP) anda descabezado y haciendo un patético ridículo al culpar al PSOE y a la izquierda de que unos desaprensivos timaran a lo grande al Ayuntamiento que él preside. Y para comprarse lujos por completo prescindibles. ¿Leyeron a José Manuel López aquí contando lo que estaba ocurriendo cuando su padre se moría? Como tantos. Se refería sobre todo al otro gran escándalo del material sanitario, el del hermano de Ayuso. ¿Escándalo digo? ¿Dónde? En la ciudadanía decente e indignada. Ella machacó a Casado por hablar y salió triunfante e indemne, siempre indemne. 

Como dicho jocoso, se atribuye a votantes del PP que le mantienen impertérritos su apoyo la confianza en que un día abandone la corrupción, lo mismo que los del PSOE esperan que llegue a ser un verdadero partido de izquierda. Pero no es ninguna broma que haya tantos conciudadanos avalando sus actuaciones. Porque no es un partido conservador al uso: el lastre de corrupción, de franquismo en su seno, destrucción del estado del bienestar o mentiras como las catedrales de Santiago, Palencia y Burgos puestas una encima de otra indica demasiada complicidad. España siempre se ha resentido de esa derecha que por la escasa exigencia de sus votantes jamás se regenera.

Y de ahí que añoren a un PP que les lleve al podio porque toca odiar al centroizquierda (no más que centroizquierda). Los medios al servicio de esa tiznada derecha se dedican a diario a destruir la labor del Gobierno, con mentiras si les place, y un lenguaje bélico propio de una prensaborroka que sin pudor siquiera habla a toda portada de “sacar” a Sánchez de la Moncloa. Jamás un periódico serio utilizaría ese léxico por ideología, sin que medie por ejemplo haber tirado millones de nuestros impuestos en contratos a indeseables que se lucraron y mofaron del dolor de tanta gente. En cambio, el recibimiento a Feijóo recuerda a la llegada del Mesías prometido.

Y justo coincide también con la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente del gobierno ultraderechista en Castilla y León. En la línea de las estrellas de su partido, dice a la oposición muy ofendido que “¡nadie le puede dar lecciones!”. Inmerso en varios casos de corrupción y artífice de un gobierno con Vox y su ideario. A menudo la desfachatez de esta gente deja sin palabras. Lo mismo exactamente ha dicho Abascal.

Feijóo no ha asistido al acto para no pringarse de ultraderecha a pesar de lo que dice. En su lugar ha tomado la palabra Ayuso porque comparte ideología y modos. Al punto de hacer una definición perfecta del totalitarismo ideológico. “Me congratula que Castilla y León sea una comunidad 'socialismo free', ha declarado. Sus colegas ultras de Hungría y Polonia declararon en la misma línea, ciudades libres de ”ideología“ LGTBI o de feminismo. Va en el paquete de la ultraderecha. Y en la exaltación del momento, el factótum y jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, ha perdido los nervios y ha empujado a la periodista del Intermedio Andrea Ropero, una profesional seria que se ha comportado de una forma exquisitamente educada. Están muy crecidos.

Lo que una y otra vez hay que preguntar, sobre todo, a los electores de estos personajes es si de verdad no les incomoda todo esto, la corrupción, dejar morir a más de 7 mil ancianos en el Madrid de Ayuso sin asistencia médica, asfixiados, meados, tapando sus gritos de auxilio. Porque muchas familias protestan, pero otras no dicen gran cosa. En el paraíso fiscal para ricos de Madrid, las herencias tienen trato de favor. Y si no les avergüenzan las zancadillas en plena pandemia a lo que debió ser una labor de la sociedad al completo. Y en la guerra que vamos a pagar carísima todos, menos los que siempre se benefician de las tragedias. Y tal cúmulo de mentiras ¿No les estraga oír las cadenas de mentiras y prepotencia de Ayuso, Almeida, Gamarra y tantos otros? ¿No les inquieta que estén destruyendo la sanidad pública? ¿Saben lo que implica?

Ojala Feijóo acertara. Por el bien de España -fíjense-, de las personas que la habitan. Aunque la labor de regeneración sería bien dura y no parece siquiera que quiera emprenderla. Está marcando una trayectoria que no sale del fango. Ha avalado explícitamente el escándalo de las mascarillas en el Ayuntamiento de Almeida y la Comunidad de Ayuso. Se cuelga el ancla de hierro de los dos “prendas” que en un país normal, solo normal, no ocuparían esos cargos y habrían de responder ante la justicia por sus actuaciones. Medios de escasa credibilidad y granjas de bots distribuyen que hay 3 cargos del PSOE imputados por lo mismo. Tras una querella presentada por Vox en 2020 que ahora reactiva la jueza que archivó la venta del Goya de Esperanza Aguirre y su marido sin esperar a que se resolviera su recusación. La denuncia de Vox, dada por buena, eleva el monto de lo presuntamente malversado a 310 millones de euros, que es el total de lo gastado por el Estado en esos medios de prevención. Hay cosas en este país que, de tan repugnantes, dan miedo. Parémonos en la intención, sin embargo. En el hipotético caso de que fuera cierto, invocan un “y tú también” que no sirve en los fraudes pero sí indica un talante inequívoco. El aparato les funciona: los medios, la justicia, la empresa y sobre todo los votantes. La primera labor para ir en serio es afrontar el gobierno sin tantas complicidades tramposas y Feijóo invoca idealizados tiempos gloriosos del PP que están marcados por gruesos tiznes.

Y otra vez dando vueltas al mismo nudo que nadie deshace por décadas. No nos faltaba más que una campaña que entroniza a Alberto Núñez Feijóo en La Moncloa, nada más llegar a Madrid. A Madrid, por cierto. Un político que copió de Fraga apoyarse en redes clientelares y que incluyen la sospechosa adoración de los medios por su persona. En Madrid la que reina es Ayuso con su propia corte. Feijóo es un dirigente que no siempre hace lo que dice, ni dice lo que hace, y así viene con sus cuatro mayorías absolutas en la Galicia que maneja bien con sus recortes de servicios públicos incluidos.

Con el cisco que tiene el PP como partido, su alianza con la marca blanca del fascismo, todo el dinero robado o malversado o enterrado en obras inservibles y en comisiones escandalosas que no han devuelto, que aúpen ya a Feijóo al gobierno del Estado suena irreal y forzado y añade la preocupación de otra nueva campaña de márketing que a saber dónde nos conducirá. Cuando el despegue es casi vertical y a tal velocidad no siempre se mantiene el equilibrio y para algo así se dice con propiedad: más dura puede ser la caída. Lo temible son las tramoyas que mueven el endiablado escenario de nuestro país, en el que sin embargo, las víctimas y el dolor son reales.  

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