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La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Pedro Sánchez en el diván

Sánchez y Rivera firman un pacto de gobierno en 2016

Montero Glez

No sé dónde dejó dicho Sigmund Freud que los errores nunca son accidentales, sino que son resultado de deseos y conflictos reprimidos. Si atendemos a los errores cometidos por Pedro Sánchez, hay uno en el que ha incurrido en los últimos días  y que bien puede servir de base para un estudio psiquiátrico. Me refiero a la valoración de su investidura a partir de la oferta de abstención a la derecha.

Tal y como apuntó Ignacio Escolar en su análisis político, “Pedro Sánchez, con esa mano tendida a la abstención de Rivera y de Casado, subraya algo: que la oferta de coalición a Podemos ocurre porque PP y Ciudadanos no le han permitido otra alternativa”.

De esta manera, Ignacio Escolar abría la puerta secreta del inconsciente de Pedro Sánchez; una disposición mental que, una vez llevada al terreno consciente de nuestra mal llamada democracia, se manifiesta repleta de deseos reprimidos. Porque en realidad, uno de los verdaderos deseos de Pedro Sánchez sería pactar con PP y Ciudadanos; componer con ambas fuerzas neoliberales un gobierno de extremo centro; un trifachito que no de quebraderos de cabeza al Ibex, ya sabemos, el índice bursátil que condiciona la política económica desde los tiempos de la Expo de Sevilla. Hay un libro jugoso escrito por Rubén Juste que alumbra los rincones oscuros del parasitismo económico llevado a cabo por el Ibex en el cuerpo del Estado. Se titula Ibex 35 (Capitán Swing) y no me cansaré de recomendarlo. Ahora sigamos con Pedro Sánchez, tumbado en el diván freudiano.

Para entendernos, lo que la psiquiatría viene a decir es que la oferta de abstención de Sánchez a la derecha se debe a que Sánchez no ha sabido controlar sus deseos. Por contra, los ha reprimido  desde el mismo momento en que las bases socialistas, reunidas en la calle de Ferraz, le gritaron: ¡Con Rivera, no! Ocurrió el pasado 28 de abril, tras saberse el resultado electoral y, a partir de aquella noche, Pedro Sánchez ha llevado a cabo la represión de su propio inconsciente. Se le nota en la carnadura desgastada de su rostro.

Es posible imaginar su agitación nocturna sobre el colchón monclovita. De la misma manera que es posible imaginar los pensamientos de sueño latentes expresados a través de la gramática onírica, un territorio arcaico donde un Pablo Casado y un Albert Rivera se muestran sonrientes ante las cámaras, entre apretones de manos, lluvia de flashes y sonrisas postizas, junto a un Pedro Sánchez pletórico por haber cumplido su deseo oculto: mantenerse en la presidencia del gobierno de España sin molestar a los mandas del Ibex. Pues eso.

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