Abuela, recoge a los niños, tráeme tuppers y lucha por mi sistema de pensiones
Yo no sé qué haríamos en casa sin la ayuda de los abuelos (mis padres y los de mi mujer, jubilados todos): martes y jueves recogen a las niñas del colegio, miércoles se las quedan por la tarde, los fines de semana cuidan el perro y nos riegan las plantas si salimos de viaje, y los lunes nos defienden el sistema de pensiones.
Además nos avalaron para pedir la hipoteca, nos regalaron la cocina, nos prestan cuando aprieta el fin de mes o hay un gasto imprevisto, nos proveen con tuppers de comida casera, nos dejan el piso de la playa en vacaciones, y cada semana se concentran con otros yayos en una plaza para que el día de mañana quede algo de pensión para nosotros sus hijos, y hasta para sus nietos.
Como nosotros estamos muy liados para andar defendiendo el sistema de pensiones, ya se ocupan ellos, que tienen mucho tiempo libre y les da vidilla juntarse un rato a corear “gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden”. Les da el sol, ven a los amigos, se toman un vino y para casa dando un paseíto.
Así llevan más de un año miles de yayos en toda España. Los más visibles, los pensionistas de Bilbao, que cada lunes reúnen a una multitud frente al ayuntamiento, pero no son los únicos: en la mayoría de capitales y en muchos pueblos hay plataformas locales que convocan concentraciones. Y ahora que vienen elecciones, pretenden hacer mucho ruido y que el sistema público de pensiones esté en una agenda donde solo caben Cataluña, ETA, la cloaca y la polémica del día.
Defienden lo suyo, claro. Es decir, lo nuestro, de todos. Defienden pensiones dignas, revalorizarlas y subir las mínimas para alejar de la pobreza a tantas mujeres y hombres que se han pasado la vida trabajando y ahora malviven (y en muchos casos sostienen a hijos y nietos con sus pensiones escasas). Pero también, o sobre todo, defienden el sistema público, su sostenibilidad, su futuro. Es decir, las pensiones que nosotros cobraremos algún día.
Yo le digo a la abuela que gracias, pero que nosotros ya hemos dado por perdidos los derechos sociales futuros, que de aquí a que seamos viejos habrán aprobado tantas contrarreformas que la edad de retiro será centenaria. Ella me llama derrotista, y me dice que entre sus reivindicaciones están las pensiones dignas pero también los salarios dignos hoy, aquí y ahora, imprescindibles para seguir pagando las pensiones.
Ya ven, cosas de viejos. Tan de viejos como cuidar a nuestros hijos, avalarnos en el banco, acogernos de vuelta en casa cuando ya no podemos pagar un alquiler, aliviarnos las malas rachas, guardar algo para que heredemos un día, o ahora también defender nuestra futura jubilación digna.
El sábado próximo, ya en campaña electoral, piensan manifestarse por toda España, para recordar a los candidatos que ellos son el principal colectivo de votantes. Podemos seguir pensando que son cosas de viejos, y fastidiarnos porque ese día no se queden un rato con los niños mientras vamos a Ikea. O asumir que, igual que el sistema público de pensiones se basa en la solidaridad intergeneracional (los que trabajamos hoy pagamos las pensiones de quienes trabajaron ayer), su defensa también necesita solidaridad intergeneracional. Podemos sumarnos a ellos, y hasta darles las gracias. Por esto y por los tuppers, por todo.