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Permitidme un artículo que no trata sobre la crisis

Antonio Orejudo / Antonio Orejudo

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Dejar al libro de papel con un IVA superreducido del 4% mientras se eleva el de los demás productos culturales hasta el 21% parece una ventaja, pero es un agravio comparativo. Nuestros hermanos, los Miembros del Cine Español, o del Teatro Español, o de la Música Española, o de Las Exposiciones Españolas, podrán a partir de ahora echar la culpa de su irrelevancia social al subidón de Rajoy, y podrán salir en El País culpando al PP de la destrucción de La Cultura. ¿Pero nosotros? ¿Qué vamos a decir nosotros, escritores, agentes, editores y libreros de libros de papel con nuestro miserable IVA superreducido? ¿Qué excusa vamos a poner para justificar nuestro fracaso y para explicar la huida de la gente?

La culpa de este diferente trato es nuestra y solo nuestra, porque aquí -deberíamos saberlo muy bien- el que no llora no mama. Los mineros consiguieron en su momento ayudas al carbón, los pescadores lucharon para obtener compensaciones cuando no podían faenar y los agricultores exigieron un cupo de entrada al tomate marroquí. ¿Hemos pedido nosotros alguna vez un subsidio de desempleo para el colega que no puede publicar o para el poeta romántico que atraviesa un periodo de sequía? ¿Nos hemos reunido alguna vez con el ministro para pedirle una limitación a la entrada de novelas extranjeras?more

Nuestros hermanos, los Miembros del Cine Español, siempre han sido más desinhibidos para defender su terrenito. Recuerdo un anuncio protagonizado entre otros por Antonio Resines, en el que se ridiculizaban las tramas estadounidenses y se animaba al espectador para que consumiese producto nacional. ¡Eso es amar una profesión y estar dispuesto a darlo todo por ella! ¿Qué escritor vivo, qué Vargas Llosa, qué Pérez Reverte sería capaz de salir en la tele ridiculizando las novelas de Philip Roth y pidiendo que se leyeran más las de Orejudo? ¡Ya podríamos los escritores aprender de ellos y fundar una Academia de las Artes Literarias que todos los años otorgase los Óscar, o los Goya, o los Azorín, al mejor libro de ficción, al mejor libro de no ficción, al mejor cuento, a la mejor redacción o al mejor punto de vista, en una ceremonia de entrega que fuera temida por los políticos y censurada por TVE!

Pero somos incorregiblemente cainitas. Ahora, con la subida del IVA, todo el mundo habla de la Industria Cultural. Incluso algunos colegas han publicado artículos demostrando su importancia: que si representa el nosecuántos por ciento del PIB, que si Rajoy está ahogando el único motor real para salir de la crisis, que si patatín, que si patatán. Pero cuando alguno de nosotros contribuye a aumentar la potencia de la Industria Cultural y escribe un best seller, una novela que da a la industria más dinero que todos los demás libros juntos, sus hermanos de profesión, el resto de escritores, nosotros, ponemos gesto de disgusto y arrugamos la naricilla, si es que no nos lanzamos a la yugular de su prestigio con un artículo publicado en Babelia, donde ponemos los puntos sobre las íes, y distinguimos entre una valiosa creación cultural y un despreciable producto de la industria.

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