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Política y políticos

Santiago Carrillo y Manuel Fraga, saludándose en un programa de radio.

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Hace unos días el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero recordaba que había una distancia mayor entre Manuel Fraga Iribarne y Santiago Carrillo cuando se inició la Transición, que hoy entre Pablo Casado y Oriol Junqueras.

Pocos días después, un protagonista de aquella transición, Fernando Ónega, señalaba en un artículo en La Vanguardia que no estaba de acuerdo con Zapatero, porque Casado “es españolista y monárquico” y Junqueras es “independentista y republicano”, por lo que ambos representan las posiciones políticas más irreconciliables. 

Cierto, las diferencias son tremendas, pero eso no obsta para que los políticos se dediquen a hacer aquello para lo que son elegidos: política. Lo que se hizo, precisamente, en la Transición, porque no olvidemos que Fraga era españolista y franquista, y Carrillo era comunista y republicano, a lo que había que añadir una Guerra Civil y una dictadura de 40 años, por lo tanto, aparentemente irreconciliables

Para solucionar los problemas del día a día sirve cualquier ministro, con recursos propios y fijos de su ministerio. Para solucionar los grandes problemas, las cuestiones esenciales, se necesitan políticos de verdad, con agallas para arrostrar dificultades y peligros. Este es el quid de la cuestión y nos interrogamos sobre si en nuestro ámbito se mueven hoy políticos de ese talante. Políticos que puedan afrontar con decisión, y dejando los pelos en la gatera que sean necesarios, problemas de gran calado y no digan como el expresidente Mariano Rajoy: “Eso es un lío”.

El de Catalunya es uno de esos problemas de gran calado, y al respecto Ónega se hacía una pregunta decisiva: “¿Hay alguna propuesta que sirva para que se acaten la Constitución y el Estatut, al mismo tiempo que se satisfacen las aspiraciones nacionalistas?” ¿Alguien puede contestar a eso?

Hace un par de años, el que fuera uno de los padres de la Constitución y también diputado de Alianza Popular, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, aseguraba que el Estatuto Catalán de 2006 “fue un tremendo error por parte catalana, el recurso del PP fue otro error inmenso, la sentencia del Constitucional fue un triple error, pero hay un cuádruple error: el uso que se ha hecho de dicha sentencia”. Un compendio de errores que nos ha traído hasta donde estamos. De aquellos polvos vienen estos lodos.

El preclaro Herrero y Rodríguez de Miñón aseguraba entonces, y podría asegurar todavía hoy: “Sí, puentes quedan, lo que es importante es que haya gente que los quiera atravesar. No faltan puentes sino gente que los quiera usar.”

El expresidente Zapatero hacía referencia también al curioso hecho de que “quienes reivindican la Transición y se abrazan a la Constitución, no comprendan que el espíritu constitucional es el de la integración, el diálogo, el perdón y la generosidad”.

Rodríguez de Miñón, en su mencionada intervención de hace un par de años, preguntado sobre si la tolerancia, el diálogo y el consenso de la Transición están ahora en quiebra entre la clase política actual, contestaba taxativamente: “Sí, yo creo que sí. Y lo único que se puede hacer es restablecer esos principios, así de sencillo. Hay que considerar que el otro a lo mejor tiene un punto de razón en algo y eso es lo que permite hablar; si consideramos que el otro es Satanás, pues nunca se podrá pactar con él, claro está. Los políticos actuales deben tener en cuenta que no debe satanizarse al contrario porque si se le sataniza, el otro ya no se fiará de usted nunca y, además, su propio partido no le dejará pactar.”

Y en estas estamos. Aquí se sataniza a todo quisqui, últimamente hasta al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, por decir que si los indultos sirven para que las cosas se normalicen bienvenidos sean. Luego tuvo que matizar lo indecible para que no le cayera la del pulpo, pero ya estaban ojo avizor en La Razón, donde se enteraron que a Garamendi le habían dado una medalla del ministerio de Defensa 24 horas antes, y que por eso había dicho lo que había dicho. El caso es satanizar como decía Herrero y Rodríguez de Miñón para que nadie se mueva, y así los problemas vayan pudriéndose y podamos retozar todos en la inmundicia y el lodazal.

Hasta el presidente de la comunidad de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, se arriesga a ser satanizado por insistir, durante su visita a La Moncloa para reunirse con el presidente Pedro Sánchez, en “que el Rey firme los indultos no le convierte en su autor” y que “hay que evitar violentar la imagen y la figura del Rey”, matizando así a la inmatizable presidenta de Madrid, de su mismo partido.

En estas llegan los obispos catalanes y dan a conocer un comunicado en el que se muestran favorables a conceder medidas de gracia que traten de solucionar situaciones de conflicto. Entre estos obispos está el cardenal Omella presidente, ni más ni menos, de la Conferencia Episcopal Española. Y este posicionamiento no es baladí, quizá aquí encontremos la piedra filosofal que buscaba Ónega, y la clave de un posible entendimiento entre el “españolista y monárquico” Casado y el “independentista y republicano” Junqueras. Ambos tienen algo en común, son de misa dominical.

Quizá por eso puedan entender lo que dicen los obispos: “Si el diálogo es serio, capaz y abierto, y si se admite que dialogar siempre significa renunciar a las propias exigencias para encontrarse en el camino con las renuncias del otro, habrá avances. Además, avanzar teniendo sentimientos de misericordia y perdón sinceros, respetando la justicia, ayudará a que los acuerdos que todos esperamos se logren pronto”. Amén.

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