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Los problemas enquistados y su insoportable hedor

Cableado eléctrico. Archivo. EFE/Federico Gambarini
31 de agosto de 2021 22:09 h

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La indignación se palpa hasta en los supermercados de barrio al punto de la mañana. Un nuevo récord histórico del precio de la luz, se cobra hasta un 200% más que hace un año. Brutal subida de la electricidad y cuanto de ella se nutre, de forma esencial el costo de la alimentación. “Y encima nos callamos”, oigo. La ministra y vicepresidenta tercera Teresa Ribera recrimina a las empresas eléctricas su “falta de empatía social” y el alma se nos cae a los pies. Precisamente, la falta de empatía de la ministra y, en su caso, del Gobierno, está dando alas a la maquinaria que opera en favor del PP en la falsa idea de que podría aportar soluciones.

El nuevo curso –según el tópico- comienza con grandes y decisivos problemas enquistados y dos tendencias nítidas: el Gobierno, sin abordarlos, da pasos insuficientes y la muy extrema derecha española se lanza en campaña para llegar más pronto que tarde a la Moncloa. No es nuevo en absoluto, solo es peor y cada vez más. Y nos acerca a un abismo que ya vemos en otros lugares, de mucho dolor y acrecentadas injusticias.

Las quejas por lo que cuesta la energía eléctrica son absolutamente justificadas. PP –sobre todo- y PSOE son responsables de haber llegado a este extremo que se prolonga en el tiempo. Ambos partidos y parte de la derecha nacionalista transitan con familiaridad por el palacio de las puertas giratorias y eso se paga. Los ciudadanos, claro. Pero es el gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez el que tiene en las manos ahora la patata ardiendo. Han de racionalizarse los precios de la electricidad, como sea. Y hay que operar con la misma determinación las grandes tumefacciones que están debilitando a esta sociedad: la justicia, la información, los servicios básicos, las libertades. Es inaplazable.

A un gobierno que echa a andar en enero de 2020 no le pudo caer peor tragedia que una pandemia mundial que siega vidas y salud y provoca una crisis sin precedente. Lo afrontó acuciado por la peor oposición política que pueda imaginarse, en permanente búsqueda de sus intereses con total mezquindad. Y ni mucho menos lo solventó peor que otros países. Pero no basta. Porque el daño no atañe a gobiernos y partidos políticos sino a toda una sociedad.

Era y es una oposición política con un ejército mediático de apoyo que denigra el concepto de periodismo. Hay grandes profesionales en nuestro país, no nos confundamos. Ni tampoco nos escudemos en falsos corporativismos porque esta gente desarrolla otra profesión, cuesta soportar que se atrevan a usar el nombre de periodistas quienes mienten y manipulan en favor de una opción política enmascarando además sus tropelías. Por su número y virulencia son factor determinante en cuanto nos ocurre.

La campaña hoy se centra en un Pablo Casado que sigue absolutamente desbocado en sus declaraciones y a quien sus medios aúpan en supuestas encuestas otorgándole el triunfo en las elecciones en compañía de Vox, el partido de ultraderecha y minicerebro al que promocionan hasta la saciedad. Nos decimos: es imposible que Casado pueda ser presidente del Gobierno español, pero igual pensamos en su momento de Díaz Ayuso. Con una inmensa carga de despropósitos y el balance -impune- de la masacre de ancianos en las residencias, revalidó su cargo como presidenta de Madrid. La labor mediática obró ese milagro de Satanás y podría conseguir el del tándem Casado-Abascal.

Alguien tan solvente como el periodista de La Vanguardia Enric Juliana escribió hace unos meses esta heladora reflexión que exige una total alerta porque así de grave es la situación:

La Razón osa editorializar que el PP no debe ceder a las presiones y ha de seguir sin renovar el Poder Judicial, en un delirante argumentario. Es la consigna de estos momentos, cuando se cumplen 1000 días con el CGPJ caducado. Han sido varios los informadores de lo suyo y hasta juristas los que han compartido la misma idea. Piden que no se cumpla el mandato constitucional, sino que el PP siga controlando la justicia. Aunque por supuesto lo disfrazan del muy usado efecto espejo que atribuye al contrario los fallos propios.

Crecen los medios de derechas –el millonario ex Ciudadanos Marcos De Quinto se apunta financiado por los charcuteros Del Pozo-, mientras RTVE inicia nueva etapa apostando “por la continuidad”. La continuidad de su información política fuertemente sesgada hacia PP (y Vox) es para temblar. Lo que se precisa es información, nada más y nada menos.

Solo quienes creen en los Reyes Magos pueden dudar de la corrupción del PP y de su uso del Estado para, a través de cloacas policiales y mediáticas, fabricar dosieres contra sus rivales y lavar su latrocinio. Y que sus medios informaron con rigor. Y que es el bien de los ciudadanos el que guía sus campañas en favor de la muy extrema derecha española.

Cada vez que alguien dice que hay que echarse a la calle a protestar, recuerdo que Rajoy lo previno con la Ley Mordaza y otras mordazas del Código penal por el que aún pagan simples manifestantes. Y sigue vigente. Como vigente sigue la mentalidad que los aplica en el eterno circulo vicioso de la involución española. Y en flagrante desequilibrio con todo un ex jefe de Estado que esconde sus turbias andanzas huido a una autarquía en total impunidad.

No, la clave está en que votamos un gobierno para que –acosado o no-resolviera los problemas. Desde la luz y la vivienda a la justicia, el derecho a la información, las libertades y hasta la democracia en peligro. No valen los remiendos, solo las soluciones totales. Y el tiempo se echa encima. Dado el signo de los tiempos puede no haber otra oportunidad.

En España, cuando manda el PP da la vuelta al Estado y el PSOE lo deja estar con apenas algún maquillaje. Zapatero fue quien acometió mayores reformas y Rajoy, quien de una manera sorda, causó mayor daño social e involución. Por eso hay que actuar ahora. La UE traga, apenas frunciendo el ceño, las derivas totalitarias de Hungría, Polonia y algunos otros países, la UE no es excusa pues para nada, y menos para resolver problemas que interfieren con los derechos de la sociedad. Es radicalmente distinto. El Gobierno y sus socios han de renovar el Poder Judicial ya. Y acometer una reforma de la justicia que la haga  -en todos sus extremos- digna de tal nombre. Cambiando leyes si hace falta. Bajar el precio de la luz, facilitar el acceso a la vivienda y lo mismo con todos las cuestiones pendientes.

Afganistán vuelve a mostrar con toda crudeza que los problemas no resueltos, se agravan. Y que no es el general en jefe quien sale abatido y perjudicado sino millones de personas que quedan detrás. Basta mirar el fiasco de Afganistán para ver un futuro extremo cuando manda la desidia y la irracionalidad. A las vidas rotas, pasado y futuro en una mochila, se suma la victoria del fanatismo. Allí juega sobre el tan emblemático helicóptero Black Hawk, operado ahora por talibanes. Aquí también los hay, con incontables apoyos. Siempre juegan con los símbolos, las doctrinas, las personas que no entran en sus esquemas. Con imponer sus dogmas por todos los medios sin exclusión.

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