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Tú podías, Boris

Foto de archivo del exprimer ministro británico, Boris Johnson. EFE/ Neil Hall

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Boris Johnson necesitaba cien avales entre los notables de su partido, que no le soportan en su mayoría, para poder tener oportunidad de derrotar entre las bases tories, que le adoran, a su traidor personal oficial, Rishi Sunak, el aspirante que ya perdió por goleada ante la despeñada Liz Truss. No los ha conseguido. Lo mejor y más justo que le podía pasar al Reino Unido hubiera sido que el ex primer ministro hubiera regresado al 10 de Downing Street a rematar el trabajo y acabar de una vez por todas con el imperio británico; méritos y habilidad para hacerlo le sobran y ganas parece que no le faltaban.

Durante la última década los conservadores han despilfarrado dos mayorías absolutas, han cambiado cuatro veces de líder y primer ministro, han jugado con la ventaja de que sus principales competidores, los laboristas, han vivido sumidos en una crisis si no peor, al menos igual que la de los tories, han visto desaparecer a sus competidores del UKIP por la extrema derecha y han disfrutado de las facilidades de la inagotable paciencia negociadora de la Unión Europea para ejecutar un Brexit que han negociado, pactado, roto, vuelto a negociar, a pactar y a romper de nuevo.

Con todo a su favor no han sido capaces de gestionar la situación posbrexit porque simplemente ha resultado ingestionable. Lo han probado todo y a todos antes de aceptar la evidencia. Muchos querían darle otra oportunidad a Boris Johnson y al mito de su liderazgo mágico antes que asumir la triste realidad que les ha dejado el Brexit, aunque la ilusión sólo durase unos meses más. Ahora el turno será para Sunak, que deberá hacer frente a la misma imposibilidad con las mismas o menos posibilidades de éxito. 

Dentro de la UE, el Reino Unido era alguien y pintaba algo, su posición resultaba relevante y sus tesis influían. Fuera de la Unión no pasa de ser una potencia descendida a segunda división. Ese es el drama que devora a los conservadores y, de rebote, a las instituciones británicas. Dentro de la UE, Londres pesaba y participaba decisivamente en las decisiones que han marcado el rumbo del mundo y del continente a lo largo del último medio siglo. Fuera de la UE sólo le queda estar a lo que digan los demás, especialmente el amigo americano.

Se fueron de la UE para recuperar el control y el resultado ha sido una pérdida total del control. El desastre provocado por Liz Truss en menos de un mes se ha convertido en la prueba más fehaciente de cómo el Reino Unido es hoy una víctima fácil y expuesta en la intemperie a la voracidad de cualquiera que se ponga a la tarea.

El breve pero intenso mandato de primera ministra más corta de la historia ha supuesto un crudo baño de realidad. La hipotética vuelta de Johnson representaba el intento de retornar a aquella fantasía de un Brexit que volviera a hacer grande a un país que cada vez se hace más pequeño. A fin de cuentas, nadie mejor que un mentiroso habría podido gobernar una mentira

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