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La radiotelevisión valenciana funde a sus trabajadores a negro

Juan Enrique Tur / Juan Enrique Tur

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A falta de que los datos de audiencia lo certifiquen, un pantallazo en negro durante el tiempo destinado al Notícies 9 habrá registrado el lunes probablemente el mayor índice de audiencia de la televisión autonómica valenciana en años. La imagen de los trabajadores del ente al asalto del plató de los informativos de Canal 9 --momento que precedió y propició el apagón de la emisión-- cierra un periodo de tres lustros. Los que han pasado desde que, con la llegada del PP al poder autonómico, la radio televisión pública valenciana se convirtiera en un órgano de propaganda para el partido, disparara su coste y se convirtiera en un nido de escándalos.

La toma de los estudios de Burjassot (localidad donde está su principal centro de producción de programas) no se produjo en muchas de las ocasiones en que se tomaron decisiones polémicas. No llegó cuando el entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, cambió la ley en 1999 para permitir al ente endeudarse al margen del presupuesto autonómico, lo que abrió las puertas a gastos disparatados. Ni cuando se denunció que el ente había servido para lucrar a la trama Gürtel durante la visita del Papa a València en 2006 (asunto por el que ahora están imputados su ex director Pedro García y otros dos directivos).

Tampoco cuando tres periodistas denunciaron al entonces secretario general del ente y antiguo presidente provincial del PP valenciano, Vicente Sanz, por presunto abuso y acoso sexual y amenazas, en una causa que aún se instruye. Ni a raíz de las flagrantes manipulaciones informativas sobre estos y otros asuntos.

El asalto se produjo ayer, apenas una hora después de que trascendiera el alcance del ERE que propone la dirección de RTVV y que, de aprobarse el próximo miércoles --como se espera-- afectará a más de tres cuartas partes de su plantilla. De sus 1.695 trabajadores, la empresa planea despedir a 1.295. more

“La actual estructura del Grupo RTVV, diseñada en los 80, es imposible de mantener en la presente coyuntura económica y audiovisual”, apunta el comunicado de la empresa con el que trata de justificar la medida en un remedo de la “herencia recibida”, aplicada ahora a la radio televisión pública.

Sin embargo, la historia desmiente esta versión. Cuando el PP llegó al poder de la mano de Eduardo Zaplana en 1995, RTVV contaba a sus seis años de vida con una plantilla de 653 trabajadores y su deuda ascendía a 22 millones de euros. Quince años después, con el montante de esa deuda solo se podría haber pagado una cuarta parte de sus gastos de personal, que rondaron en 2010 --el último año fiscalizado por la sindicatura de cuentas-- los 80 millones de euros (25 más de los previstos por sus gestores).

La deuda general, en ese mismo periodo de tiempo, se elevó hasta 1.157 millones de euros; una cifra que iría justa para construir una nueva Ciudad de las Artes y las Ciencias con sus sobrecostes incluidos, pero que daría para más de siete aeropuertos inútiles como el de Castellón.

La solución a semejante agujero pasa ahora, para el Gobierno valenciano y entre otros ajustes, por reducir el personal. La propuesta pretende menguarlo en 1.295 puestos de trabajo, cifra que se obtiene de la suma de los 173 del aparato administrativo (de los 274 anteriores), los 994 del área de televisión (de 1.247), los 25 de Noumultimèdia (la web del grupo, que pese a su vulgar apariencia gestionaban 31 personas) y los 103 de la radio autonómica (de 170 trabajadores).

Según los cálculos de la dirección, “teniendo en cuenta que el coste de personal de RTVV en el año 2011 fue de 73.864.099 euros, y que con el redimensionamiento de la plantilla se calcula que esta cifra se reducirá hasta los 17.740.617 euros en 2013, el ahorro conseguido con esta medida será de más de 54 millones de euros (54.178.174, concretamente)”.

¿Pero se podrá ofrecer con este personal --400 trabajadores, 101 de ellos de administración-- un servicio público de calidad sin coste añadido? Lo cierto es que el Gobierno valenciano no persigue eso. A tenor de la nueva ley que rige el ente, aprobada el pasado jueves con los únicos votos del PP, la norma prevé la gestión privada de las diferentes franjas horarias --a excepción de “informativos”, y los espacios relacionados con la defensa y promoción del valenciano y de “la cultura y señas de identidad valencianas”-- y oficializa la intervención política del medio a través de la elección con el respaldo de la mayoría de diputados de Les Corts tanto del director del ente como de los miembros de su consejo de administración (siguiendo en este último punto el modelo de repolitización de RTVE emprendido por el Gobierno central).

“Aquí no va a quedar nadie” relatan a Eldiario.es fuentes sindicales, que señalan que con este personal apenas se podrá hacer uno o dos de los espacios informativos de la televisión. Comparan la cifra con los “2.800 que trabajan en Televisió de Catalunya o los 6.500 de RTVE”, según los datos que manejan.

Aunque los sindicatos defendían ayer durante la interrupción de la emisión “todos los puestos de trabajo”, desde hace años las críticas por la sobredimensión de RTVV no han escaseado. “En los últimos diez años el 98% de los trabajadores no ha accedido a su puesto por capacitación”, reconoce un periodista de la casa, que asegura que “todas las contrataciones tenían una explicación, por ligera que fuera”. Esto originó que, como apunta una trabajadora, se diera la paradoja de que, a pesar del aumento de personal, en las redacciones hubiera “mesas vacías que hace años estaban llenas”. “La gente se sorprendería, pero lo cierto es que llevamos años bajo mínimos”, subrayó.

Como apuntan estas declaraciones, aunque ayer sus gestores desviaran la responsabilidad del agujero económico de RTVV exclusivamente al exceso de personal, no es solo esta sobredimensión el único origen del agujero. Una de las causas sería, paradójicamente, el aumento de gasto en producción externa pese al aumento de personal. Si hasta 1995 el monto de esta partida rondó una media de 15 millones de euros anuales, en cinco años de gestión el gasto en producción externa alcanzó los 40 millones (a pesar de que el gasto en personal se había duplicado en ese periodo). La alegría del dispendio continuó elevándose hasta los 57 millones de 2006, una cantidad que incluyó entonces la contratación a una empresa relacionada con el entramado Gürtel durante la visita del Papa a Valencia para un fin (el montaje de televisiones y altavoces en el recorrido de Benedicto XVI por las calles de la ciudad) sin utilidad aparente para RTVV.

No fue una excepción. La compra millonaria de derechos televisivos de los equipos de fútbol más destacados de la comunidad, de la retransmisión de la Fórmula 1 que ya emitía con éxito otra cadena estatal y que no se realizaba ni siquiera íntegramente en valenciano, o la contratación de espacios de debate político a productoras políticamente afines, eran señalados como incomprensibles año tras año por una sindicatura de cuentas que no osaba apuntar a lo que sindicatos y oposición sospechaban: que RTVV se podría estar empleando presuntamente para destinar fondos públicos a los beneficiarios de estas contrataciones.

¿Pero sirvió todo este despilfarro para conquistar a la audiencia? Ni tan siquiera eso. En junio Canal 9, tras años de resultados irrisorios, alcanzó su mínimo histórico con solo el 4,2% de audiencia, frente a la media del 9,3% de las autonómicas. Solo la televisión murciana fue más ignorada por sus contribuyentes. Sí mejoraban esos datos la ficción producida en el País Valenciano y los programas que se ajustaban al objetivo fundacional de RTVV --como 'Trau la Llengua', 'El poble del costat' o 'De temporada'--, pero eso no hizo rectificar la línea emprendida por el ente tres lustros atrás.

Con el prestigio por los suelos y esos registros, no sería de extrañar que finalmente obtuviera un buen share el histórico fundido a negro del informativo de mediodía del 16 de julio de 2012, el primero provocado por los trabajadores en la historia de la cadena y calificado por el PP como de un “atropello a las libertades, al servicio público y al derecho de los ciudadanos a estar informados”. Desde el momento en que se produjo, las redes sociales prácticamente no hablaron de otra cosa, aunque puede que no todos los valencianos llegaran a verlo. Como apuntaba uno de los múltiples ciudadanos que comentaron el suceso, “para algo bueno que hacen, va y me lo pierdo”.

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