Rajoy, el mudo

Cuando Rajoy enmudece no hay solución posible. Para nada sirve perseguirle por las callejuelas de los pueblos engalanados para la campaña electoral gallega. Tampoco vale esperarle en las plazas de abastos en donde están previstos los besos, los apretones de manos y las sonrisas cómplices con pescaderos y fruteras que, probablemente, nunca volverán a ver al presidente del Gobierno. Si Rajoy decide callarse, nada le importan ni el número de cámaras ni la cercanía de los micrófonos.

Ni una palabra sobre cuestiones de actualidad durante la maratoniana jornada de selfies y paseos que el líder del PP ha protagonizado por varios pueblos de la provincia de Ourense. Rajoy guardó silencio en Avión. Silencio en Rivadabia. Silencio en Ourense.

Cuando media España hablaba otra vez de Rita Barberá, lo máximo que le hemos arrancado al presidente ha sido su valoración sobre los dulces sefardíes que Herminia, una panadera de Ribadavia, le invitó a probar durante su paseo. “Fantásticos”, dijo Rajoy. “Están fantásticos”.

El silencio obliga a interpretar el silencio. Y el de Rajoy contiene una ausencia de apoyo a una amiga en horas bajas e investigada por el Tribunal Supremo. ¿Significa esto que la exalcaldesa de Valencia tiene los días contados en el PP? Quién sabe. El silencio es incierto.

Rajoy calla porque puede, como ha hecho en tantas ocasiones, y porque en España la ausencia de explicaciones no está penalizada electoralmente. Hoy, al parecer, el tema eran los dulces de Hermina.

Así que ya lo saben. Los dulces de Hermina son fantásticos.