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Rato no podrá viajar a Bhutan, a Suiza sí

Rodrigo Rato sale de su vivienda en Madrid escoltado por agentes de Aduanas

José María Calleja

Rodrigo Rato podrá seguir viajando a Suiza. No podrá ir al Bhutan y tampoco a Tuval, una pena, pero a Suiza, sí. De manera que si en viajes anteriores se quedó sin comprar alguna chocolatina o sin poder esquiar (cómo Bárcenas), tiene ahora una nueva oportunidad para satisfacer en aquel país tan poco neutro esos pequeños caprichos que hacen la vida agradable.

La verdad es que el juez se ha estirado, nada menos que quitarle el pasaporte al autor del milagro económico español -sin paragón desde Atapuerca hasta hoy-, supone un esfuerzo judicial que los españoles no pueden dejar de valorar. Sobre todo si se compara con el apercibimiento de que llevaran muda de recambio ante el riesgo de pasar dos noches en comisaria que se les hizo a su gerente de confianza , Miguel Ángel Montero, y a su secretaria de toda la vida (“Por Don Rodrigo ma-to”), Teresa Arellano. (El testaferro de Rato, Alberto Portuondo, lleva en la cárcel desde el 21 de agosto).

No deja de tener su guasa que tu íntima colaboradora durante lustros esté dos noches a remojo, mientras que tu has evitado otra foto de policía con mano en la nuca y vas a dormir a casa, como la gente de orden.

Ya nos habían avisado que nunca más habría fotos de Rato en modo detención: el ministro del interior, al recibirle piadosamente; y el ministro de justicia, ese hombre que dice, muy serio, que no se puede imputar a un político en periodo electoral, lo que no hace más que avalar la independencia de las decisiones de según que jueces en según que casos.

Ahora se trata de saber cuánto tardarán en el PP en calificar a Rato con adjetivos del calibre de “delincuente”, con el que antes etiquetaron a Bárcenas, su compañero de viajes a Suiza. No parece que las maniobras para desvincularse del ministro milagro lleguen a ese umbral, incluso ante el riesgo evidente del PP de perder las próximas elecciones generales por la corrupción, entre otras razones.

El juez tampoco consideró adecuado tomar medida alguna sobre Rato cuando este mintió escandalosamente delante de su señoría al negar la menor vinculación con la banca Lazard, la de su íntimo y conmilitón Jaime Castellanos, con el que Rato constituye una pura puerta giratoria: Lazard paga a Rato, Bankia paga a Lazard, por no hacer nada en ninguno de los dos casos.

Sin llegar a calificarle de delincuente, los que entronizaron a Rato deberían, quizás, decir algo, antes de que se descubra el siguiente presunto delito.

La última opinión que tenemos registrada de Aznar sobre Rato es que era, “de lejos, el mejor ministro de Economía y Hacienda de la democracia española”. La de Rajoy se mueve en el mismo campo semántico que los piropos dedicados por el presidente saliente a Matas, “quiero para España un Gobierno como el tuyo”; a Fabra, “ciudadano y político ejemplar”; a Camps, “siempre estaré delante, detrás, a tu lado”…

Puede que Rato no corra el riesgo de reiteración delictiva, posiblemente porque ya no le queda ni un solo delito que cometer. Puede que Rato no vaya a destruir un caudal de pruebas, porque tiempo y viajes ha tenido para destruirlas todas. Riesgo de fuga a Bhutan y Tuvalu tampoco tiene, porque aquellos minúsculos países son de los pocos en los que no ha cometido fechorías ni tiene dinero, que sepamos. De manera que podrá seguir viajando con su DNI por todos los países de la UE y por Suiza, a comprar cosas para la Navidad que asoma.

La certeza de que hay gente con mucha menos carga delictiva que Rato y esta en la cárcel y el trato recibido por el exvicepresidente del Gobierno, acrecientan la sensación de que la justicia no solo no es igual para todos, es que resulta a veces injusta.

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