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Cambiar el dial

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Begoña Huertas

“EL CIELO ES REAL”

Fue lo primero que escuché esa mañana, todavía medio dormida, cuando conecté la radio.

“EL CIELO ES REAL”

No entendí qué pasaba. Esperaba escuchar alguna tertulia, los informativos. En su lugar, un hombre repetía con énfasis: “EL CIELO ES REAL”. “UN NIÑO ESTUVO ALLÍ Y LO HA VISTO”.

Después se oía una voz infantil: “Mamá, ¿verdad que un bebé se murió en tu tripa?”

“EL- CIE- LO- ES- RE- AL”, volvía la voz.

Estaba petrificada. El cielo era real, vale, pero ¿en qué mundo me había despertado yo?

Después del primer shock, y de averiguar por fin que El cielo es real es un bestseller norteamericano que se estrena hoy en versión cinematográfica, entendí que tenía la radio sintonizada en una extraña emisora: Radio Dynamis. Cuando busqué en internet qué era eso, la respuesta me la ofreció –para mi pasmo- el programa “Buenas noticias” de la 2 de TVE. Mi interés por Radio Dynamis se vio sustituido de inmediato por mi interés hacia ese programa de la televisión pública que, afirmaba, “pretende compartir el mensaje de las Buenas Noticias que Jesucristo anunció”. O_O

¿Que en qué mundo me había despertado? Aunque pareciera mentira, estaba en el planeta tierra, en Europa, España, año 14 del siglo XXI.

Cambié el dial. En los informativos y tertulias de las cadenas que fui encontrando se sucedían las loas a la corona y a las ventajas de la monarquía. Un país dinámico y pragmático, decían, no puede dejarse llevar por escándalos “de última hora” (sic).

En ese contexto de país tan competente y funcional, se repetía una y otra vez el acierto del protocolo a la hora de primar la “austeridad” en la coronación de Felipe VI. La intención era acercar el monarca al pueblo. De esta manera el rey “baja” para acercarse al ciudadano medio.

Hay un mendigo que pasa sus días en la puerta de El Corte Inglés. Tiene una butaca, mesa y está rodeado de libros. Sumergiéndose en la lectura continua, este mendigo “sube” para acercarse también él al ciudadano medio.

Si el rey desciende de palacio a la calle y un homeless se alza del suelo… ¿Es que por fin avanzamos hacia una sociedad más igualitaria?

Es obvio que no. Ambos gestos responden a una estrategia. La estrategia de la supervivencia.

Aquí no se reparte nada. No se mueve nada. O mejor dicho, se mueve en sentido inverso. Las desigualdades van en aumento. La riqueza se concentra cada vez en menos manos.

¿Y por qué si está tan claro que esta es la tendencia con la política que se sigue, la gente sigue votando en esa dirección? ¿Por qué la participación de los ciudadanos “medios” en las votaciones no potencia un movimiento que evite tanta desigualdad? Se me ocurren algunas respuestas pero, entre ellas, hoy destaco la ignorancia. Decía Fiodor Dostoyevski: “La mejor manera de que un prisionero no escape, es asegurarse de que no sepa que está en prisión”.

Uno de los libros más interesantes que he leído en este sentido es Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo, de Pascual Serrano. Estos días, con motivo de la proclamación de Felipe VI, hemos podido ver cómo funciona. Tanto la mayor parte de la prensa escrita como la programación especial de televisión y radio ha sido una repetición continua del mismo discurso: monarquía como eje que vertebra el estado de derecho, monarquía igual a democracia, monarquía único régimen que garantiza estabilidad. Entre tantas “libertades” la acreditación denegada al fotógrafo premiado Pedro Armestre llamaba la atención. Del mismo modo, la coronación del nuevo rey recordaba al NODO: los medios hablaban de miles de personas cuando las calles estaban vacías y el discurso tópico y repetitivo de Felipe de Borbón fue después citado hasta la saciedad por los comentaristas. Pensamiento único.

En definitiva, no sé qué es peor, si “El cielo es real” o La real monarquía. En cualquier caso el ciudadano se encuentra atrapado en una realidad/realeza que no tiene nada que ver con él, aunque le hagan creer lo contrario.

Si imaginamos el cerebro como una radio, creo que hay que sintonizar con cuidado las frecuencias a las que prestamos atención. Y la verdad, es hora de cambiar de dial, me parece.

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