Regale odio, pero de buen rollo
En estos Reyes el regalo que ha marcado tendencia ha sido el odio. Si nadie se lo ha obsequiado aún, ahora en las rebajas seguro que le cae. Lo ha puesto de moda el Partido Popular de Pablo Casado. Solo en ese PP donde los mensajes van tan rápido que se matan unos a otros y los compromisos duran un tuit podían considerar una buena idea que un niño deseara la muerte del presidente del Gobierno. Pero oye, sin acritud, que solo es un chiste y nadie tiene por qué ofenderse aunque, por si acaso, el autor de la broma la acaba anunciándonos que va a llevar la carta en persona a Correos; no vaya a ser que se pierda. Eso sí es politizar a la infancia.
Sólo un partido frívolo, sin principios y sin ideas, podía encontrar ese vídeo y colgarlo en su cuenta de Twitter en la víspera de la noche de Reyes. Si quieren valorar con justicia lo que acaban de perpetrar los populares con el vídeo del niño de la muerte y el humorista exterminador, sólo tienen que preguntarse qué estaríamos oyendo decir a los mismos medios y portavoces que hoy califican de simple error lo hecho por el PP si la ocurrencia la hubieran firmado otros desde sus redes sociales.
Los mismos que hoy no ven recorrido penal estarían reclamando a la Fiscalía que actuase ya y al Gobierno que mandase a la Guardia Civil a detenerlos si un vídeo semejante dedicado a un adversario político lo hubiera firmado, por ejemplo, Quim Torra, Carles Puigdemont, Orio Junqueras o Gabriel Rufian. Entonces el vídeo no habría sido un error, sino que aportaría la prueba definitiva que desvelaría sus verdaderas intenciones supremacistas asesinas y la naturaleza criminal de sus planes independentistas y secesionistas. No sería una equivocación, sería una revelación.
Si el vídeo lo hubiera firmado Podemos o Pablo Iglesias tampoco sería un desliz que se pudiera arreglar con una simples disculpas. Al contrario, constituiría también la prueba de cargo respecto a la voluntad totalitaria y estalinista que guía a los morados y a su líder. Si el vídeo lo hubieran puesto en circulación desde sus redes sociales el PSOE o Pedro Sánchez, tampoco colaría lo de la equivocación sino que estaríamos ante el última evidencia de que al presidente le vale todo, incluso el asesinato, para seguir un segundo más en la Moncloa.
El Gobierno se equivoca al llevar la cuestión a los tribunales. La libertad de expresión es sagrada y no se toca, se aguanta; especialmente cuando repugna. Pero eso no la hace irresponsable. La respuesta política es lo democrático y el humor inteligente lo más efectivo, como ha vuelto a demostrar la congresista demócrata Alexandra Ocasio-Cortés con su baile.
Dice el autor del chiste que no hay que dramatizar, que iba con la mejor de la intenciones y que si cada vez que alguien cuenta un chiste sobre personas delgadas, se enfadasen y se pusieran a insultar, no acabaríamos nunca. Por lo visto, ahora él es el ofendido. Efectivamente, no acabamos nunca con la estupidez sin gracia.