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El 'rosaplón'

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su intervención en el Encuentro Empresarial Hispano-Japonés, en Tokio. / Efe

Maruja Torres

Llamadme frívola, pero no dejo de preguntarme con qué ánimo va a volver a España el presidente del Gobierno “para seguir trabajando con ahínco, con determinación y con coraje” en nuestra recuperación –cual dijo a la muchachada–, después de que un empresario del país del Sol Naciente y de los Juegos Olímpicos le clavara, en todo el bolsillo pectoral de la chaqueta, una rosa roja del tamaño de un copón bendito.

Ay, la hostia, pensé, por asociación de ideas. ¡Estos creen que el presidente todavía es Zapatero! Temí que, sumidos en el lost in translation, le pusieran también un pin con el puño –probablemente, Japón es el único país del mundo en donde se cree que el PSOE lo sigue usando– mas, por fortuna, el asunto se detuvo ahí. Había sido tan solo una demostración minimalista de afecto.

El minimalismo japonés es inofensivo, bello, poético y económico. Quién no querría tener la casa amueblada casi únicamente con esteras, sobre todo ahora que nos estamos recuperando. Quién no desearía disponer de un emperador tamaño bonsai, en vez de un rey –que es de menor categoría, dónde vas a parar– campechano, a la par que expansivo.

Desde luego que tienen también sus cosas: se hacen el harakiri dejando el suelo perdido, se cargan las reservas de atún del planeta, sus complejos nucleares son inseguros, nos roban los JO-JO. Y plantan ese florón, rojo como sangre de obrero recién exprimido, en la tetilla izquierda del bien amado timonel nuestro. Podrían haberle causado lesiones internas.

No obstante, debemos confiar en que la legendaria capacidad de resistencia del gobernante le haga inmune a los ataques del Oriente Extremo. Tal como pude apreciar en el diferido, don Mariano recibió el rosaplón con su bonhomía característica, sonriendo y comentando algo en voz baja –seguramente “vaya ocurrencia”, o “vaya por Dios”, que viene a ser lo mismo– a un secundario de su séquito. Además, tratándose de un compatriota nuestro –da escalofríos pensar que lo es, lo sé– que se encontraba, literalmente, vendiéndonos a bajo precio en cuanto a condiciones laborales, no le quedaba otro remedio que recuperarse allí mismo, con gallardía nacional de España. Para dar ejemplo.

Quizá no se trató de un desliz. Quizá los japoneses, en su inmensa sabiduría, se limitaron a sintetizar en una imagen el eslogan que el populacho, en su ingratitud, suele dirigir a los oficiantes del Gobierno y de la oposición: “Misma cosa son”. Ante tan logrado hallazgo visual, el Caballero de la Rosa en el Pecho, digno del sincretismo piadoso-loewiano de Tamara Falcó, me parece una falta de respeto cabrearse por el bajo nivel del empleo o el alto nivel del paro.

Que sois insaciables.

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