Sánchez tiene un plan genial pero ni él lo sabe
Ahí va mi apuesta, que aquí hemos venido a jugar: de aquí a un mes, o poco más, Pedro Sánchez será investido presidente. En segunda votación y con los apoyos suficientes. Y sin haber aprobado antes ninguna ley de amnistía ni cosa parecida. ¡Tachán! ¿Cómo te quedas?
No sé tú, pero la derecha y su ultraderecha se quedarán con cara de pasmo, sin entender qué ha pasado, de tan rápido que será todo: Feijóo hace el papelón en su investidurilla, el rey abre ronda de partidos, encarga a Sánchez, la presidenta del Congreso pone fecha sin mucha espera, se agita el runrún de los pactos, se multiplican las reuniones públicas y se cotillean las privadas, la derecha agita el espantajo de la traición, Junts dice que así no, Esquerra no lo tiene claro, el PNV aprovecha para pedir algo más, la tertulianada celebra la inevitable repetición electoral, nuevas reuniones públicas y privadas, runrún más estridente, los socios dan ultimátums, el PSOE dice que hasta aquí, Sumar intenta vía propia, se rompen las conversaciones, se cruzan acusaciones, se alargan reuniones hasta la madrugada, se da todo por perdido y, cuando te quieres dar cuenta, zas, votación en el Congreso y Pedro Sánchez presidente. Solo falta Juan Tamariz tocando el air-violín: niananá, niananá…
Esa película ya la hemos visto antes, ¿verdad? Drama, emoción, intriga, dolor de barriga, que sí, que no, que no hay gobierno, que no hay presupuestos, que no salen las leyes, que se rompe el gobierno, que se vuelve a romper… Y al final, al final finalísimo, sobre la bocina, canasta en el último segundo y otro partido ganado que ya dábamos por perdido. La historia de Sánchez, sí, y la historia política de España en la última década. La historia de mi vida, y la tuya, sin ir más lejos, que los tiempos inciertos y agitados son para todos.
En el caso de Sánchez, creemos que ya nos hemos acostumbrado a su estilo político de vivir al límite, pero qué va, vuelve a sorprendernos una y otra vez. No sabemos si es genialidad o suerte, estrategia o hábil surfeo, si tiene un plan o todo es improvisación. Lo cierto es que la jugada acaba saliendo, y suele tener mucho de carambola, con todos los actores empujando la bolita hacia el sitio necesario, incluida la derecha, que va siempre con el pie cambiado y a menudo le facilita el trabajo al gobierno. Como ahora, rechazando con tanta agresividad el alivio de penas a los independentistas, que a estos no les va a quedar más remedio que hacer presidente a Sánchez con tal de que no se repitan las elecciones y acabe gobernando esa derecha subida al monte. En realidad las cartas buenas en la mesa las tiene Sánchez: si queréis en un futuro próximo algo parecido a una amnistía, pasad por este aro, porque no hay otro camino. Y para terminar de ganar la partida, tiene al lado a Yolanda Díaz, que sabe moverse como nadie en las negociaciones más duras.
Si el superpoder de Rajoy era quedarse quieto, tumbarse a esperar y que los demás, incapaces de quedarse parados, se movieran a lo loco y cometieran errores; el de Sánchez es el contrario pero con el mismo resultado: correr mucho, acelerarlo todo, para que los demás también corran como pollos sin cabeza y se acaben pasando de frenada cuando él se haya echado a un lado. Así estos días: se lanza la posibilidad de considerar una amnistía (de la que hace semanas no habíamos ni oído hablar), se revoluciona la vida política, se sobrecalientan la prensa y los tertulianos, se descolocan los posibles socios, y todos se acaban pasando varios pueblos en su correr loco, de tal manera que al final no hay amnistía pero sí investidura. Ni el propio Sánchez sabrá bien cómo lo ha hecho. ¡Tachán! Niananá, niananá…
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