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La semana en la que la derecha pidió al ‘sanchismo’ el voto de Txapote

Una furgoneta del PP con el lema 'Que os vote Txapote' durante la campaña del 23J.

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La derecha cree que España es un reservado de 300 euros el cubierto en el que hablan de feminazis saltándose la prohibición de fumar en interiores mientras una camarera inmigrante que tiene que aguantar sus comentarios machistas y racistas les pone pelotazos. Una raza de políticos, periodistas y seudointelectuales cuya relación más cercana con una persona normal es el momento en el que le dejan el abrigo encima sin siquiera mirarle a la cara pretende hacer un análisis fidedigno de lo que es España. Desde la visión de país mitificado a través de su construcción del imperio donde no se pone el sol no se puede aspirar a tomar el pulso a una nueva realidad en la que los colectivos humillados, desde las mujeres al colectivo LGTBI pasando por los hablantes de lenguas como el catalán o el euskera, tienen presencia y poder para hundir los barcos camino de Trafalgar. 

No se leen a sí mismos porque están preocupados en medirse los egos cual falos esplendorosos y no son conscientes de la imagen que desprenden, llena de caspa y esmegma reseco. Su ceguera es de tal calibre que ni con una hostia de dimensiones bíblicas como la del 23J son capaces de virar hacia la racionalidad. La derecha con su estrategia de difamación de todo aquel que no sea afín a la “una, grande y libre” nunca podrá gobernar, pero está tan sujeta a un discurso frentista que la disonancia cognitiva propia de una secta del fin del mundo no les ha hecho reflexionar después de haber comprobado que todo aquello en lo que creían es solo una ilusión propia de una colmena alimentada a través de bulos y prejuicios. No escarmientan. Ángel Expósito, uno de los espadas superiores de la cadena de los obispos, dio una master class de no comprender una mierda del país en el que vive: “gran parte de España perdona absolutamente a Txapote”. ¿Pero cómo no van a perder las elecciones creyendo que todos los que han votado a otras opciones diferentes a los posfascistas son sanguinarios filoetarras que sienten cercanía con alguien como Txapote? 

El análisis clarividente del escriba eclesiástico no se quedó ahí: “Batasuna con seis escaños en el Congreso es un dato como para pensárselo”, decía el monaguillo de las ondas de la COPE. El pobre no atará cabos de por qué ha podido crecer tanto un partido que representa a una izquierda que trabajó para el final de la violencia y que es de manera recurrente tratada como filoetarra por sus amigos fascistas. Los apalean, los insultan, los desprecian y criminalizan y los ingratos no les proporcionan su favor con el voto. Inexplicable suceso. Andrés Trapiello, magnánimo intelectual de trapillo, el hombre que se cree Chaves Nogales porque dice que fascistas y antifas son lo mismo, el hombre que dio por buena una entrevista fake a Largo Caballero, se preguntaba de manera escandalizada: “El clamor es este: ¿Por qué a Sánchez le resulta más fácil pactar con Otegi y Puigdemont que con Feijóo?, ¿y qué virtudes democráticas tienen Bildu/Junts/ERC/PNV que no tenga el PP? Sea o no sea posible el pacto PSOE/PP, lo que es inexcusable es la respuesta a esas preguntas”. Para qué preguntas si no vas a escuchar más que a tu ego, Andrés. Le resulta más fácil pactar con todos aquellos que no han insultado de manera sistémica a sus electores porque si lo hiciera le repudiarían

¿Pero cómo es posible que pidan a Pedro Sánchez que les ceda el voto de Txapote? Se supone que estas plumas son las más preparadas del país. A los de mi casta nos tenía que servir con el colegio público del barrio que se cae a cachos, pero ellos se han criado en las mejores universidades internacionales. David Jiménez Torres, que además de columnista en El Mundo os sonará más por ser el hijo de Jiménez Losantos, suele jugar a la alta literatura y con modos de flâneur ‘moderao' ha podido estudiar en los colegios caros gracias a que su padre incendia la convivencia. Es lo que le dijo su padre cuando David le pidió que no insultara tanto. El hijo del locutor pidió en su página la gran coalición dos días después de que se consumara el desastre electoral de los suyos apelando a la ruptura del tabú de la gran coalición como solución a los extremos a los que se refiere en tercera persona: “Una opción poblada por irreductibles prejuicios resiste, todavía y como siempre, al interés general. Se trata de la posibilidad de que los dos grandes partidos gobiernen juntos. Que este sea el único tabú que queda en pie en nuestra política resulta, si nos paramos a pensarlo, sencillamente asombroso. Se dice que una gran coalición daría alas a los extremos, como si no hubieran crecido ya”.

Nos podríamos creer las buenas intenciones del hijo de Losantos si hubieran borrado sus columnas de la semana antes de las elecciones, pero claro, ahí siguen, impertérritas a la desvergüenza. No existe una sola de sus soflamas del último mes que no incluya la descalificación del presidente a través de esa figura deshumanizadora que llaman “sanchismo.” Cualquiera que lea algo de lo que ha escrito el columnista estos días solo calificaría de delirio la posibilidad de pactar con un ser totalitario y cruel como el que han dibujado en sus perfiles. La bipolaridad de los conservadores no hace más que mostrar su esquizofrénica relación con el país que dicen amar. Buscan adaptar a los españoles a su cosmovisión en vez de aceptar que es diferente a lo que creían y evolucionar con su país y sus gentes. En el PP convive quien quiere quemar en la plaza pública a todo lo que huela a roja y unir sus voluntades a VOX con quien considera que lo mejor es renunciar a VOX para poder convencer a los desencantados del PSOE. Mientras El Mundo pide en un editorial que Feijóo abandone a la extrema derecha para acercarse a la gran coalición, se sigue insultando desde el mismo espacio ideológico a quien se considera la salida a una España ingobernable. El PSOE es castigo y esperanza para la derecha durante esta semana. “Si el PP reprocha con razón a Sánchez su dependencia de siglas extremistas, sería un signo de coherencia que repensara su relación con Vox, aunque el precio implicara poner en cuestión alguno de sus gobiernos autonómicos. El sentido de Estado obliga a conducirse pensando en el bien común, aunque el rival político actúe en dirección contraria. O precisamente por eso”.

Sin embargo, el mayor mal del PP en estas elecciones no ha sido según los barones del partido haber acogido con algarabía los grandes éxitos del posfascismo, sino haber insinuado en campaña que se podría llegar a un acuerdo con el PSOE: “No sé quién le puso en el debate ‘firme usted esto para que usted y yo lleguemos a un acuerdo’, eso sí ha sembrado malestar en gente del PP ¿Qué tenemos qué pactar con este PSOE? ¿Queremos derogar el sanchismo e intentamos llegar a un acuerdo? La sensación que tienes es que un día hacia la derecha, otro hacía la izquierda”.

Lo que se puede decir con rotundidad es que la derecha de este país está perdida. Que no sabe qué hacer, no sabe cómo afrontar la llegada al poder en una España que no conoce y la supera y que está frustrada porque, a pesar de que tiene todos los medios posibles a su alcance para lograrlo y juega con ventaja, no consigue doblegar la voluntad de quienes desprecia e insulta. Después de haber deshumanizado y deslegitimado a todos aquellos que no piensan como ella, los periodistas de derechas acuden a que los rescaten de su visión hemipléjica de España para construir un país que nos excluya a la mitad de los españoles. Sería cómico si no fuera tan trágico tener una derecha antipatriota que odia toda esa España diversa, plural y libre. Está sola, nadie la quiere, la única pregunta que el PP y sus oficialistas tendrían que responderse es por qué razón nadie quiere pactar con ellos excepto los fascistas.

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