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Señores que piensan más en la Transición que en el Imperio Romano

Felipe González y Alfonso Guerra, en el Ateneo de Madrid.

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Me preguntó mi hija mayor hace unos días: “Papá, ¿has pensado en el Imperio Romano esta semana?”. No entendí de qué iba, pensé que era una pregunta trampa o que se burlaba de mí. No estaba yo al tanto de la última coña que ha circulado estos días por redes sociales sobre la frecuencia con que los hombres pensamos en el Imperio Romano, y que ha hecho que muchas mujeres pregunten a sus parejas, padres, hermanos o amigos: ¿piensas mucho en el Imperio Romano?

Puestos a tontear, a mí se me ocurre otra pregunta mucho más interesante para nuestra vida política: preguntar a los hombres con qué frecuencia piensan en la Transición. Señores (suelen ser hombres y de cierta edad) que piensan en la Transición todas las semanas, todos los días, incluso a todas horas. Señores que no pueden dejar de pensar en la Constitución, el consenso, los grandes partidos, las mayorías absolutas, el bipartidismo, el problema territorial bajo control, los debates parlamentarios en español-español, la unidad nacional sin independentistas molestando. Hagan la prueba, pregunten a sus hombres cercanos: ¿has pensado en la Transición esta semana? Igual se llevan una sorpresa.

No hace falta que se lo pregunten a Felipe González y Alfonso Guerra, porque en su caso la respuesta es obvia: no pueden pensar en otra cosa. Nostalgia política en vena. Yonquis de la Transición que necesitan su dosis diaria, repiten batallitas de los tiempos heroicos y se duermen viendo vídeos de Victoria Prego. Permanentemente malhumorados, incapaces de aceptar que su tiempo pasó, que hay otra generación al mando, que aquel período necesita una revisión crítica, y que la política actual no va de ser fiel o traicionar el legado de los padres de la democracia. Y que una posible amnistía no sería una “humillación deliberada a la generación de la Transición”, como dijo Guerra esta semana.

Existe un componente evidentemente generacional, pero no es la única explicación. Hay, sí, una parte de quienes protagonizaron la Transición que se han sentido desplazados y cuestionados en la última década: desde el 15M con su enmienda a la totalidad, la nueva política que se levantaba sobre la demolición del llamado “Régimen del 78”; hasta llegar a Pedro Sánchez, el gobierno de coalición y la búsqueda de acuerdos con los independentistas. Pero no es la única explicación: también hay políticos más jóvenes que piensan a diario en la Transición, como García Page, y son muchos los hombres que, teniendo la misma edad que González y Guerra, no chochean políticamente, comprenden y asumen la complejidad del nuevo tiempo, saben que no hay recetas que rescatar de aquel pasado mitificado, y están dispuestos a aportar su experiencia cuando se la solicitan, pero sin dar lecciones ni repartir carnets de constitucionalista.

También en el PSOE hay muchos militantes veteranos así, que rechazan la deriva de sus padres fundadores, y se sienten desconcertados o directamente avergonzados cuando escuchan a sus ex líderes disparar contra el actual secretario general, hacerle el juego a la derecha, alimentar tertulias con su ingenio, soltar chorradas machistas. Supongo que González y Guerra, Guerra y González, siguen teniendo sus believers en el partido. Pero creo que son mayoría los socialistas, incluidos socialistas de aquella generación, que no piensan con tanta frecuencia en la Transición.

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