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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Sepulcros blanqueados

Imagen de archivo de teléfono móvil

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“Son como sepulcros blanqueados, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”

Mateo 23:27

Tenemos que estar satisfechos. Ya casi hemos perdido la cuenta de la cantidad de mal y de dolor, de injusticia y de podredumbre que hemos solucionado. Casi no recordamos ni cómo empezamos esta difícil y provechosa tarea. Yo, sí. Eran las primeras revoluciones que hacíamos desde el sofá. Puede que tú aún no tuvieras cuenta en Twitter en aquella época pero, créeme, fue glorioso. Acompañamos al levantamiento que siguió a la inmolación de Bouazzi y a los tunecinos que rompieron amarras con su agonía. Después vibramos con los egipcios, los libios, los sirios y hasta con los yemeníes, argelinos y jordanos. Fue una apoteosis de apoyo y de bienestar personal. ¿Lo recordáis? ¿Sabéis qué pasó en cada uno de esos lugares? 

¡Qué mas da! Estábamos super liados. Teníamos mucho que hacer. Ora los niños de los exiliados que aparecían muertos en las playas ora la democracia real o tantas causas que hemos peleado desde nuestro cómodo sofá o desde la playa o el atasco. En todo este tiempo nunca lo hicimos por Afganistán. No importa, nos toca ahora. Ahora es el momento de la gran rebelión de la etiqueta y ahora es el momento de resolver todo lo que durante 20 años han estado protegiendo nuestros soldados sin que les hiciéramos ni puto caso. Tan poco, que murieron volviendo en aviones de mierda. Eso tampoco fue mucho problema hasta que no se convirtió en arma de nuestra pacata y mierdosa lucha política. 

No hablo de Afganistán, ¡dios me libre!, hice un máster en el Instituto Gutiérrez Mellado de dos años sobre estas cuestiones. Al menos comprendo la complejidad del tema. Hablo de nosotros y de nuestras mierdas. Hoy es esto y dentro de muy poco será la siguiente lucha estéril y banal y leve. Insoportable por todo ello. En todos esos años no he visto ni una batalla en redes por este tema que, al parecer, anegaba de preocupación nuestros corazones. Somos gentes de aguardar la oportunidad. Es ahora el momento del golpe de tuit y ahí hemos estado, dándolo todo. 

Leo tuits pidiendo sacar a las mujeres de Afganistán. Oigo a políticos que se quieren apuntar el tanto de ofrecer sus territorios para ello. Sale igual de gratis. Nuestros mensajes. ¿Qué mujeres? ¿Cuántas mujeres? ¿Todas las mujeres? No hay idea mejor. Esas mujeres no son muñecos de feria. Tienen miedo pero son como nosotras. Tienen maridos, hijos, amantes, padres. ¿Vamos e evacuar a todas las mujeres afganas y dejar un país sólo de hombres sabinos? ¿Les ofrecemos el refugio del desgarro? 

Llenamos las firmas, las peticiones, las declaraciones y las redes de nuestras exigencias, de nuestro apoyo, de nuestra disconformidad. ¿Qué daríamos a cambio? Ni tan sólo renunciar a un día de chiringuito o de vacaciones, ya os lo digo. No podemos sino agradecer la invención de estos descargadores de conciencias que nos permiten quedar como dios sin mover un dedo de la chancla. 

Aún hay más niveles en este juego de los fariseos, de los sepulcros blanqueados, de los cinismos y las apariencias. Ya ven que todo es muy viejo y lleva etiquetado desde hace siglos. Es el juego de los que aún podrían hacer algo. Es un viejo dilema del periodismo, de cuando había dilemas éticos aún: ¿saco la foto o ayudo? ¿me limito a contar o meto las manos en la mierda y en la sangre? Algunos, como Julio Fuentes, lo dejaron claro. No seré yo quien me ponga por delante de la memoria de los que supieron hacerlo. Hay que ser consecuente. Las juezas afganas piden ayuda y veo que las asociaciones judiciales y fiscales de nuestro país han hecho un comunicado conjunto. Es loable, desde el agosto inhábil de los tribunales. ¿Es algo más que un tuit? Supone algo más de esfuerzo. Hay que hacer varias llamadas telefónicas y consensuar un texto. El alma queda igual de tranquila, según me dicen. ¿Pueden hacer otra cosa? Uyy, tal vez ponerse los zapatos y volar hacia algún lugar para hablar con algún político o hacer fuerza en alguna organización internacional o algún esfuerzo diplomático o una red de ayuda con organizaciones internacionales de magistrados o reunirse con el comisario europeo o… ¡quita, quita! 

¿Qué pretendemos? Si estamos contra la salida de las fuerzas internacionales de Afganistán y de la toma del poder de los talibanes ¿qué proponemos? ¿qué les pedimos exactamente a los políticos? Lo que pedimos ¿es factible? ¿parte de las bases de la realidad? El PP pidiendo a Sánchez que dé la cara y exigiendo que lleguen ya los aviones con los repatriados. El PP del Yak 42. El PP que estrelló a nuestros soldados que regresaban de ese Afganistán en el monte Pilav (40°48′24.77″N 39°39′21.86″E / 40.8068806, 39.6560722) por ahorrarse unas pelas o a saber y que, para mayor vergüenza y oprobio, no fue capaz de traer sus cadáveres a las familias con honor porque era más importante el resultado electoral que entregar miembros confusos y cadáveres equivocados. Vergüenza que cae sobre ellos y que caerá. Mejor se callan. 

Bienvenidos al mundo real, es decir, a este mundo de mierda. Al valle de lágrimas, my friend. A mí tampoco me gusta pero al menos tengo claro que no lo vamos a cambiar desde el sofá. Una de las cosas que los talibanes han sabido siempre es que ni su tiempo es nuestra hora ni su capacidad de sufrir es la nuestra. Aguantar y esperar. Es lo que han hecho. 

No es que Estados Unidos esté mostrando su debilidad, es que es la debilidad de todos nosotros. Mientras haya malos o buenos dispuestos a vivir en agujeros sucios acechando en su lucha, a sufrir por lo que desean, nuestra armada de tuiteros e indignados será sólo la muestra de la decadencia y caída del imperio occidental. 

Tengo que dejaros. Se me acumulan los manifiestos, los hashtag, las quedadas, las firmas, los grupos de Telegram. Esta vida de revolución es incansable y lo sabéis. Todo acaba cuando uno se pregunta cuántos pasos sería capaz de dar en pro de esa pelea, cuántas incomodidades podría soportar, cuántas derrotas o cuántos males. 

¡Ay, de cuántos por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía!

¡Ay, de todos nosotros!

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