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La verdad sí importa

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid

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Apenas existe un debate solvente. Mucho menos un contraste riguroso de los hechos o los datos. Todo son choques. En el Parlamento, en el periodismo y hasta en la calle. Hay una sucesión de diálogos de sordos y una enfermiza necesidad de encasillar, cuando no de insultar. Con mucha más intensidad desde que existe twitter, ahora X, y además hay una estomagante proliferación de digitales en busca del clickbait que sobreviven no por su buen periodismo, sino por las subvenciones de las administraciones públicas.

El ruido es desasosegante. Ni hay un análisis riguroso ni importa la verdad. Pasa estos días con lo publicado, en exclusiva por elDiario.es, sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso. Dijeron desde su entorno que el hombre que compartía vida con la presidenta madrileña era un técnico sanitario y, claro, era tan amplia la categoría, que lo mismo podía ser un auxiliar de enfermería que un gerente de laboratorio farmacéutico. En realidad, era un comisionista. Que no es ni bueno ni malo, sólo un intermediario que facilita un negocio entre dos partes y cobra por ello un buen pellizco. En la familia de Ayuso son muy dados al gremio porque de lo mismo vive su único hermano. Miren que hay sagas de médicos, abogados, farmacéuticos, notarios y hasta de periodistas, pero Ayuso habita en la de los comisionistas, que ya es mucha casualidad.

El lío llega cuando se publica que la pareja de la presidenta defraudó más de 350.000 euros a Hacienda con una trama de facturas falsas y empresas pantalla; que cobró dos millones de euros en comisiones por contratos de mascarillas; que usó una empresa fantasma en Panamá creada por un directivo de Quirón mientras defraudaba Hacienda –es decir Quirón y más de uno tiembla por temor a que se tire del hilo hasta completar la madeja–; que hay una denuncia de la Fiscalía por dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental; que la pareja vive en dos pisos de Chamberí, de los cuales uno se compró tras el fraude fiscal y otro está a nombre de una sociedad del abogado que defiende al presunto defraudador… Y que el novio de la presidenta ofreció un pacto a la Fiscalía para declararse culpable de los delitos y evitar el juicio

¡Menudo lío! Desde el gabinete de Ayuso primero negaron respuestas al tratarse de “un ciudadano particular” que nada tenía que ver con la Comunidad de Madrid. Después, dijeron que no eran pareja cuando ocurrieron los hechos, algo que desmonta la hemeroteca. Luego, que todo era mentira. Y después filtraron información falsa y manipulada sobre el mismo “ciudadano particular” sobre el que a priori no había nada que comentar. Todo, con mensajes amenazantes e intimidatorios a una determinada prensa. Y a otra, con instrucciones precisas sobre cómo camuflar, cuando no ignorar, el asunto.

La libertad que proclaman no incluye el derecho a informar. Sólo a beber cañas, pasear por Madrid en Maserati y “dormir en la cama que considere”, como dijo Ayuso en una comparecencia que convirtió en un nuevo ejercicio de victimismo a los que nos tiene acostumbrados. Esto, claro, además de vincular las informaciones a una conspiración planetaria que busca su destrucción personal y a no se cuántas filtraciones interesadas. Lo del dedo y la luna no lo tienen interiorizado.

Los hechos importan. Y aquí no hay más verdad que la que el novio de Ayuso ha reconocido en un documento enviado a la Fiscalía, a través de su abogado, la confesión de dos delitos y el anuncio de que estaba dispuesto a pagar lo que hiciera falta para evitar el juicio. Que con ese dinero defraudado pagó parte de la casa en la que vive con la presidenta e incluso que haya reconocido un delito a los populares les debe de parecer una nadería, lo cual es muy comprensible con el histórico que acumulan.

Lo demás son zarandajas, patrañas de un gabinete amenazante y borracho de poder y una defensa numantina del periodismo al que riega de millones con publicidad y otros favores. Y esto no es una opinión, sino una denuncia en sede parlamentaria de Rocío Monasterio, la portavoz de Vox, su partido hermano. “Tiene a todos los medios comprados”, dijo recientemente en la Asamblea de Madrid, tras acusar a Ayuso de no permitir la libertad que predica y desvelar que el Gobierno de Sol gasta 27 millones de euros en publicidad institucional/presidencial, tres veces más porcentualmente que el presidente del Gobierno de España. Esto a través de Presidencia. Consejerías y empresas públicas como el Canal de Isabel II, aparte.

Como decía el maestro Ramón Lobo, el periodismo no ha de renunciar nunca “a tocar las pelotas al poder, a cualquier forma de poder”. De eso se trata. De contar lo que los políticos no quieren que se sepa, pese a que por este oficio en estos tiempos pulula tanta gente sin valores, sin principios y sin escrúpulos. 

Hoy se hace más necesario que nunca ser implacables con la mentira, la indignidad y el abuso. Aunque difamen, contraten bots para esparcir mentiras y tengamos que soportar amenazas que les retratan exactamente como lo que son, auténticos perdonavidas.

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