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Soraya toma ventaja

Soraya Sáenz de Santamaría

Antón Losada

Camino de cumplirse la primera semana de la segunda vuelta de las primarias del Partido Popular, los augurios no parecen buenos para Pablo Casado. A la indiscutible baza de haber ganado el voto de los militantes, Soraya Sáenz de Santamaría ya ha sumado algunas victorias tácticas que le permiten ir ganando puntos ante los 3.128 compromisarios que, en voto secreto y urna cerrada, elegirán al ganador. Desde la apertura de las urnas, Sáenz de Santamaría marca el debate y Casado va detrás defendiéndose como puede.

Desde la misma noche del escrutinio Sáenz de Santamaría se hizo con la bandera de la unidad y la integración. Un activo clave en un partido que, por historia, tiene pánico a la división interna. Ciertas o no, cada oferta de integración hecha desde la candidatura sorayista y cada barón o voz autorizada que apela en público a la búsqueda de una lista unitaria desgasta y presiona a un Pablo Casado que, lejos de mantener abierta esa puerta, aunque solo fuera en apariencia, ha optado por defenderse ofreciendo un frente de una parte del partido contra otra. En cualquier organización los compromisarios que acuden a un Congreso tienden a ser más aparato que militantes de base. Ante el dilema entre unidad o frentismo, suelen preferir a la primera.

La apelación a la doctrina de dejar gobernar a la lista más votada, situándola en al ADN popular, ha sido otro movimiento de su rival que ha colocado a la defensiva a Casado. El enrevesado sistema de primarias diseñado por el PP juega, además, en su contra. Por mucho que el Casadismo trate de explicar que es un sistema a dos vueltas. o que los militantes seleccionan en la primera y los compromisarios eligen en la segunda, lo que queda en la percepción mayoritaria es una idea mucho más sencilla y fácil de comunicar: a la ganadora le quieren quitar en los despachos lo que los perdedores no supieron ganarle en el campo.

La ventaja que va tomando Sáenz de Santamaría en la batalla orgánica comienza a notarse en el juego de sumar y restar compromisarios a un lado o al otro. Núñez Feijóo ya ha dejado claro que atenderá a la mejor oferta en el mismo Congreso y alguno de los apoyos de la derrotada María Dolores de Cospedal ya han dejado caer que están dispuesto a escuchar al Sorayismo; por supuesto siempre por el bien del partido y la unidad. La filtración de que la propia Cospedal dejaría la política activa tras el congreso popular puede acabar de provocar la desbandada entre sus apoyos, más preocupados por elegir el lado del ganador que va a decidir su futuro que por demostrarle su lealtad a la ex secretaria general.

Apelar a un supuesto ADN popular conformado por unas esencias ideológicas tan modernas como no negociar con independentistas, bajar impuestos, defender la vida y la familia o utilizar por enésima vez a las víctimas del terrorismo, no deja de ser un intento a la desesperada de Pablo Casado para cambiar el terreno de juego: pasar de la disputa orgánica a la confrontación ideológica con una rival a quien busca presentar como heredera directa del marianismo. Igual que reclamar ahora un debate entre candidatos; algo que todos sabemos que solo piden los aspirantes que van por detrás.

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