¡Superadlo ya!
Un líder fuerte acepta la culpa y da el mérito; uno débil da la culpa y acepta el mérito
Debatir no es fácil. Hace 15 años que lo hago, en todo tipo de formato, con todo tipo de compañía y de adversarios. Junto a mí han estado muchos de los ahora líderes políticos -incluido Pedro Sánchez- y contra mí otros cuantos. Un debate no es una entrevista. Una entrevista se parece a un frontón, alguien te lanza pelotas, más o menos fuertes, y tu sólo ves la forma más adecuada de devolverlas, si acaso buscando la oportunidad de colocar un saque tú. El debate es otra cosa y el debate cara a cara, aún otra diferente.
Debatir no es fácil y te puede salir mal, incluso si eres un hacha, porque hay días y circunstancias e imponderables. Debatir no es fácil. Un plató de televisión no es el espacio que ustedes ven en sus pantallas, a veces es como un campo de futbito en el que la situación espacial de los adversarios es lejana y poco personal, o en el que es preciso elevar la voz para que te oigan por la distancia, aunque al público lo tengas enganchado en la camisa. Debatir no es fácil y no conviene ir nunca de sobrado ni menospreciar a los rivales ni dejar que te saquen del papel que tienes o que te has asignado. Aun así siempre hay un día en que alguien lo consigue.
Debatir no es fácil y a Pedro Sánchez le fue mal el lunes. Le fue mal. Nadie objetivo puede decir otra cosa. Pero de eso ya se ha hablado suficiente y todo el mundo lo vio en directo. No tiene sentido insistir en ello. A mí lo que me llama la atención es la táctica de los fontaneros que intentan disimular la fuga cuando la cañería ha explotado ante millones de testigos. El candidato no fue bien preparado al debate -cada uno conocerá sus responsabilidades- pero pretender arreglar el agujero echándole la culpa al adversario o a los moderadores o al plató o al formato es de aurora boreal.
Pretender que se ha perdido un debate porque la otra parte mintió mucho es una voltereta más de los que creen que un “relato” puede hacer ver gigantes donde había molinos y eso, señores, sólo lo logró Cervantes. Que el adversario mienta es un hecho perfectamente previsible, sobre todo si consideramos mentira la utilización de unos u otros datos para adecuarlos a tu discurso, y si los coaching del presidente no le habían advertido al respecto es que hicieron muy mal trabajo. Los que tan técnicamente han lanzado la idea del galope de Gish, ellos que conocían el fenómeno y el nombre, ¿por qué no lo previeron y le entrenaron para ello?
En los debates te pueden intentar argumentar con brocha gorda, con datos seleccionados o sesgados, con medias verdades o con medias mentiras, incluso con mentiras completas. Debes de ser capaz de desmontar las mentiras y no sólo de identificarlas. Cuando te atacan con falsedades o medias verdades, sólo hay una defensa posible: demostrar en directo que lo son. Debes responder indagando las fuentes, cuestionarlas si es preciso, argumentar lo que se oculta en el dato, sacar la cara oculta de lo que se te alega. Sólo así puedes contrarrestarlo. Esa es la verificación a la que asiste la audiencia. La mayoría de los periodistas que debatimos habitualmente lo sabemos, y los que jugamos por la banda izquierda con muchos más motivos, ustedes lo han visto. Nuestra mente acaba por ser un archivo no sólo de datos sino de casos que desmontan lo argüido. Si te echan en cara estar con decenas de personas más en la asamblea de Cajamadrid,¿cómo no recordar que esa asamblea pintaba poco y que fueron dos personas del PP, Rato y Blesa, los que se cargaron la caja? Y así todo. Sánchez no debatió bien. Era su primer cara a cara y un formato así no es como una entrevista. Se le fue de las manos hasta la gestualidad y eso no era culpa de Feijóo sino suya. Las cámaras no perdonan. Va a volver al formato entrevista que se le da mejor y es que debatir no es fácil, y a dos, menos.
Y sin embargo se ha implementado una oleada comunicativa para hablar de las mentiras de Feijoo y del papel de los moderadores y pretender que ese fue el motivo de que Sánchez estuviera mal. Error. Eso sólo muestra un candidato flojo al que se le desestabiliza con un poco de malas artes. No es buen argumento. O pretender que Sánchez lo hizo mal por el plató o por los moderadores ¿Qué se pretendía que hicieran los moderadores? En las redes se ha visto mucho crítico del quehacer profesional de un grupo de comunicación concreto aunque resulte curioso que muchas de las pegas las hayan puesto periodistas que trabajan en otro que se quedó a verlas venir. Cosas de esta profesión. No, no se puede chequear lo que dicen el presidente y el jefe de la oposición en directo que, además, son mayorcitos. Tampoco se chequea en el Congreso o el Senado y miren que se oyen cosas. En un debate entre que el moderador sobre o que falte, la segunda opción es siempre preferible. Fue un debate tal y como lo quisieron hacer los debatientes. Lo de la “verificación” en directo es otra pataleta. Es imposible técnicamente y lo único que se podría utilizar es la memoria o el conocimiento de los propios periodistas como quiera que quien dio el dato va a pelearlo, ¿qué nos queda, un debate con los moderadores?
Lo de la mentira y la encerrona no va a funcionar con los indecisos que vieron en directo la falta de reacción adecuada de Sánchez. Lo que pasó, pasó. El PSOE tiene que superarlo y seguir adelante los once días que quedan, no justificándose o haciendo de oposición, sino con una campaña propia del que ya está en el poder. Hay que superarlo. Poner a los ministros, a los cargos públicos a repetir en bucle que Feijóo mintió y que el pobre candidato socialista, que además es el presidente del Gobierno de España, fue sobrepasado por su maldad no es buena idea. Superadlo, ya. Alguien tiene que decirlo, en un momento en el que prietas las filas pocos se fajan con la verdad. Si al candidato le llevaran la verdad, si le hubieran dicho que su oponente no era un monigote como el de la propaganda, que había peligro en la refriega, mejor le hubiera ido. No hay nada más patético que dejar al emperador pasearse desnudo sin dar un grito de alerta. Quedan once días, superadlo ya.
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